Lucas 20: Con qué autoridad

Un día, cuando Jesús estaba enseñando al pueblo y proclamando la Buena Nueva en el templo, sucedió que llegaron los principales sacerdotes y los escribas con los ancianos, y se dirigieron a Jesús para preguntarle:

-Dinos con qué autoridad haces todo esto, y quién te ha dado esa autoridad.

-Yo también quiero haceros una pregunta -les dijo Jesús-: A ver, decidme vosotros si el bautismo de Juan era cosa de Dios, o cosa de hombres.

Aquellos hombres se pusieron a discutir entre sí, y se decían:

-Si decimos que de Dios, nos dirá que por qué no le creímos; y si decimos que era cosa de hombres, nos apedreará todo el pueblo, porque están convencidos de que Juan era un profeta.

Así es que le contestaron a Jesús que no sabían; y entonces Jesús les dijo:

-Pues tampoco Yo os diré con qué autoridad hago todo esto.

Este capítulo describe « el día de los interrogatorios», como se le suele llaMarcos Las autoridades judías, en sus diferentes secciones, le vinieron a Jesús con toda clase de preguntas encaminadas a atraparle, pero que Él contestó con tal sabiduría que los dejó sin argumentos.

La primera pregunta se la dirigieron los principales sacerdotes, los escribas y los ancianos. Los principales sacerdotes eran los que habían sido sumos sacerdotes y los miembros de sus familias; es decir, la aristocracia religiosa del templo. Las tres clases -principales sacerdotes, escribas y ancianos- componían las fuerzas vivas que estaban representadas en el Sanedrín, que era el tribunal supremo y el gobierno de los judíos. Podemos suponer que la pregunta la habían urdido en el Sanedrín para formular una acusación contra Jesús.

¡No nos sorprende que le preguntaran con qué autoridad hacía esas cosas! Al entrar en Jerusalén de esa manera, y luego tomar la ley en sus manos y limpiar el templo, requerían alguna explicación. Para los judíos ortodoxos de entonces, la manera en que Jesús se había tomado la autoridad era algo pasmoso. Ningún rabino decidía una cuestión o emitía un juicio sin citar sus autoridades, diciendo: «Hay una enseñanza de que…» , o «esto se confirma con lo que dijo rabí Tal y Tal…» Pero ninguno se habría atribuido la autoridad independiente con la que Jesús actuaba. Lo que querían era que Jesús dijera claramente que era el Mesías y el Hijo de Dios. Entonces le podrían acusar de blasfemia, y le podrían arrestar inmediatamente. Pero Él no les dio esa respuesta, porque no había llegado su hora.

La contestación de Jesús se describe a veces como una contra inteligente, usada simplemente para apuntarse un tanto; pero es mucho más. Les preguntó: «¿Era divina o humana la autoridad de Juan el Bautista?» La cosa era que la respuesta que dieran a la pregunta de Jesús sería también la contestación a su propia pregunta. Todos sabían cómo consideraba Juan a Jesús, y que él se presentaba como el precursor del Mesías. Si reconocían que la autoridad de Juan el Bautista era divina, entonces tenían que reconocer también que Jesús era el Mesías, porque eso es lo que Juan había dicho. Si negaban la autoridad divina de Juan, todo el pueblo se levantaría contra ellos, porque estaban convencidos de que era un profeta. En su respuesta, Jesús les devolvía la pregunta: «¿De dónde decís vosotros que Yo he recibido la autoridad?» No tenía que contestar a la pregunta de ellos si ellos contestaban a la suya.

Los emisarios del Sanedrín se negaron a enfrentarse con la verdad, y tuvieron que retirarse fracasados y desacreditados ante todo el mundo.

UNA PARÁBOLA QUE ERA UNA CONDENACIÓN

Lucas 20:9-18

Entonces Jesús se puso a contarle a la gente esta parábola:

-Hubo una vez un hombre que plantó una viña, y se la arrendó a unos labradores y se marchó a vivir a otra parte. A su debido tiempo les mandó a los labradores a un siervo suyo para que le diesen la parte que le correspondía a él de la vendimia; pero los labradores le apalearon y le mandaron con las manos vacías. Luego el señor volvió a enviar a otro siervo; pero a ese también le apalearon y maltrataron vergonzosamente, y le mandaron con las manos vacías. El señor volvió a enviar a un tercer siervo, y también a ese le echaron de la propiedad malherido. Entonces el señor de la viña se dijo: «¿Qué voy a hacer ahora? Ya sé: les enviaré a mi querido y único hijo. Espero que, cuando le vean, le tendrán respeto.» Pero los labradores, cuando le vieron venir, se pusieron a tramar: «¡Este es el heredero! ¡Venga, vamos a matarle, y entonces nos quedaremos con la heredad!» Así es que le echaron de la viña, y le mataron. ¿Qué pensáis que haría entonces el señor de la viña? ¡Iría a destruir a aquellos labradores, y luego les confiará la viña a otros!

Cuando los que escuchaban a Jesús oyeron esto, exclamaron:

-¡Dios nos libre!

-¿Qué si no es lo que está escrito? -les dijo Jesús clavando en ellos la mirada-: «La piedra que desecharon los constructores ha llegado a ser la piedra fundamental del ángulo.» EL que caiga en esta piedra se hará trizas; pero, si la piedra le cae a alguien encima, le hará polvo del todo.

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