Notemos, en último lugar, la sumisión humilde y espontánea de la Virgen María a la voluntad de Dios. Dice al ángel: « He aquí la sierva del Señor; hágase en mí conforme a tu palabra..
Hay en esta respuesta mucho que es digno de encomio y que quizá no podemos percibir a primera vista. Un momento de reflexión nos convencerá que ser la madre de nuestro Señor de este modo extraño y misterioso no era cuestión de poca importancia. En época lejana llegó a ser un alto honor, sin duda, mas entonces puso en peligro la reputación de María y sometió su fe a una prueba no pequeña. Pero la santa Virgen no vaciló y se sometió voluntariamente al peligro y a la prueba. No hizo más preguntas ni más objeciones: aceptó el honor conferido con todos pospeligros é inconvenientes anexos. «He aquí,» dice, « la sierva del Señor..
En la práctica diaria del Cristianismo procuremos revestirnos del mismo espíritu de fe que animó a la Virgen María. Tengamos voluntad de ir a cualquiera parte, de hacer y ser cualquiera cosa; cual fuere la incomodidad actual, siempre que la voluntad de Dios nos sea bien conocida y que la senda del deber nos esté claramente trazada.
Lucas 1:39-45
Debemos observar en este pasaje los beneficios que resultan del trato fraterno entre los creyentes. Leemos que la Virgen María hizo una visita a su prima Isabel. Se nos refiere de una manera notable como en esta entrevista estas dos mujeres se llenaron de júbilo, y se sintieron inspiradas de pensamientos sublimes. Sin esta visita, Isabel nunca hubiera podido estar tan llena del Espíritu Santo, como aquí se nos dice que estuvo; y María nunca hubiera podido pronunciar ese cántico de alabanza que es conocido en toda la iglesia de Cristo. Las palabras de un teólogo de otros tiempos son interesantes y ciertas: «La felicidad comunicada se duplica. El pesar se aumenta si lo ocultamos: el gozo, si lo expresamos..
Siempre debemos mirar la comunicación con los otros creyentes como medio eminente de gracia. En nuestra larga jornada por el camino estrecho que conduce a la vida eterna es agradable detenernos de cuando en cuando para comunicar nuestros sentimientos a nuestros compañeros de viaje. Nos alivia a nosotros y los alivia a ellos, y así resulta en provecho mutuo. Es el contento mas aproximado que podemos tener en la tierra de los goces del cielo. «Hierro con hierro se aguza, y el hombre aguza el rostro de su amigo.» Necesario es que tengamos esto presente. Este asunto no recibe la atención que merece, y a consecuencia de esto sufren las almas de los creyentes. Hay muchos que temen a Dios y piensan en Su nombre, empero olvidan a menudo hablarse unos a otros. Malaquías 3.16. Procuremos ante todo ponernos en comunicación con Dios. Después de esto solicitemos la sociedad de los que aman a Dios. Si hiciéramos esto con más frecuencia y fuésemos más cautelosos en la elección de nuestros amigos, sentiríamos más a menudo el influjo del Espíritu Santo.
Debemos observar en este pasaje el conocimiento claro y espiritual que se revela en el lenguaje de Isabel. La expresión de que hace uso con respecto a la Virgen María, manifiesta quo había recibido luz de lo alto. Ella la llama «la madre de mi Señor..
Nuestros oídos están tan acostumbrados a las palabras «Mi Señor,» que no notamos todo lo que ellas encierran. En el tiempo en que se profirieron tenían mayor significación de lo que ahora pudiera creerse: eran nada menos que la declaración precisa de que el niño que había de nacer de la Virgen María era el Mesías que había sido prometido desde remotos tiempos, el «Señor» de quien David en espíritu había profetizado, el Ungido de Dios. Considerada bajo este aspecto, la expresión es un ejemplo maravilloso de fe; es una confesión digna de colocarse al lado de la de Pedro, cuando dijo a Jesús: «Tú eres el Cristo..
Acordémonos de la significación profunda de las palabras, «el Señor,» y guardémonos de usarlas ligera y ociosamente. Consideremos que, de derecho, a nadie son aplicables sino a Aquel que fue crucificado en el Calvario por nuestros pecados. Que el recuerdo de este hecho haga que revistamos dichas palabras de reverencia y que tengamos cuidado de que modo las pronunciamos. Hay dos textos que tienen relación con esta expresión, y que deberíamos recordar con frecuencia. El primero es: «Nadie puede llamar a Jesús Señor, sino por el Espirito Santo.» Es el otro: «Y que toda lengua confiese que Jesucristo es Señor, para la gloria del el Padre. 1 Cor. 12.3 ; Filip. 2.11.
Finalmente, debemos observar en estos versículos la alta alabanza que Isabel tributa a la fe. «Y bienaventurada,» dice, «la que creyó. No es en manera alguna extraño que esta santa mujer ensalzara así la fe. Sin duda que conocía bien las Escrituras del Antiguo Testamento, y sabia qué prodigios había obrado la fe. ¿Qué es la historia de los hijos de Dios en todos los siglos, sino la biografía de hombres y mujeres que se distinguieron por su fe? ¿Qué es la historia sencilla de todos desde los tiempos de Abel hasta nuestros días, sino la relación de los hechos de pecadores redimidos que creyeron, y por ello fueron benditos? Con fe aceptaron promesas; con fe vivieron; con fe guiaron su conducta; con fe llevaron las injurias. Con fe esperaron un Salvador invisible Todas las promesas que aun estaban por cumplirse; con fe lucharon con el mundo, la carne y el demonio; con la fe vencieron y fueron salvos al cielo. De esta clase de santas personas fue la Virgen María. No hay que extrañar que Isabel dijese: «Bienaventurada la que creyó..
¿Tenemos algún conocimiento de esta preciosa fe? Esta, en ilusión, es la cuestión que nos concierne. ¿Tenemos conocimiento de la fe de los elegidos de Dios, de la fe que es obra de Dios? Tito1.2; Col. 2.12. No busquemos descanso hasta que la hayamos poseído, y una vez que la poseamos no cesemos de rogar que vaya en aumento cada día. Mejor es mil veces ser rico en fe que en oro. El oro no tendrá valor alguno en el mundo invisible a donde todos nos encaminamos.