Notemos, en tercer lugar, qué oración alabó Jesús. Esa oración era totalmente distinta de la del fariseo. Se nos dice que el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo; mas hería su pecho, diciendo: «Dios ten misericordia de mí pecador.» Nuestro Señor expresó explícitamente su opinión a favor de esta oración. He aquí las palabras que salieron de sus divinos labios: «Os digo que este descendió a su casa justificado más bien que el otro..
La oración del publicano llena cinco requisitos importantes. Primero el de contener una petición: una oración que consiste solo en acción de gracias es radicalmente deficiente–puede sentar bien en los labios de un ángel más no en los de un pecador. Segundo, el de ser individual y directa: el publicano no mencionó a su prójimo, sino a sí mismo. La vaguedad e indeterminación son faltas que afean la religión de muchos hombres. Cuando en lugar de decir «nosotros» y «nuestro» se dice «yo» y «mí» se ha dado un gran paso hacia adelante. Tercero, el de ser humilde: el publicano confesó claramente que era pecador. He aquí el A, B, C, del Cristianismo. No es sino cuando confesamos que somos malos, que podemos llegar a ser buenos. Cuarto, el de implorar misericordia ante todas cosas, y manifestar fe en la gracia de Dios. Gracia y misericordia, he aquí lo que hemos de pedir diariamente. Quinto, y último, el de emanar del corazón. El publicano se sintió profundamente conmovido al elevar sus ruegos: se daba golpes de pecho, lo cual indicaba que estaba agitado por emociones que no y humillado. Meditemos mucho sobre estas cosas.
Notemos, por último, cuánto alaba nuestro Señor la humildad en estos versículos. He aquí sus palabras: «Cualquiera que se ensalza será humillado; y el que se humilla será ensalzado..
El principio que estas palabras expresan se encuentra a cada paso en las Escrituras, y debiera, por tanto, estar profundamente grabado en nuestra memoria. Tres veces distintas y en distintas ocasiones pronunció nuestro Señor las palabras citadas. Quiso que tuviésemos siempre en cuenta que la humildad es una de las primeras virtudes que deben caracterizar al cristiano. Abrahán, Jacob, Moisés, David, Job, Isaías y Daniel la poseyeron en alto grado.
No podemos terminar este pasaje sin reconocer cuánto consuelo ofrece a todos los que se sienten apesarados por sus pecados, e imploran a Dios misericordia por amor de Cristo. ¿Son sus pecados muchos y muy negros? ¿Les parece que sus oraciones son incoherentes, mal expresadas y faltas de fervor? Que recuerden al publicano y cobren ánimo.
Lucas 18:15-17
Observemos primeramente que, por lo común, se ignora de qué manera se ha de tratar a los niños en materias religiosas.
Se nos refiere que «traían niños a Jesús para que los tocase, lo cual viéndolo sus discípulos, les reñían.» Sin duda ellos creían que, al paso que importunaban a su Maestro, no se lograría nada bueno, pues los niños no podrían recibir beneficio alguno. Mas el Señor los amonestó con las siguientes palabras solemnes: «Dejad los niños venir a mí, y no los impidáis..
Y no es solo a los discípulos que se pueden atribuir errores de esta clase. Muy singulares son las ideas que prevalecen en el seno de las diversas sectas cristianas, en lo que respecta al cuidado de las almas de los niños.
Tanto en el pasaje de que tratamos como en otros muchos, se nos da a entender claramente que Cristo cuida de las almas de los niños tanto como de las de los adultos. Los niños se hallan en capacidad de recibir la gracia divina. Naciendo como nacen en el pecado, no pueden salvarse sin dicha gracia; pero ni la Biblia ni la experiencia enseña cosa alguna de la cual podamos inferir que no pueden recibir el Espíritu Santo, y ser justificados desde su más tierna infancia. La mente del niño no es ajena a las ideas religiosas. La prontitud con que recibe las verdades del Evangelio, es un hecho que conocen bien todos los que han tomado alguna parte en la educación religiosa de la infancia. Por último, los niños pueden salvarse tierna que sea la edad a que mueran.
Este asunto merece ser objeto de maduras reflexiones. Es difícil de suyo y ha dado margen a gran variedad de opiniones.
Pero en todo caso de duda, bueno será que acudamos al pasaje citado.
Notemos, además, la aserción terminante que nuestro Señor hace respecto de los infantes. El dice: «De tales es el reino de Dios..
Cierto es que existen diversas opiniones acerca del significado de estas palabras. Que no quieren decir que los niños nacen libres de todo pecado lo prueban abundantemente otros pasajes de la Escritura. Sirva de ejemplo el siguiente: «Lo que es nacido de la carne, carne es.» Joh_3:6. Es probable que dichas palabras entrañen varias lecciones.
1. Todos los hijos de Dios han de procurar vivir cómo los niños que se acercaron a Jesús. Los niños presentan un ejemplo digno de imitación por su fe sencilla y la confianza que tienen en los demás; por su inocencia y desinterés; por su humildad, mansedumbre y candor. Feliz el que puede allegarse a Cristo y a la Biblia a la manera de un niño.