Lucas 5: Condiciones para un milagro

Desde este momento, Jesús no tendría reposo. Estaría siempre bajo el escrutinio de miradas hostiles y críticas. La oposición había cristalizado, y no podía haber más que un final. Jesús lo sabía, y antes de enfrentarse con la oposición se retiró a orar. El amor en los ojos de Dios le compensaba por el odio en los ojos de los hombres. La aprobación de Dios le animaba a arrostrar la crítica de los hombres. De la paz de Dios sacaba fuerzas para la batalla de la vida; y nosotros, que somos sus discípulos, debemos ser como Él.

PERDONADO Y CURADO

 

Llegó un grupo de hombres llevando en una camilla a otro que estaba paralítico. Intentaban acercarle adonde estaba Jesús para dejarle delante de Él; pero había tanta gente en la casa que no podían entrar con el enfermo. En vista de eso se subieron a la azotea y le bajaron con camilla y todo por entre las vigas del techo justamente delante de Jesús.

Cuando Jesús se dio cuenta de la fe que tenían, le dijo al paralítico:

-Hombre: tus pecados están perdonados.

Entonces los escribas y los fariseos empezaron a cavilar y a decirse para sus adentros:

-¿Quién se ha creído este blasfemo? ¡Dios es el único que puede perdonar los pecados!

Jesús se dio cuenta de lo que se les estaba pasando por la cabeza, y se dirigió a ellos:

-¿Por qué le estáis dando vueltas a lo que he dicho? -les dijo-. ¿Qué es más fácil, decirle « tus pecados están perdonados», o «levántate y anda»? Pues para que veáis que este Hijo del Hombre tiene autoridad para perdonar los pecados en la Tierra -entonces se dirigió al paralítico-: ¡Haz lo que te digo! ¡Levántate, recoge tu camilla y vete a tu casa!

El paralítico se levantó inmediatamente delante de todos, recogió la camilla en la que le habían traído y se marchó a su casa alabando a Dios. Y todos se quedaron atónitos a más no poder, y se pusieron a alabar a Dios, llenos de santo terror; y decían: -¡Hoy hemos presenciado cosas increíbles!

Aquí tenemos un relato que es todo un cuadro. Jesús estaba enseñando en una casa. Las casas de Palestina tenían terraza, con un mínimo de inclinación para que cayera el agua de la lluvia. La techumbre estaba formada por vigas que iban de lado a lado a corta distancia, con cañizo y cuerdas y cubierta con una capa de aislante. Era lo más fácil del mundo el quitar el relleno entre dos vigas. De hecho, los ataúdes se metían y sacaban muchas veces por el techo.

¿Qué quiere decir este pasaje acerca del perdón de los pecados? Debemos tener presente que se consideraba que el pecado y el sufrimiento estaban íntimamente relacionados como causa y efecto. Se daba por sentado que, si una persona estaba sufriendo, sería porque había pecado; y por eso, el que sufría tenía a menudo un sentido de culpabilidad. Por eso Jesús empezó por decirle al paralítico que se le habían perdonado los pecados. De otra manera el hombre no habría creído que podía ponerse bueno. Esto nos muestra cómo fueron derrotados en la discusión los escribas y fariseos: ellos objetaban a que Jesús pretendiera poder perdonarle los pecados al hombre. Según ellos pensaban y creían, el hombre estaba enfermo porque había pecado; y si recobraba la salud, era señal de que se le habían perdonado los pecados. La objeción de los escribas y fariseos se volvió contra ellos y los dejó sin argumentos.

Lo maravilloso aquí es que lo que salvó a ese hombre fue la fe de sus amigos. Cuando Jesús se dio cuenta de la fe que tenían -la fe emprendedora de los amigos, que no se detenía ante nada que les impidiera traer a su amigo a Jesús para que le pusiera bueno-, aquella fe obtuvo la salud del paralítico. Esto sigue sucediendo.

(i) Hay quienes se salvan por la fe de sus padres. Carlyle solía decir que, a través de los años, volvía a él la voz de su madre: « Confía en Dios, y haz el bien.» Cuando Agustín de Hipona estaba viviendo una vida incontrolada e inmoral, su piadosa madre fue a buscar la ayuda de un obispo cristiano. « Es imposible -le dijo éste- que el hijo de tales oraciones y lágrimas se pierda.» Muchos de nosotros damos testimonio con gratitud y gozo de que le debemos todo lo que somos y seremos a la fe de nuestros padres.

(ii) Hay quienes se salvan diariamente por la fe de los que los aman. Cuando H. G. Wells hacía poco que se había casado y el éxito le exponía a nuevas tentaciones, decía: « Menos mal que detrás de las puertas del número 12 de Mornington Road dormía una tan dulce y tan limpia que me resultaba inconcebible el presentarme miserable o borracho o vil.» Muchos de nosotros habríamos caído en la desvergüenza si no fuera porque no habríamos podido enfrentarnos con- el dolor o la tristeza en los ojos de alguien que nos amaba.

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