Estaba próxima la fiesta de los ázimos, más generalmente conocida como la Pascua. Los principales sacerdotes y los escribas estaban buscando la manera de acabar con Jesús, pero no les resultaba fácil porque tenían miedo de la reacción de la gente. Entonces Satanás entró en Judas, alias « El Iscariote», que era uno de los Doce, y este fue a los principales sacerdotes y los oficiales de la policía del templo para convenir con ellos la manera de entregarles a Jesús. Ellos se alegraron de que se les presentara una oportunidad, y llegaron al acuerdo de darle dinero a Judas por sus servicios, y él se comprometió a buscar la ocasión para entregarles a Jesús a espaldas de la gente.
Era el tiempo de la Pascua cuando Jesús llegó a Jerusalén para morir. La fiesta de los ázimos, o pan sin levadura, no era exactamente lo mismo que la Pascua. La fiesta de los ázimos duraba una semana, del 15 al 21 de Nisán (Abril), y la Pascua se comía el 15 de Nisán, en conmemoración de la liberación del pueblo de Israel de la esclavitud de Egipto (Éxodo 12). Aquella noche, el ángel de la muerte había matado a los primogénitos de todas las familias egipcias, pero había pasado por alto -eso quiere decir la palabra pésaj, pascua- los hogares de los israelitas, porque tenían el dintel de sus puertas marcado con la sangre del cordero. Aquella noche tomaron con tanta prisa su última cena en Egipto para salir huyendo inmediatamente que no comieron pan con levadura, porque habría requerido más tiempo esperar a que se leudara la masa antes de cocerla.
Se elaboraban muchos preparativos para la fiesta de la Pascua; se reparaban las carreteras, se aseguraban los puentes, y se enjalbegaban las tumbas que estaban cerca de los caminos para que ningún peregrino se contaminara por tocarlas inadvertidamente. El mes anterior la tradición y el significado de la Pascua eran el tema de la enseñanza en las sinagogas. Dos días antes de la Pascua se llevaba a cabo en todos los hogares una búsqueda ritual de levadura: el cabeza de familia llevaba un candil y buscaba solemnemente y en silencio por todos los rincones y las rendijas hasta que se tiraba la última partícula de levadura, es decir, de pan normal.
Todos los varones judíos mayores de edad que vivieran a un máximo de 25 kilómetros de Jerusalén tenían que ir allí a celebrar la Pascua; pero era el sueño de todos los judíos, y aún lo es, el celebrar la Pascua en Jerusalén por lo menos una vez en la vida. Por eso había tantos peregrinos en Jerusalén en el tiempo de la Pascua. El gobernador de Palestina en tiempos de Nerón era un tal Cestio. Nerón trataba de quitarle importancia a la religión judía, y Cestio, para convencerle, hizo el censo de los corderos que se mataron en cierta Pascua. Josefo nos dice que fueron 256.500. Ahora bien, la ley establecía que habían de ser diez los comensales para celebrar la Pascua; lo que quiere decir que, en aquella ocasión, si las cifras son correctas, habría más de 2.700.000 entre peregrinos y residentes en Jerusalén. Fue en una ciudad abarrotada de público donde se representó el último acto del drama final de la vida de Jesús.
La atmósfera siempre era inflamable en el tiempo de la Pascua. El cuartel general del gobierno romano estaba en Cesárea y, normalmente, bastaba con un destacamento reducido de tropas estacionadas en Jerusalén; pero en la Pascua había muchos más.
Así que el problema de las autoridades judías era cómo arrestar a Jesús sin provocar un levantamiento; y vieron la solución en la traición de Judas. Satanás entró en Judas.
(i) De la misma manera que Dios está siempre buscando personas que sean sus instrumentos, también Satanás. Una persona puede ser un instrumento para bien o para mal, de Dios o del diablo. Los seguidores del zoroastrismo creen que el universo es el campo de batalla entre el dios de la luz y el de las tinieblas, y todos los seres humanos tienen que escoger un bando. Nosotros también sabemos que una persona puede estar al servicio de la luz o de las tinieblas.
(ii) Pero es verdad que Satanás no podría haber entrado en Judas si Judas no le hubiera abierto la puerta. La puerta del corazón humano no tiene la manija por fuera, y sólo se puede abrir desde dentro.
De nosotros depende si vamos a ser un instrumento de Satanás o de Dios. Podemos alistarnos al servicio de uno de los dos. ¡Que Dios nos ayude a escoger su partido!