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Lucas 24: Por qué buscais entre los muertos al que vive

La madrugada del domingo, las mujeres fueron a la tumba con las especias aromáticas que habían preparado, con algunas mujeres más; y se encontraron la piedra que cerraba la tumba quitada de su sitio. Entraron, y no encontraron el cuerpo del Señor Jesús. Y, fijaos: cuando estaban ahí sin saber qué pensar de aquello, de pronto se les presentaron dos varones con ropa deslumbrante. Ellas se llevaron tal susto que no se atrevían ni a levantar la mirada del suelo; pero los varones les dijeron:

-¿Cómo es que estáis buscando donde se ponen los muertos al Que está vivo? ¡No está aquí, porque ha resucitado! Acordaos de lo que os dijo cuando estaba con vosotras en Galilea: que era menester que el Hijo del Hombre fuera entregado a la jurisdicción de los pecadores, que le crucificarían; pero que al tercer día resucitaría.

Entonces se acordaron ellas de lo que les había dicho Jesús. De vuelta de la tumba les dieron la noticia a los once apóstoles y a todos los demás; fueron María Magdalena, Juana, María la madre de Santiago y las otras que habían ido con ellas las que trataron de decírselo todo a los apóstoles; pero a ellos les sonaba todo aquello a locura, y no lo tomaban en serio.

Sin embargo Pedro se puso en pie de un salto y sali o corriendo en dirección a la tumba; y cuando llegó, y entró, vio el sudario sin el cuerpo. Luego se volvi o a casa maravillado de lo que había sucedido.

El shabat judío, nuestro sábado, es el séptimo día de la semana, y conmemora el descanso de Dios cuando completó la Creación: El domingo cristiano es el primer día de la semana, y conmemora la Resurrección de Jesús. Aquel primer domingo cristiano, las mujeres fueron a la tumba para llevar a cabo los últimos quehaceres del amor y embalsamar el cuerpo de su amado muerto con aromas y ungüentos. En Oriente, las tumbas se hacían muchas veces en la roca. El cadáver se envolvía en largas tiras de lino, como vendas, y se colocaba en un poyo de la roca. Luego se cerraba la tumba con una gran piedra circular. Cuando llegaron las mujeres se encontraron con que la piedra no estaba en su sitio, y la tumba abierta.

Aquí nos encontramos con una de esas discrepancias en los relatos de la Resurrección a las que dan tanta importancia los que no quieren creer. En Marcos, el mensajero de la tumba es un joven con una túnica larga blanca (16:5); en Mateo, es un ángel del Señor (28:2). Aquí son dos varones con vestiduras deslumbrantes; y en Juan son dos ángeles (20:12). Es cierto que hay algunas diferencias de detalle; pero también es cierto que lo que importa está muy claro y siempre igual: el hecho de la tumba vacía. Si, como algunos sugieren, todos estos relatos se inventaron para presentar algo que no había ocurrido, habría sido facilísimo ponerse de acuerdo en los detalles también. Ningún juez espera que los testigos presenciales coincidan en todos los detalles de su testimonio. Si dos firmas son exactamente iguales, una por lo menos es falsa. Las diferencias son una prueba de la honradez de los evangelistas, y de la verdad de la Resurrección.

Las mujeres volvieron con la mejor noticia de la Historia, pero los apóstoles no las creyeron. Aquello les sonaba a cuento. La palabra que se usa en el original se emplea en las historias médicas para referirse a las tonterías que se dicen en un estado febril agudo o de locura. Sólo Pedro se lanz o a comprobar si aquello era cierto. Esto dice mucho de Pedro. El que negara a su Maestro no se podía haber mantenido oculto; y, sin embargo, tenía el coraje moral necesario para enfrentarse con los que conocían su vergüenza. El que había actuado como «una paloma incauta», se iba convirtiendo en «una roca».

La pregunta ineludible y desafiante de esta historia es la que dirigieron a las mujeres los mensajeros: «¿Cómo es que estáis buscando donde se ponen los muertos al que está vivo?»

Todavía hay muchos que buscan a Jesús entre los muertos.

(i) Hay quienes le consideran el hombre más grande y el más noble héroe que haya habido jamás, y el que vivi o la vida más encantadora que se haya vivido en la Tierra pero que muri o hace mucho tiempo. Eso no es. Jesús no está muerto: ¡está vivo! No es meramente un héroe del pasado, sino una realidad viviente del: presente.

(ii) Hay quienes consideran a Jesús meramente como un hombre cuya vida hay que estudiar, cuyas palabras hay que examinar y cuya enseñanza hay que analizar. Esto se ve claramente en los muchos grupos de estudio que proliferan mientras desaparecen las reuniones de oración. Sin duda, el estudio es necesario; pero Jesús no es meramente un objeto de estudio, sino Alguien con quien puede uno encontrarse y vivir cada día. No es meramente el personaje de un libro, ni siquiera del mayor libro del mundo, sino una presencia viva.

(iii) Hay quienes ven en Jesús el modelo y ejemplo perfecto. Y lo es; pero un ejemplo perfecto puede ser algo descorazonador. A algunos de nosotros nos daban en el «cole» un cuaderno de caligrafía a la cabecera de cuyas páginas había una línea de escritura perfecta que teníamos que reproducir. ¡Qué pobre era el resultado que lográbamos en nuestro esfuerzo para reproducir aquel modelo perfecto! Pero, a veces, el maestro se nos acercaba, se sentaba a nuestro lado, nos cogía la mano en la suya, y nos guiaba los trazos. ¡Qué bien nos salían entonces, y con qué concentración nos mordíamos la lengua! Eso hace Jesús con nosotros: no se limita a ser un dechado perfecto que nunca podremos reproducir, sino que nos guía y fortalece para que podamos seguir su ejemplo. No es sólo un modelo de vida; es también una presencia que nos ayuda a vivir.

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