Una mujer salió de su casa y vio a tres ancianos con largas barbas blancas sentados al frente de su casa.
— Creo que no los conozco pero deben de estar hambrientos. Por favor entren y tengan algo de comer.
— ¿Está el hombre de la casa dentro preguntaron?
— No, él esta fuera.
— Entonces no podemos entrar.
Al anochecer cuando su esposo llegó a casa, le contó lo que había ocurrido.
— Ve a decirles que estoy en casa e invítalos a entrar.
La mujer salió e invitó a los hombre a entrar.
— Nosotros no entramos a la casa juntos.
–¿Por qué?
Uno de los ancianos explicó:
— Su nombre es Riqueza, –dijo señalando a uno de sus amigos, y luego dijo señalando al otro–, él es Éxito y yo soy Amor. Ahora entra a tu casa y conversa con tu esposo sobre cuál de nosotros quiere en su casa.
La mujer fue y le contó a su esposo lo que le había dicho. Su esposo estaba encantado.
— ¡Que bonito!,– dijo. Ya que éste es el caso invitemos a la Riqueza, déjalo entrar y que llene nuestra casa de Riqueza.
— Querido ¿por qué no invitamos a Éxito?
Su nuera estaba escuchando desde el otro lado de la casa. Saltó con su propia sugerencia:
— ¿No sería mejor invitar a Amor? Nuestra casa se llenaría de Amor.
— Escuchemos el consejo de nuestra nuera. Ve e invita a Amor para que sea nuestro invitado.
La mujer salió y le preguntó a los tres ancianos:
¿Quién de ustedes es Amor? Por favor entre y sea nuestro invitado.
Amor se levantó y empezó a caminar hacia la casa. Los otros dos se pararon y lo siguieron. Sorprendida, la señora le preguntó a Riqueza y a Éxito:
— Sólo invité a Amor, ¿por qué vienen ustedes?.
Los ancianos replicaron juntos:
— Si hubieras invitado a la Riqueza o al Éxito, los otros dos nos hubiéramos quedado afuera, pero como invitaste al
Amor, entraremos juntos, pues dondequiera que él vaya, nosotros le acompañamos. Donde quiera que haya Amor, también habrá Éxito y con él La Riqueza.