Lucas 11: Enséñanos a orar, Pedid y recibiréis

Se nos enseña a pedir pan así: « El pan nuestro de cada día dánoslo hoy.»En la palabra «pan» se incluye, sin duda, todo lo que el cuerpo necesita ; y en todas las palabras citadas reconocemos que dependemos de Dios para obtener sustento, vida y todo lo necesario ; y le pedimos que nos acoja bajo su protección y nos suministre todo lo que hemos menester en este mundo. Es, en forma distinta, aquella oración de Salomón: « Mantenme del pan que he menester.» Pro_30:8.

Se nos enseña en seguida a pedir perdón: «Perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben.» Con estas palabras confesamos que somos criaturas caídas, culpables y depravadas; y que pecamos mucho cada día. No nos disculpamos, ni alegamos nada en nuestro favor: lo que hacemos simplemente es implorar la libre y plena misericordia de nuestro Padre en Cristo Jesús, y agregar la única protesta que contiene la Oración dominical.

Protestamos que perdonamos a todos los que nos deben.

Esa combinación de sencillez y de riqueza de la segunda parte de la Oración dominical, no podrá jamás ser ensalzada de una manera adecuada. ¡En cuan corto tiempo se pueden pronunciar las palabras, y, sin embargo, cuánto expresan! Pan diario y misericordia diaria son las cosas principales que necesitan los mortales. Aquel que las posea es rico. El que no se avergüence de orar por ellas todos los días, es sabio. El hijo de Dios está, sin duda, plenamente justificado ante Dios, y todas las cosas redundan en su provecho. Pero esa es la vitalidad de la verdadera fe, acudir cada día para que se provea a todas nuestras necesidades. Cierto es que se nos han hecho promesas, mas nuestro Padre quiere que sus hijos se las recordemos. Aunque lavados, necesitamos lavarnos los pies cada día. Joh_12:10.

La tercera parte de la Oración dominical se refiere a nuestros peligros diarios. En ella se nos enseña a que hagamos mención da las cosas que debemos temer todos los días y a las cuales estaremos siempre expuestos en este mundo: la una es la « tentación,» la otra es el «mal..

Contra la tentación debemos orar así: «No nos metas en tentación.»Con esto no queremos decir que Dios sea autor del mal que tiente al hombre a pecar. Lo que hacemos es suplicar a Aquel que dirige todas las cosas en el cielo y en la tierra y cuya voluntad nada puede acontecer, que de tal manera gobierne nuestras vidas, que no seamos tentados más fuertemente de lo que podamos resistir. Confesamos también cuan débiles somos y cuan prontos estamos a caer en el pecado; suplicamos a nuestro Padre que no nos someta a pruebas o que nos señale el curso que debamos seguir para salir victoriosos; pedimos, en fin, que se nos guarde de la senda del mal y de acarrear deshonra a nuestra religión y perdición a nuestras almas.

Contra el mal, finalmente, oramos con esas palabras: «Líbranos de mal.» Con la palabra «mal» denotamos todo lo que pueda dañarnos (ya sea en el cuerpo, ya en el alma), y especialmente los ataques del autor del mal, el diablo. Confesamos que, desde la caída, «todo el mundo está puesto en el maligno,» 1Jo_5:19; que el mal está en nosotros, cerca de nosotros, al rededor de nosotros, en todas partes; y que no tenemos poder para librarnos de él. Acudimos al « Fuerte por fuerza;» nos ponemos bajo su protección; y, en una palabra, pedimos lo que nuestro Señor Jesucristo pidió por nosotros cuando dijo: «No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del malo.» Joh_18:15.

Tal es la última parte de la Oración dominical. En importancia no es nada inferior a las otras dos partes de que ya hemos tratado. Coloca al hombre exactamente en la posición que debe ocupar; y pone en sus labios palabras de humildad. El peor estado en que podemos encontrarnos es aquel en que no vemos ni sentimos nuestro peligro espiritual.

Ahora bien, que la Oración dominical nos sirva para descubrir en qué estado nos encontramos con respecto al Creador.

Las palabras que contiene se han desprendido de nuestros labios quizá millares de veces. Pero ¿hemos sentido lo que hemos dicho? ¿Deseamos verdaderamente que sus peticiones sean concedidas? ¿Es Dios realmente nuestro Padre? ¿Hemos «nacido otra vez» y hechos sus hijos por medio de la fe en Jesucristo? ¿Honramos su nombre y obedecemos su voluntad? ¿Deseamos sinceramente que venga el reino de Dios? ¿Sentimos diariamente la necesidad de obtener bendiciones temporales y el perdón del pecado? ¿Tomemos caer en tentación? ¿Tememos el mal sobre todas las cosas? Estas son preguntas serias y merecen seria consideración.

Procuremos que la Oración dominical nos sirva siempre de modelo al dirigirnos a Dios. Que ella nos sugiera lo que hemos do demandar y contra qué cosas pedir amparo; que nos enseñe el lugar y la importancia que hemos de asignar a cada tema en nuestras oraciones. Cuanto más analicemos la Oración dominical y cuánto más meditemos en ella, tanto más instructiva nos parecerá.

Lucas 11:5-13

En estos versículos nuestro Señor Jesucristo nos adoctrina en la oración. Tema es este al cual conviene que se nos llame mucho la atención. La oración se encuentra en la base misma de las prácticas cristianas. Es parte de los deberes diarios de nuestra vida religiosa. Razón tenemos, por lo tanto, para dar gracias a Dios que sobre ningún asunto habló nuestro Señor Jesucristo tanto y tantas veces como sobre la oración.

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