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Lucas 10: Obreros para la cosecha

También nos enseñan estos versículos que él don y la virtud de hacer milagros son muy inferiores a la gracia. Escrito está que nuestro Señor dijo a los setenta discípulos: « Empero no os regocijéis de esto, de que los espíritus se os sujeten, mas antes regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos.» Fue sin duda un honor y un privilegio el poder lanzar demonios. Los discípulos tenían razón de estar agradecidos. Pero era privilegio mucho más alto haber, sido convertidos y perdonados, y tener sus nombres escritos en el registro de las almas regeneradas.

La diferencia que este pasaje indica entre la gracia y otros dones es de suma importancia, aunque a menudo y dolorosamente se la pierde de vista en nuestros días. Dones como el vigor intelectual, vasta memoria, elocuencia admirable, habilidad en argumentar y fuerza de raciocinio, son frecuentemente cualidades demasiadamente apreciadas por los que las poseen, y demasiadamente admiradas por los que no las poseen. Esto no debería ser así. Loa hombres no tienen presente que dones sin la gracia divina no salvan ningún alma, y que Satanás también los posee. La gracia, al contrario, es un patrimonio perdurable, y por humilde y despreciable que sea el que la posee, entrará felizmente en la gloria. El que posee dones sin gracia está muerto en el pecado, por brillantes que esos dones sean. Pero el que tiene gracia sin dones vive para Dios, no obstante lo indocto e ignorante que parezca a los hombres. «Mejor es perro vivo que león muerto.» Ecles. 9:4.

Que la religión que nos propongamos adoptar sea una religión que tenga la gracia por cualidad principal. No nos contentemos con tener capacidad para hablar con elocuencia, o para predicar eficazmente, o razonar con habilidad, o argüir con destreza, o expresar nuestros sentimientos con facilidad y elegancia. No nos satisfagamos con comprender todo el sistema de la doctrina cristiana, y con poder repetir textos y máximas sagradas. Todas estas cosas son convenientes dentro de sus límites. No deben menospreciarse, pues tienen su utilidad, mas no son la gracia de Dios; y no nos librarán del infierno. No estemos tranquilos hasta que sintamos en nuestra aliña el testimonio del Espíritu, que «hemos sido lavados, santificados y justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios.» 1Co_6:11. Procuremos saber si «nuestros nombres han sido escritos en los cielos,» y si estamos realmente unidos a Cristo, y si Cristo mora en nosotros. Esforcémonos en ser «epístolas de Cristo, conocidas y leídas de todos los hombres,» y en demostrar con nuestra mansedumbre, caridad, fe y acuñación espiritual, que somos hijos de Dios. Esta es la verdadera religión. Estas son las señales verdaderas del Cristianismo que salva.

Sin estas señales uno puede tener exuberancia de dones, y no ser otra cosa que un remedo de Judas Iscariote, el apóstol pérfido, e ir al fin al infierno. Con tales señales, uno puede ser como Lázaro, pobre y despreciado en la tierra, y no tener absolutamente dones algunos; pero su nombre está escrito en los cielos, y Cristo lo reconocerá el día del juicio como perteneciente a su pueblo.

Lucas 10:21-24

Hay en estos versículos cinco puntos interesantes que son dignos de la atención de todos los cristianos que deseen instruirse bien en su religión. Examinemos por orden cada uno de ellos.

Debemos notar, en primer lugar, la única ocasión que se menciona en que se alegrara nuestro Señor Jesucristo, «En aquella misma hora Jesús se alegró en espíritu.» Tres veces se nos dice en los Evangelios que llorara nuestro Señor: una sola vez que se alegrara.

Y ¿cuál fue la causa del gozo de nuestro Señor? Fue la conversión de las almas. Fue la acogida del Evangelio por los débiles y humildes entre los judíos, cuando «los sabios y prudentes» lo rechazaban por do quiera. Nuestro bendito Salvador vio, sin duda, mucho en el mundo que lo entristecía. Vio la ceguedad e incredulidad obstinada de la inmensa mayoría de aquellos entre quienes predicaba. Mas cuando vio a unos pocos hombres y a unas pocas mujeres pobres acoger las alegres nuevas de la salvación, se consoló algún tanto su corazón. Vio y se alegró.

Que noten todos los cristianos la conducta de nuestro Señor en esta materia y sigan su ejemplo. Ellos hallan poco en el mundo que los alegre. Ven a su derredor una inmensa muchedumbre que va por el camino espacioso que conduce a la destrucción, descuidada, obstinada e incrédula. Ven unos pocos aquí y allá, y solamente unos pocos, que creen con la fe que salva. Pero que se regocijen en esto. Que den gracias a Dios que algunos han sido convertidos, y que algunos creen. Nosotros no nos formamos una idea de la perversidad del hombre. No reflexionamos que la conciencia de un alma es un milagro–milagro tan pasmoso como la resurrección de Lázaro de entre los muertos. Aprendamos del ejemplo de nuestro bendito Señor a ser más agradecidos. No todo horizonte está cubierto de nubarrones, hay partes despejadas que nosotros podemos ver. Aunque solo se salven unos pocos, tenemos motivo para alegrarnos.

Es solo por medio de la gracia gratuita, y la misericordia inmerecida que esos pocos se salvan. Debemos notar, en segundo lugar, la soberanía de Dios manifestada en la salvación de los pecadores. Nuestro Señor dice a Su Padre: escondiste estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a los pequeños.» El sentido de estas palabras es claro y sencillo: hay algunos para quienes la salvación está « escondida; otros a quienes ha sido «revelada..

La verdad establecida en este versículo es profunda y misteriosa. «Es más alta que los cielos, ¿qué haremos? Es más profunda que el infierno, ¿cómo la conoceremos?» Por qué algunos los que nos rodean se convierten y otros permanecen muertos pecados, es cosa que no podemos explicar. Por qué Inglaterra es un país cristiano y la China se halla sumergida en la idolatría, es un problema que no podemos resolver. Lo único quo sabemos es el hecho tal como existe. Y correspóndenos solo reconocer que las palabras de nuestro Señor Jesucristo presentan la única respuesta que la criatura debe dar: « Así Padre, porque así te agradó..

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