El versículo 38 contiene una frase extraña en la versión Reina-Valera: « Darán en vuestro regazo.» Los judíos llevaban una ropa larga hasta los pies, sujeta con un cinturón. La ropa se podía remangar un poco por debajo del cinturón formando como una bolsa donde se podían llevar cosas. Como esto ya no se usa, lo hemos traducido más a la moderna: «os echarán en la bolsa.»
REGLAS PARA LA VIDA
Lucas 6:39-45
A continuación Jesús les puso un ejemplo:
-Está claro que un ciego no puede guiar a otro, porque correrían peligro de caerse en un hoyo los dos. Un estudiante no sabe más que su profesor; aunque, si persevera, puede llegar a saber tanto como él. ¿Cómo es que ves una pajita de nada en el ojo de tu hermano, y no te das cuenta de que tienes toda una viga en el tuyo? ¿Cómo te atreves a decirle a tu hermano que te deje quitarle la pajita del ojo, cuando ni siquiera ves, porque tienes el tuyo tapado por una vigota? Tu fallo consiste en no aplicarte lo que les dices a los demás. Empieza por quitarte la viga que tienes en el ojo, y entonces podrás ver con claridad para quitarle a tu hermano la pajita que tiene en el suyo. Un buen árbol no produce mal fruto, ni tampoco produce buen fruto un árbol que está podrido. Se puede decir qué clase de árbol es por el fruto que da. ¿A que no se cogen higos en los espinos, ni se vendimian uvas en las zarzas? Un hombre que es bueno saca cosas buenas del buen depósito de su corazón; y un hombre malo, cosas malas. Lo que habla una persona es lo que rebosa de lo que tiene en el corazón.
Este pasaje parece una serie de dichos aislados. Esto puede ser por dos razones. Puede ser que Lucas haya recogido aquí cosas que Jesús dijo en diferentes ocasiones, y nos las dé como un compendio de reglas acerca de la vida. O puede ser que tengamos aquí un ejemplo de una manera de enseñar típicamente judía. Le llamaban jaraz, que quiere decir ensartar perlas. Los rabinos decían que un predicador no debe detenerse más de dos minutos en cada asunto, sino que debe pasar pronto de uno a otro para mantener el interés. Por eso la manera de predicar de los judíos nos parece deshilvanada.
Los temas de este pasaje se agrupan naturalmente en cuatro partes.
(i) Versículos 39 y 40. Jesús señala que un profesor no puede guiar a sus alumnos más allá de donde haya llegado él. Aquí tenemos una doble advertencia. En nuestro discipulado tenemos que buscarnos el mejor profesor, porque será el único que nos pueda guiar más y más lejos. Nadie puede enseñar lo que no sabe.
(ii) Versículos 41 y 42. Aquí tenemos un ejemplo del humor de Jesús. Al trazar la escena del hombre con una viga en el ojo tratando de sacarle una pajita del suyo a un vecino, Jesús debe haber tenido una sonrisa en los labios. Quería decir que no tenemos derecho a criticar a otros a menos que no tengamos ninguna falta. Eso quiere decir sencillamente que nunca tenemos derecho a criticar a los demás, porque «hay tanto malo en el mejor de nosotros y tanto bueno en el peor de los otros que no nos corresponde a nosotros sacarle faltas a nadie», como ha dicho alguien.
(iii) Los versículos 43 y 44 nos recuerdan que no se puede juzgar a nadie más que por sus obras. Se le decía a un maestro:
« No puedo oír lo que me dices porque estoy escuchando lo que haces.» Enseñar y predicar es impartir « verdad por medio de la personalidad.» Las palabras bonitas no pueden tomar el lugar de las buenas obras. Eso viene muy a cuento hoy en día. Tenemos miedo de ideologías y de sectas extrañas; pero debemos darnos cuenta de que no las derrotaremos escribiendo libros o celebrando congresos; la única manera de demostrar la superioridad del Evangelio es mostrando en nuestras vidas que es el único poder que puede producir hombres y mujeres mejores.
(iv) Versículo 45. Jesús nos recuerda que las palabras que afloran a nuestros labios son en última instancia el producto de nuestro corazón. Nadie puede hablar de Dios con sentido a menos que tenga en el corazón el Espíritu de Dios. Nada revela el estado de un corazón humano tanto como lo que dice cuando no está midiendo cuidadosamente las palabras; cuando dice lo primero que se le ocurre. Si preguntamos dónde está un sitio, alguien nos dirá que está cerca de tal iglesia; otro, que está cerca de tal cine; otro, que está cerca de tal campo de fútbol; otro, que está cerca de tal bar. La respuesta a una pregunta casual muestra a menudo hacia dónde se vuelven naturalmente los pensamientos de una persona, y cuáles son sus intereses. Lo que decimos nos delata.