Seguidamente se prepararon para conducirle al lugar de la crucifixión. Algunas veces se nos dice que no debemos detenernos morbosamente en el aspecto físico de la crucifixión; pero no podemos hacernos una idea muy clara de lo que Jesús hizo y padeció por nosotros. Klausner, el escritor judío, dice: « La crucifixión es la muerte más terrible y cruel que han diseñado los seres humanos para vengarse de sus semejantes.» Cicerón la llamaba « la tortura más cruel y más horrible.» Tácito la llamaba « una tortura apropiada solo para esclavos.»
La inventaron en Persia; y puede que su razón de ser fuera que la tierra se consideraba consagrada al dios Ormuz, así que el criminal se colocaba fuera del contacto con ella, para que no la contaminara; porque era la propiedad del Dios. De Persia pasó a Cartago en el Norte de África, y fue de los cartagineses de los que la aprendieron los romanos, aunque estos no la aplicaban más que a los rebeldes, esclavos fugitivos y la clase más baja de criminales. Era una ejecución que no se podía aplicar legalmente a un ciudadano romano.
Klausner pasa a describir la crucifixión. Se ataba a la cruz al criminal, que ya era una masa sangrante después de los azotes. Allí colgaba hasta morir de hambre y sed y exposición a la intemperie, incapaz de defenderse ni siquiera de los tábanos, que acudían a su cuerpo desnudo y a sus heridas sangrantes. No es una escena agradable de contemplar, sino horrible la que Jesucristo sufrió -voluntariamente- por nosotros.
El ritual romano de la ejecución estaba establecido. El juez decía: Illum duci ad crucem placet, «La sentencia es que este hombre sea conducido a la cruz.» Entonces se volvía a la guardia y decía: 1, miles, expedi crucem, « Ve, soldado, y prepara la cruz.» Fue mientras estaban preparando la cruz cuando Jesús estuvo en las manos de los soldados. El pretorio era la residencia del gobernador, su cuartel general, y los soldados implicados serían la cohorte de la guardia del cuartel general.
Haremos bien en recordar que Jesús ya había padecido el tormento de los azotes antes de estas burlas soeces. Bien puede ser que, de todo lo que Le sucedió, esto fuera lo que menos daño Le hacía a Jesús. Las intervenciones de los judíos habían estado envenenadas de odio. El resentimiento de Pilato había sido una evasión cobarde de su responsabilidad. Había crueldad en la acción de los soldados, pero no malicia. Para ellos Jesús no era más que un reo más que iba a la cruz, y llevaron a cabo la pantomima de homenaje y adoración en el cuartel, tal vez no para hacer sufrir más al reo, sino para pasar el rato con una parodia burda.
Era el principio de muchas burlas por venir. Siempre los cristianos estuvieron expuestos a que los tomaran a broma.
Escrito en los muros de Pompeya que nos han conservado los grafitos de entonces hasta nuestros días está la caricatura de un cristiano arrodillado delante de un burro, y debajo se pueden leer las palabras: « Anaxímenes adora a su Dios.» Si tenemos que sufrir a veces burlas por ser cristianos, nos ayudará recordar que eso fue lo que hicieron con Jesús de una manera mucho peor que lo que nos corresponda sufrir a nosotros.
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