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Marcos 10: En la enfermedad y en la salud

Mar 10:28-34

Lo primero que debe fijar nuestra atención en estos versículos es la gloriosa promesa que en ellos se contiene. El Señor

Jesús dice a sus discípulos, «En verdad os digo, que no hay hombre que haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o heredades, por amor mío y del Evangelio, que no reciba centuplicado, ahora en este tiempo, casas, y hermanos, y hermanas, y madres, é hijos, y heredades, con persecuciones, y en el mundo venidero la vida eterna..

Hay pocas promesas más extensas que esta en la Palabra de Dios. De cierto que no hay ninguna que dé más ánimo para aceptar la vida actual. Contemplen esta promesa todos los tímidos y flojos de corazón en el servicio de Cristo. Estudien bien esta promesa, y beban en ella su consuelo todos los que están sufriendo trabajos y tribulaciones por causa de Cristo.

A todos los que se sacrifican por el Evangelio, Jesús promete resarcirles sus sacrificios « centuplicados, ahora en este tiempo.»No solamente tendrán perdón y gloria en el mundo venidero, sino que aquí, en la tierra, tendrán esperanzas, y alegrías, y consuelos suficientes a compensar las pérdidas que hayan sufrido.

Encontrarán en la comunión de los santos, nuevos amigos, nuevos parientes, nuevos compañeros, más amantes, fieles y valiosos que los que tuvieron antes de su conversión. El verse recibidos en la familia de Dios será abundante recompensa por la exclusión en que se encuentren de la sociedad de este mundo. Esto podrá resonar en muchos oídos como algo increíble y sorprendente; pero muchos saben por experiencia que es verdad.

Á todos los que se sacrifican por el Evangelio, Jesús promete «vida eterna en el mundo venidero.» Tan pronto como abandonen su tabernáculo terreno, comenzarán una existencia gloriosa, y el día de la resurrección gozarán de honores y alegrías tales quo exceden la comprensión humana. Sus ligeras aflicciones de unos pocos años terminarán en recompensas eternas. Sus combates y pesares mientras han estado en el cuerpo, se cambiarán en un reposo perfecto y en una corona triunfal. Vivirán en un mundo en que no hay muerte, ni pecado, ni diablo, ni cuidados, ni lloros, ni separaciones, pues todas las cosas antiguas habrán pasado. Dios lo ha dicho, y se verá que todo es verdad.

En donde está el santo que se atreva a decir, oyendo estas gloriosa» promesas, que no hay estímulos para servir a Cristo? ¿En donde está el hombre o la mujer que en la carrera del cristiano siente que sus manos empiezan a caer y sus rodillas a Saquear? Que mediten este pasaje y cobren nuevo valor. El tiempo es corto; el fin es seguro; podrán sentirse pesados durante una noche, pero el gozo viene con la mañana. Confiemos pacientemente en el Señor Lo que, en segundo lugar, reclama nuestra atención en estos versículos, es el solemne apercibimiento que contienen. El Señor Jesús veía la presunción secreta de sus discípulos, y quiso cortar el vuelo a sus altos pensamientos con algunas palabras oportunas. «Muchos que son primeros serán últimos, y los últimos primeros..

¡Que verdad no encierran estas palabras aun aplicadas a los doce apóstoles! Entre los que oían a nuestro Señor se encontraba un hombre que por algún tiempo pareció ser uno de los más preeminentes de los doce. Tenía a su cuidado el tesoro y guardaba lo que en él se ponía; y, sin embargo, ese hombre cayó y tuvo un fin desastroso. Se llamaba Judas Iscariote. Por el contrarío, entre los oyentes de nuestro Señor no se encontraba aquel día uno que en época posterior hizo más por Cristo que todos los doce. Cuando nuestro Señor hablaba así era aún un joven fariseo, que se educaba a los pies de Gamaliel, y que por nada sentía tanto celo como por la ley. Y, sin embargo, ese joven al fin fue convertido a la fe de Cristo, no se quedó atrás de los principales de los apóstoles, y trabajó más que todos. Su nombre era Saulo. Con razón dijo nuestro Señor, «los primeros serán últimos, y los últimos primeros..

¡Que verdaderas son esas palabras, cuando las aplicamos a la historia de las iglesias cristianas! Hubo un tiempo que el Asia Menor, la Grecia, y el África Septentrional estaban llenas de cristianos, mientras que la Inglaterra y la América eran países paganos. Mil y seiscientos años han producido un gran cambio.

Las iglesias de África y de Asia se han hundido en una ruina completa, al mismo tiempo que las iglesias de Inglaterra y de América están trabajando en extender por el mundo el Evangelio. Con razón pujo decir nuestro Señor que «los primeros serán los últimos, y los últimos primeros..

¡Cuan verdaderas parecen estas palabras a los creyentes, cuando registran bus pasadas vidas y recuerdan todo lo que han visto desde el día de su conversión! Cuantos empezaron a servir a Cristo en la misma época que ellos y al parecer marcharon bien por algún tiempo. ¿Pero en donde se encuentran ahora? El mundo ha cautivado a uno; falsas doctrinas han extraviado a otro; un matrimonio malo La echado a perder a un tercero; y pocos son los creyentes que no puedan recordar muchos casos parecidos. Pocos son los que al fin no descubren que « los últimos son a menudo los primeros, y los primeros últimos.› Aprendamos a pedir en nuestras oraciones humildad al leer textos como este. No es bastante comenzar bien; debemos perseverar, y adelantar, y continuar en nuestra buena conducta. No nos contentemos con las primeras flores de algunas pocas convicciones religiosas, de alegrías, pesares, esperanzas y temores.

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