22.55 Las experiencias de Pedro en las próximas horas cambiarían su vida. Se convertiría de un seguidor poco entusiasta a un discípulo arrepentido y finalmente a la clase de persona que Cristo podría utilizar para edificar su Iglesia. Si desea más información, véase su perfil en Mateo 27.
22.62 Pedro lloró amargamente, no solo por aceptar que negó a su Señor, el Mesías, sino también porque dio las espaldas a un amigo muy querido, alguien que lo amó y enseñó durante tres años. Sin tomar en cuenta la advertencia de Jesús (Mar_14:29-31; Luk_22:33-34), Pedro manifestó que nunca lo negaría. Sin embargo, cuando sintió temor, actuó en contra de su intrépida promesa. Incapaz de mantenerse a favor de su Señor durante doce horas, falló como discípulo y como amigo. Debemos estar atentos a nuestros lados débiles y no ser autosuficientes ni presumidos. Si fallamos, recordemos que Cristo puede usar a quienes reconocen su falta. Pedro aprendió mucho de esta experiencia humillante y le fue de ayuda en las responsabilidades de líder que muy pronto asumiría.
22.70 Jesús no manifestó en este momento que El era Dios, simplemente respondió con un sí la pregunta del sumo sacerdote, diciendo: «Vosotros decís que lo soy». Pero Jesús se identificó con Dios al usar un título familiar que se halla en el Antiguo Testamento: «Yo soy» (Exo_3:14). El sumo sacerdote reconoció la declaración de Jesús y lo acusó de blasfemo. Para cualquier otro ser humano decir que era Dios era una blasfemia, pero en este caso era verdad. La blasfemia, el pecado de pretender ser Dios o atacar de cualquier forma su autoridad y majestad, se castigaba con la muerte. Los líderes judíos tenían la evidencia que necesitaban.
JUICIO DE JESUS
El juicio de Jesús fue más bien una serie de interrogatorios controlados con cuidado a fin de lograr su muerte. El veredicto estaba profetizado, pero eran necesarios ciertos procedimientos «legales». Demandó un gran esfuerzo condenar y crucificar a un inocente. Jesús enfrentó un juicio injusto en nuestro lugar, de manera que no tuviéramos que sufrir uno de esta naturaleza y recibir el justo castigo por nuestros pecados.
- Juicio ante Anás (poderoso ex sumo sacerdote) Joh_18:13-23
- Razones probables : Aunque ya no era sumo sacerdote, seguía ostentando mucho poder
- Juicio ante Caifás (sumo sacerdote durante el juicio) Mat_26:57-68; Mar_14:53-65; Luk_22:54, Luk_22:63-65; Joh_18:24
- Razones probables : Reunir evidencias para el concilio,
- Juicio ante el concilio (Sanedrín) Mat_27:1; Mar_15:1; Luk_22:66-71
- Razones probables: Juicio religioso formal y condenación a muerte
- Juicio ante Pilato (la más alta autoridad romana)
Lucas 22:1-13
En el capítulo al cual dan principio estos versículos empieza la relación que hace S. Lucas de la pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo. Ningunas de las páginas del Evangelio son tan importantes como estas. La muerte de Cristo fue la vida del mundo. Ni hay parte de la historia de nuestro Señor que los evangelistas hayan referido de una manera tan circunstanciada como esta. Solo dos de ellos relatan el nacimiento de Jesús; mas todos cuatro, y en especial Lucas, narran su muerte con minuciosidad.
En estos versículos percibimos, en primer lugar, que ni aun los más altos destinos eclesiásticos pueden preservar a los que los desempeñan, de caer en el error y en el pecado. Se nos dice que los príncipes de los sacerdotes y los escribas procuraban matar a Jesús.
Los hombres que dieron los primeros pasos para causar la muerte de Jesús, eran maestros de la nación judía. Los siervos que debieron haber dado la bienvenida al Mesías fueron quienes se conspiraron para matarlo. Los-pastores que debieron haberse regocijado cuando apareció el Cordero de Dios, fueron los mayores cómplices de su inmolación. Ellos ocupaban la silla de Moisés y se jactaban de ser guías de los ciegos y luz do los que estaban en tinieblas, Rom_2:19. Pertenecían a la tribu de Leví y la mayor parte de ellos descendían por línea recta de Aarón. Y sin embargo, crucificaron al Señor de gloria. Con toda su decantada sabiduría eran más ignorantes que los pocos pescadores de Galilea que siguieron a Cristo.
Guardémonos de tributar demasiada veneración a los ministros de la religión a causa de su estado. Las herejías más atroces y los abusos más abominables, han sido introducidos en la iglesia por hombres que, en alguna época, recibieron las órdenes sagradas. Es cierto que los que son superiores en dignidad merecen cierto respecto, y que es preciso no prescindir del orden y de la disciplina; pero hay ciertos límites más allá de los cuales no es prudente que penetremos.