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Lucas 3: La llamada de Juan al arrepentimiento

Dos cosas, sin embargo, hay que notar en la genealogía de Lucas.

(i) Subraya la humanidad real de Jesús, el hecho de que fue un hombre como todos nosotros, no un fantasma ni un semidiós como los de la mitología. Para salvar a los hombres se hizo real y verdaderamente hombre.

(ii) Mateo se detiene en Abraham, y Lucas prosigue hasta Adán. Para Mateo, Jesús pertenecía al pueblo judío; para Lucas, a toda la humanidad, y por eso se remonta no sólo hasta el patriarca del pueblo de Israel, sino al padre de toda la raza humana. Lucas quita las barreras nacionales y raciales hasta de la lista de antepasados de Jesús.

Tiberio, emperador romano, gobernó del 14 al 37 d.C. Pilato fue el gobernador romano de la provincia de Judea. Herodes Antipas y Felipe eran medio hermanos e hijos del cruel Herodes el Grande, que ya llevaba más de veinte años de fallecido. Antipas, Felipe, Pilato y Lisanias al parecer tenían el mismo poder en el gobierno de sus territorios. Todos estaban sujetos a Roma y tenían la responsabilidad de mantener la paz en sus respectivas regiones.

Bajo la Ley judía había un solo sumo sacerdote. Dios lo eligió de la descendencia de Aarón y retuvo su posición para siempre. En este tiempo, sin embargo, el sistema religioso estaba corrompido y los gobernantes romanos eligieron sus propios líderes religiosos manteniendo así un gran control sobre los judíos. Al parecer, las autoridades romanas depusieron a Anás, judío elegido, y lo reemplazaron con su hijo político, Caifás. Está demás decir que Anás retuvo su título (véase Act_4:6) y quizás también asumió mucho del poder. Esto porque los judíos creían que la posición del sumo sacerdote era para toda la vida. Por lo tanto, seguirían llamando a Anás su sumo sacerdote.

Este es Juan el Bautista, cuya historia de nacimiento se relata en el capítulo 1.

Pilato, Herodes y Caifás fueron los líderes más poderosos en Palestina, pero los desafió un profeta solitario de la Judea rural. Dios decidió hablar a través de Juan el Bautista, que entraba en la historia como el más grande en comparación con los que gobernaron en su día. ¡Con cuánta frecuencia juzgamos a la gente por nuestras reglas culturales: poder, riqueza, belleza, y pasamos por alto a los que en realidad son importantes y mediante los cuales Dios obra! La grandeza no se mide por lo que se tiene, sino por lo que se hace para Dios. Como Juan, debe darse por entero a Dios para que su poder obre a través de usted.

El arrepentimiento tiene dos lados: alejarse del pecado y acercarse a Dios. Para recibir perdón, se necesita de ambas actitudes. No podemos simplemente decir que creemos y vivir como mejor nos parezca (véase 3.7, 8), ni siquiera tener una buena conducta moral sin relación con Dios, porque ella por sí sola no puede ofrecernos el perdón de pecados. Decida librarse de todo pecado que Dios ha señalado y ponga su confianza solo en El, para que lo guíe.

En los tiempos de Juan, antes de que un rey emprendiera un viaje los mensajeros se encargaban de planear la visita y preparar el camino. Asimismo, Juan indicó a sus oyentes que alistaran sus vidas para la venida del Señor. Al prepararnos para recibir al Señor, debemos centralizarnos en El, escuchar sus palabras y responder obedientes sus mandatos.

Este libro se escribió para una audiencia gentil. Lucas se refiere a Isaías para mostrar que la salvación es para todas las personas, no solo para los judíos (Isa_40:3-5; Isa_52:10). Juan el Bautista hizo un llamado a todas las personas a que se prepararan para su encuentro con Jesús. Lo incluye a usted, sin importar la relación que tenga con organizaciones religiosas ni con autoridades. No deje que sus sentimientos lo mantengan fuera de la causa. Nadie que quiera seguir a Jesús es un forastero en el Reino de Dios.

¿Qué motiva su fe: temor al futuro o el deseo de ser mejor en un mundo superior? Algunas personas querían que Juan las bautizara a fin de escapar del castigo eterno, pero no buscaban a Dios para salvación. Juan tuvo palabras duras para dichas personas. Sabía que Dios valora más el cambio que el rito. ¿Está su vida enraizada en el deseo de una vida nueva y transformada o es el simple deseo de recibir una vacuna o una póliza de seguro en contra de un posible desastre?

Muchos de los oyentes se estremecieron cuando Juan dijo que ser descendientes de Abraham no era suficiente para Dios. Para estar ante Dios, los líderes religiosos dependían más de su genealogía que de su fe. Para ellos, la religión era una herencia. Pero una relación con Dios no es posible trasmitirse de padres a hijos. Cada uno la debe hallar solo. No confíe en nadie más para su salvación. Ponga su fe en Jesús y luego ejercítela al ponerla en acción cada día.

Confesión de pecados y cambio de vida son inseparables. La fe sin obras es muerta (Jam_2:14-26). Las duras palabras de Jesús las dirigió a los respetables líderes religiosos que se cerraron a un verdadero cambio. Buscaban reconocimiento como autoridades religiosas, pero no deseaban cambiar sus corazones ni sus mentes. De ahí la improductividad de sus vidas. El arrepentimiento es falso si no está ligado a la acción. Seguir a Jesús significa más que expresar buenas palabras. Significa hacer lo que El manda.

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