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Lucas 13: El sufrimiento y el pecado

Aquí tenemos una parábola que irradia gracia, pero que está preñada de advertencias al mismo tiempo.

(i) La higuera estaba en una situación privilegiada. No era raro ver higueras y otros frutales en las viñas. La buena tierra escaseaba, y había que aprovecharla bien; la higuera de esta historia tenía buenas posibilidades, pero no las aprovechaba. Repetidamente, directa e indirectamente Jesús nos recuerda que se nos va a juzgar por las oportunidades que hayamos tenido. C. E. M. Joad dijo una vez: «Tenemos poderes de dioses, y los usamos como escolares irresponsables.» Nunca ha habido una generación a la que se le confiara más que a la nuestra y, por tanto, será la que tenga que responder de más.

(ii) La parábola nos enseña que la inutilidad invita al desastre. Se ha pretendido que todo el proceso de la evolución en este mundo consiste en producir cosas útiles, y que lo útil irá de fortaleza en fortaleza, mientras que lo inútil será eliminado. La pregunta más inquietante que se nos puede dirigir es: «¿Para qué has servido tú en este mundo?»

(iii) Además, la parábola nos enseña que lo que no hace más que recibir no debe sobrevivir. La higuera estaba chupando la sustancia y esquilmando la tierra a su alrededor, y a cambio no producía nada. Ahí estaba su pecado. En última instancia no hay más que dos clases de personas en el mundo: los que sacan más de lo que aportan, y los que aportan más de lo que sacan.

En cierto sentido, todos estamos en deuda con la vida. Entramos gracias a que alguien arriesga su vida para dárnosla, y no habríamos podido sobrevivir a no ser por el cuidado de los que nos amaban. Hemos heredado una civilización cristiana y una libertad por las que otros dieron la vida. Tenemos la obligación de dejar las cosas mejor que las encontramos.

«Me moriré cuando sea -decía Abraham Lincoln-, pero quiero que se diga de mí que arranqué una ortiga y planté una flor donde pensaba que podía crecer.» Una vez un estudiante estaba viendo bacterias al microscopio; podía ver nacer una generación de seres microscópicos, y luego morir, y otra generación que nacía y tomaba el lugar de la anterior. Veía lo que no había visto nunca: cómo se suceden las generaciones. «Después de lo que he visto dijo-, me comprometo a no ser un eslabón débil.» Para cumplir ese compromiso tenemos que aportar a la vida por lo menos tanto como sacamos de ella.

(iv) La parábola nos presenta el evangelio de la segunda oportunidad. Es normal que la higuera tarde tres años en alcanzar la madurez, y si no da fruto entonces es probable que no lo dé nunca. Pero a esta higuera se le dio otra oportunidad.

Jesús suele darnos oportunidad tras oportunidad. Pedro y Marcos y Pablo nos darían encantados su testimonio. Dios es infinitamente amable con el que cae y se levanta otra vez.

(v) Pero la parábola también deja bien claro que hay una última oportunidad. Si desaprovechamos oportunidad tras oportunidad, si recibimos en vano la llamada y el desafío de Dios, llegará el día, no en que Dios nos cierre la puerta, sino en que nosotros mismos nos la cerremos a fuerza de no querer entrar. ¡Que Dios nos libre de esa condición!

LA MISERICORDIA ES MÁS QUE LA LEY

Lucas 13:10-17

Un sábado estaba Jesús enseñando en una sinagoga, y estaba allí una mujer que llevaba dieciocho años bajo la influencia de un espíritu de enfermedad que la tenía tan encorvada que le era imposible ponerse derecha. Cuando Jesús la vio, la llamó y le dijo:

-Mujer, ya estás libre de tu enfermedad.

Y puso sus manos sobre ella, y ella se puso derecha en seguida y empezó a dar gloria a Dios.

Pero el presidente de la sinagoga se puso furioso porque Jesús había obrado una curación el día de reposo, y empezó a decirle a la gente:

-Hay seis días de la semana en los que hay que trabajar, y en cualquiera de ellos podéis venir a que se os cure, ¡pero no el sábado!

-¡Farsante! -le cortó Jesús-. ¿Es que todos vosotros no desatáis del pesebre a vuestras vacas o borricos para llevarlos a beber los sábados? Y a esta hija de Abraham, a la que Satanás ha tenido atada dieciocho años, ¿no se la podía soltar de su atadura hoy porque es sábado ?

Cuando Jesús decía estas cosas, todos sus adversarios se quedaban chafados; pero la gente corriente se lo pasaba muy bien con todas las cosas gloriosas que hacía Jesús.

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