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Lucas 3: La llamada de Juan al arrepentimiento

-¡Viene el Rey! -decía-. ¡Arreglad, no las carreteras, sino vuestras vidas!

Todos tenemos el deber de hacer que nuestras vidas estén en regla para que las vea el Rey.

LA LLAMADA DE JUAN AL ARREPENTIMIENTO

Este era el mensaje que daba Juan a las multitudes que venían a que las bautizara:

-¡Raza de víboras! ¿Quién os ha dado la alarma para que huyáis de la ira que se os echa encima? Demostrad con vuestra conducta que vuestro ‹»arrepentimiento es sincero, y no os hagáis ilusiones diciendo para vuestros adentros: «¡Somos hijos de Abraham!» Porque os digo que Dios puede sacar hijos de Abraham hasta de las piedras. ¡Ya está el hacha lista a la raíz de los árboles! EL árbol que no da buen fruto, se corta y se echa al fuego.

La gente no hacía más que preguntarle:

-Entonces, ¿qué es lo que tenemos que hacer?

-El que tenga dos camisas -contestaba Juan-, que le dé una al que no tiene ninguna; y el que tenga comida, que haga lo mismo.

También venían publicanos a bautizarse, y le decían:

Maestro, ¿qué tenemos que hacer nosotros?

No le hagáis pagar a nadie más de lo que sea justo.

-Y nosotros, ¿qué tenemos que hacer? -le preguntaron también unos soldados; y les contestó:

-No seáis violentos con la gente, ni chantajeéis a nadie, y conformaos con vuestra paga.

Como la gente estaba expectante, y algunos se preguntaban para sus adentros si podría ser que Juan fuera

el Mesías, él reaccionó y les dijo a todos:

-Yo no os bautizo nada más que con agua; pero está al llegar Uno que es tanto más poderoso que yo, que yo no valgo ni para descalzarle: Ése es el que os bautizará con Espíritu Santo y fuego. Ya tiene el bieldo en la mano y se dispone a beldar la era para recoger el trigo en el granero y echar la paja en un fuego que no se apaga.

Aquí tenemos el mensaje de Juan al pueblo. En ningún lugar queda más evidente la diferencia que hay entre Juan el Bautista y Jesús; porque el mensaje de Juan no era evangelio, es decir, buena noticia, sino una noticia aterradora.

Juan había vivido en el desierto. La superficie del desierto estaba cubierta de ramas y matojos secos como la yesca. A veces una chispa prendía, y se armaba un incendio en el desierto, y salían las víboras de sus grietas, escabulléndose de la quema. Con ellas comparaba Juan a los que venían a bautizarse.

Los judíos no tenían la menor duda de que en la economía de Dios había una cláusula referente a una nación privilegiada. Mantenían que Dios juzgaría a las demás naciones con una medida, y a los judíos con otra. De hecho, creían que un judío estaba a salvo del juicio simplemente por serlo. Los hijos de Abraham estaban exentos del juicio. Juan les decía que no hay tal cosa como privilegios raciales; que la vida, no el linaje, era lo que Dios consideraba en el juicio.

Hay tres cosas que sobresalen en el mensaje de Juan.

(i) Empezaba demandando a los hombres que compartieran lo que tenían con los que no tenían. Era un evangelio social, que anunciaba que Dios no absolverá nunca al que está contento de tener de más cuando otros tienen de menos.

(ii) Mandaba a los hombres, no que dejaran su trabajo, sino que cumplieran con su trabajo como era debido: que el publicano fuera un buen publicano, y el soldado un buen soldado. Lo que Dios manda es que le sirvamos allí donde Él nos ha colocado.

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