Nos imaginaremos mejor esta escena si tenemos en mente la configuración del recinto del Templo. Hay dos palabras para templo íntimamente relacionadas en el Nuevo Testamento. La primera es hierón, que quiere decir el recinto sagrado. Esto incluía la totalidad del área del Templo, que cubría la cima del monte Sión y tenía una extensión de unos 30 acres. Estaba rodeada de grandes murallas que variaban, a cada lado, de 400 a 300 metros de longitud. Había un amplio espacio exterior que se llamaba el Atrio de los Gentiles. Allí podía entrar cualquiera, fuera judío o gentil. En el límite interior del Atrio de los Gentiles había una pared baja con carteles que decían que si un gentil pasaba aquel punto tenía la pena de muerte. El siguiente atrio se llamaba el Atrio de las Mujeres. Se llamaba así porque ninguna mujer podía pasar más adelante a menos que viniera a ofrecer sacrificio. El siguiente era el Atrio de los Israelitas. En él se reunía la congregación en las grandes ocasiones, y desde él se entregaban las ofrendas a los sacerdotes. El atrio más interior era el Atrio de los Sacerdotes.
La otra palabra importante es naós, que quiere decir el Templo propiamente dicho, y que estaba en el Atrio de los Sacerdotes. Toda la zona, incluyendo todos los diferentes atrios, era el recinto sagrado (hierón). El edificio especial que estaba dentro del Atrio de los Sacerdotes era el Templo (naós). Este incidente tuvo lugar en el Atrio de los Gentiles. Poco a poco el Atrio de los Gentiles se había ido secularizando totalmente. Se había diseñado para ser un lugar de oración y de preparación; pero tenía en tiempos de Jesús un ambiente comercializado de compra-venta que hacía imposibles la oración y la meditación. Lo que ponía las cosas todavía peor era que el negocio que se practicaba allí era una vergonzosa explotación de los peregrinos.
Cada judío tenía que pagar un impuesto al templo de medio siclo al año. Eso suponía unas 12 pesetas. No parece mucho, pero hay que tener en cuenta que el salario medio diario de un obrero era 7 pesetas. Ese impuesto tenía que pagarse en una clase especial de moneda. Para los propósitos normales, la moneda griega, romana, siria, fenicia, tina eran todas igualmente válidas; pero este impuesto tenía que pagarse en siclos del santuario. Se pagaba hacia el tiempo de la Pascua. Venían judíos de todas las partes del mundo para la Pascua, y con toda clase de monedas. Cuando iban a cambiar su dinero, tenían que pagar un impuesto de 2 pesetas, y tenían que tener la cantidad exacta para el impuesto, porque si había que devolverles algo tenían que pagar otras 2 pesetas para que se les diera el cambio. Casi todos los peregrinos tenían que pagar ese extra de 4 pesetas antes de pagar su impuesto. Debemos recordar que eso suponía la mitad del salario de un día, lo que era una cantidad de dinero considerable para la mayoría.
Las palomas se incluían ampliamente en el sistema sacrificial (Lev_12:8 ; Lev_14:22 ; Lev_15:14 ). Un animal para el sacrificio tenía que ser sin defecto. Las palomas se podían comprar bastante baratas fuera del Templo; pero los inspectores de los sacrificios era seguro que les encontrarían algún defecto; así es que se aconsejaba a los adoradores que las compraran en los puestos del templo. Las palomas costaban fuera 7 pesetas la pareja, y dentro nada menos que 150 pesetas. De nuevo se trataba de un abuso; y lo que lo hacía aún más flagrante era que este negocio de compra-venta pertenecía a la familia de Anás, que había sido sumo sacerdote.
Los mismos judíos eran plenamente conscientes de este abuso. El Talmud nos dice que Rabí Simón ben Gamaliel, al enterarse de que una pareja de palomas costaba dentro del Templo una moneda de oro, insistió en que el precio se redujera a una moneda de plata. Fue el hecho que explotaran a los pobres y humildes peregrinos lo que provocó la ardiente indignación de Jesús. El gran investigador Lagrange, que conocía tan bien el Oriente, nos dice que la misma situación se daba todavía en su tiempo en La Meca. El peregrino que busca la divina presencia se encuentra en medio de un gentío ruidoso donde la única finalidad de los vendedores es cobrar el precio más alto posible, y donde los peregrinos discuten y se defienden con igual fiereza.
Jesús usó una metáfora gráfica para describir el atrio del Templo. La carretera de Jerusalén a Jericó era famosa por sus bandoleros. Era una carretera estrecha y sinuosa que pasaba entre desfiladeros rocosos. Entre las rocas había cuevas en las que los bandidos acechaban, y Jesús dijo: «Hay bandidos peores en los atrios del Templo que los de las cuevas de la carretera de Jericó.»
El versículo 16 contiene la extraña afirmación de que Jesús no permitía que nadie llevara una bolsa por los atrios del Templo. De hecho el atrio del Templo se usaba como un atajo para ir de la parte oriental de la ciudad al monte de los Olivos. La misma Misná establece: «Una persona no puede entrar en el recinto del templo con bastón, o sandalias, o bolsa, ni con polvo en sus pies, ni lo puede usar como un atajo. « Jesús estaba recordándoles a los judíos sus propias leyes. En Su tiempo los judíos respetaban tan poco la santidad de los atrios exteriores del Templo que los usaban como lugar de paso para sus recados y negocios. Fue a las propias leyes de los judíos a las que Jesús quería dirigir la atención de ellos, y fueron sus propios profetas los que les citó (Isa_53:7 y Jeremías 7: I1).
¿Qué suscitó hasta tal punto la ira de Jesús?