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Marcos 11: La llegada del Rey

(i) Se indignó con la explotación de los peregrinos. Las autoridades del Templo estaban tratándolos, no como adoradores, ni siquiera como seres humanos, sino como objetos que se podían explotar para sus propios fines. La explotación del hombre por el hombre siempre provoca la ira de Dios, y más aún cuando se hace so capa de religiosidad.

(ii) Estaba indignado con la profanación del santuario de Dios. La gente había perdido el sentido de la presencia de Dios en la casa de Dios. Al comercializar lo sagrado estaban profanándolo.

(iii) ¿Es posible que Jesús tuviera un motivo más profundo para Su indignación? Citó Isa_56:7 : «Mi casa será llamada casa de oración para todos los pueblos.» Sin embargo, en el Templo que se consideraba supremamente la misma casa de Dios había una pared que impedía la entrada a los gentiles bajo pena de muerte. Bien puede ser que Jesús fuera movido a indignación por el exclusivismo del culto judío, y que quisiera recordarles a los judíos que Dios no los amaba sólo a ellos, sino a todo el mundo.

LAS LEYES DE LA ORACIÓN

Marcos 11:22-26

Jesús les contestó:

-Tened confianza en Dios. Os digo la verdad: El que le diga a esta montaña: «Levántate y arrójate al mar,» sin albergar ninguna duda en su corazón, sino creyendo que lo que dice sucederá, se le cumplirá. Así que Yo os digo: Dad por recibido todo lo que pidáis en oración, y se os cumplirá. Siempre que os pongáis a orar, si tenéis algo contra alguien, perdonadlo, para que vuestro Padre que está en el Cielo os perdone vuestros fallos.

Ahora volvemos a los dichos de Jesús que Marcos incluye en la historia de la maldición de la higuera. Ya hemos notado más de una vez que algunos dichos de Jesús se quedaron indeleblemente grabados en la memoria de los oyentes, pero se olvidó la ocasión en que los había dicho. Este es uno de ellos. El dicho acerca de la fe que puede mover montañas aparece también en Mateo 17.20 y en Luk_17:6 , y en cada uno de los evangelios aparece en un contexto totalmente diferente. La razón es que Jesús probablemente lo dijo más de una vez, y el contexto original se olvidó a menudo. El dicho acerca de la necesidad de perdonar a nuestros semejantes se encuentra en Mat_6:12 y 14, otra vez en un contexto totalmente diferente. Debemos considerar estos dichos independientemente del incidente particular en que se incluyen, como reglas generales que Jesús estableció repetidamente.

Este pasaje nos da tres reglas acerca de la oración.

(i) Debe ser una oración de fe. La frase acerca de trasladar montañas era una frase judía bastante corriente. Se aplicaba especialmente a suprimir, o superar, dificultades. Se usaba especialmente en referencia a los maestros sabios. Un buen maestro que pudiera eliminar las dificultades con que se enfrentaba la mente de sus estudiantes se llamaba un eliminador de montañas. Uno que oyó enseñar a un famoso rabino dijo que « vio a Resh Lajish como si estuviera quitando montañas de en medio.» Así que la frase quiere decir que, si tenemos verdadera fe, la oración es un poder que puede resolver cualquier problema, y capacitarnos para enfrentarnos con cualquier dificultad y vencerla. Eso parece muy sencillo, pero conlleva dos cosas.

La primera, implica que debemos estar dispuestos a llevarle a Dios nuestros problemas y dificultades. Esa es ya en sí una prueba muy real, porque algunas veces nuestros problemas consisten en que queremos obtener algo que no deberíamos ni desear, o que queremos encontrar la manera de hacer algo que no deberíamos ni pensar en hacer, que queremos justificarnos por hacer algo a lo que no deberíamos dedicar nuestro esfuerzo ni pensamiento. Uno de las grandes pruebas de cualquier problema es sencillamente decir: «¿Puedo realmente llevárselo a Dios, y pedirle Su ayuda?» Lo segundo, implica que debemos estar dispuestos a aceptar la dirección de Dios cuando Él nos la ofrezca. Es la cosa más corriente del mundo el pedir consejo cuando todo lo que uno quiere realmente es que se le dé la aprobación a alguna opción que ya está decidido a llevar a cabo. Es inútil ir a Dios para pedir Su dirección a menos que estemos dispuestos a ser lo bastante obedientes como para aceptarla. Pero si Le llevamos a Dios nuestros problemas y somos lo bastante humildes y valientes como para aceptar Su dirección, se nos da el poder que puede conquistar las dificultades de pensamiento y de ejecución.

(ii) Debe ser una oración expectante. Es un hecho universal que cualquier cosa que se emprende en un espíritu de expectación confiada tiene más de doble posibilidades de éxito. El enfermo que va al médico y no tiene ninguna confianza en el tratamiento que le prescriba tiene muchas menos posibilidades de ponerse bien que el que tiene confianza en que el médico le puede curar. Cuando oramos, no debemos hacerlo meramente por rutina. No debe ser nunca nuestra oración un rito sin esperanza.

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