El vino se hacía en odres en Palestina. Cuando se pone mosto en un odre, al fermentar, produce gases. Si el odre es nuevo, tiene elasticidad y puede con la presión; pero, si es viejo, la piel está reseca, y se revienta. Jesús quiere decir: «No dejes que sé te ponga la mente como un odre viejo. La gente dice del vino que lo añejo es mejor. Puede que lo sea en un momento dado, pero olvidan que es un error el despreciar el vino nuevo, porque llegará el día en que haya madurado y sea el mejor de todos.»
En este pasaje Jesús rechaza la mente cerrada y recomienda que no despreciemos lo nuevo sólo porque lo es.
(i) No debemos tener miedo a la libertad de pensamiento. Si creemos en el Espíritu Santo, debemos estar dispuestos para que Dios nos guíe a nuevas verdades. Fosdick pregunta en alguna parte: «¿Cómo estaría la medicina si los médicos no pudieran usar nada más que las medicinas y las técnicas que se conocían hace trescientos años?» Y sin embargo, nuestros parámetros doctrinales son mucho más antiguos. El que propone algo nuevo siempre tiene que luchar. A Galileo le tenían por hereje porque decía que la Tierra gira alrededor del Sol. Lister tuvo que luchar para que se aplicaran los antisépticos en las operaciones quirúrgicas. Simpson tuvo que arrostrar la oposición al uso del cloroformo. Tengamos cuidado con rechazar todo lo nuevo, porque podría querer decir. que hemos perdido la elasticidad mental. No eludamos la aventura del pensamiento.
(ii) No debemos tener miedo de nuevos métodos. El que algo se haya hecho siempre puede que sea la mejor razón para dejar de hacerlo. El que algo no se ha hecho nunca puede que sea la mejor razón para intentarlo. No hay negocio que marche con métodos anticuados -y sin embargo la iglesia sigue intentándolo. Cualquier negocio que hubiera perdido tantos clientes como la iglesia habría tratado de renovarse hace mucho -pero la iglesia sigue rechazando todo lo nuevo.
Una vez Rudyard Kipling vio al General Booth del Ejército de Salvación subir a bordo de un barco para una gira alrededor del mundo, y le hicieron la despedida al son de panderetas y otros instrumentos, cosa que no le hizo ninguna gracia al alma conservadora de Kipling. Más tarde, cuando llegó a conocer. al General le dijo que no le hacían ninguna gracia las panderetas y todo eso; y Booth se le quedó mirando y le dijo: «Joven: si yo creyera que puedo ganar algún alma para Cristo haciendo el pino y tocando la pandereta con los pies, aprendería a hacerlo.»
Hay un conservadurismo sabio y otro que no lo es. Tengamos cuidado de no ser tradicionalistas reaccionarios en el pensamiento o en la acción cuando debemos ser, como cristianos, intrépidos aventureros.
El lago de Genesaret también se conocía como el mar de Galilea o el mar de Tiberias.
Los pescadores en el mar de Galilea empleaban redes, a menudo usaban un peso de plomo en forma de campana alrededor de sus bordes. Al lanzarse una red al agua, el peso del plomo hacía que se hundiera y cubriera los bordes. El pescador entonces tiraba una cuerda para cerrar la red alrededor del pez. Las redes debían mantenerse en buenas condiciones, de modo que se lavaban para remover las algas y remendarlas.
Simón Pedro se atemorizó con el milagro y su primer reacción fue reconocer su pequeñez en comparación con la grandeza de este hombre. Pedro sabía que Jesús sanaba enfermos y echaba fuera demonios, pero se maravillaba de que El estuviera al tanto de la rutina diaria y comprendiera su necesidad. A Dios no solo le interesa salvarnos, sino también ayudarnos en nuestra vida diaria.
Hay dos condiciones previas para seguir a Dios. Como Pedro, debemos reconocer nuestra naturaleza humana pecadora. Luego, como estos pescadores debemos reconocer que no podemos salvarnos a nosotros mismos. Dios es el único que puede hacerlo. Si reconocemos que necesitamos ayuda y sabemos que Jesús es el único que nos puede ayudar, estaremos en condiciones de dejarlo todo y seguirle.
Este es el segundo llamado de los discípulos. Después del primero (Mat_4:18-22; Mar_1:16-20), Pedro, Andrés, Jacobo y Juan volvieron a pescar. Observaron cómo Jesús estableció su autoridad en la sinagoga, curó enfermos y echó fuera demonios. Ahora Jesús también establecía su autoridad en sus vidas; los halló en su medio y les ayudó en su trabajo. A partir de ahí, dejaron sus redes y permanecieron con Jesús. Para nosotros, seguir a Jesús es más que reconocerlo como Salvador. Significa dejar nuestro pasado y dedicar nuestro futuro a El.
La lepra era un mal temido porque a menudo era altamente contagiosa y no había cura conocida. La lepra tenía un impacto emocional de terror similar al SIDA hoy. (La lepra, también llamada el mal de Hansen, aún existe en una forma menos contagiosa que puede tratarse.) Los sacerdotes se dedicaban a la prevención del mal, desterraban a los leprosos del pueblo a fin de prevenir la infección y readmitían a quienes cuyo mal estaba en remisión. Ya que la lepra destruía los terminales nerviosos, a menudo los leprosos sin darse cuenta se lastimaban los dedos de pies y manos y la nariz. Este leproso era un caso avanzado, de manera que sin duda había perdido gran parte de los tejidos de su cuerpo. Aun así, creía que Jesús podría curarle su mal.