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Los líderes religiosos planean matar a Jesús

Cuando hubo acabado Jesús todas estas palabras, dijo a sus discípulos: Sabéis que dentro de dos días se celebra la pascua, y la fiesta de los panes sin levadura; y el Hijo del Hombre será entregado para ser crucificado. Entonces los principales sacerdotes, los escribas, y los ancianos del pueblo se reunieron en el patio del sumo sacerdote llamado Caifás, tuvieron consejo para prender con engaño a Jesús, y matarle. Mateo 26: 1-5; Marcos 14: 1-2; Lucas 22: 1-2 

Aquí tenemos el principio definitivo del último acto de la tragedia divina. De nuevo Jesús advierte a Sus discípulos de lo que va a suceder. Los últimos pocos días había estado actuando de una manera tan magníficamente desafiante que ellos podrían haber pensado que Jesús se proponía desafiar a las autoridades judías; pero aquí, una vez más, Jesús deja bien claro que Su destino es la Cruz.

Para entonces las autoridades judías ya estaban organizando su complot y sus estratagemas. José Caifás, para darle su nombre completo, era el sumo sacerdote. Sabemos muy poco acerca de él, pero sí conocemos un hecho de lo más significativo. En los días antiguos, el puesto de sumo sacerdote había sido hereditario y vitalicio; pero desde que los romanos se habían apoderado de Palestina, los sumos sacerdotes se sucedieron en una rápida serie, porque los romanos los nombraban y deponían según les convenía. Entre los años 37 a.C. y 67 d.C., cuando fue nombrado el último antes de la destrucción del templo, hubo no menos de veintiocho sumos sacerdotes. Lo sugestivo es que Caifás fue sumo sacerdote desde el año 18 d.C. hasta el 36. Ese fue un tiempo extraordinariamente largo para que un sumo sacerdote se mantuviera en el puesto, así es que Caifás tiene que haber llegado a una técnica perfecta de colaboración con los romanos. Y precisamente ahí era donde estaba su problema.

Lo que menos toleraban los romanos eran los desórdenes sociales. Si había el más mínimo levantamiento, Caifás perdía el puesto. En el tiempo de la Pascua la atmósfera de Jerusalén estaba de lo más cargada. La ciudad estaba abarrotada de gente. Josefo nos cuenta una ocasión en la que se hizo un censo de los presentes (Josefo, Guerras de los judíos, 6.9.3). Sucedió de la siguiente manera.

El Gobernador de aquel tiempo era Cestio, que presintió que Nerón no tenía idea del número de judíos ni de los problemas que se le planteaban a un gobernador. Así es que le pidió ah sumo sacerdote que hiciera un censo de los corderos que se sacrificaban en una cierta Pascua. Josefo continúa diciendo«Una compañía de no menos de diez es el mínimo que corresponde a cada sacrificio (porque no es legal el celebrar la fiesta. siendo un número inferior) y muchas veces nos juntamos veinte.» Se descubrió que en aquella ocasión el número dé corderos sacrificados ascendió a 256,500. Según el cálculo que Josefo habría en Jerusalén para aquella Pascua no menos de dos millones y tres cuartos de personas.

No nos sorprende que Caifás buscara alguna estratagema para detener a Jesús secretamente, porque muchos de las peregrinos que iban a Jerusalén para la Pascua eran galileos que creían que Jesús era un profeta. El plan de Caifás era realmente aplazar la cuestión hasta después de la fiesta de la Pascua, cuando la ciudad estuviera más tranquila; pero Judas había de proveerle de la solución a su problema.

El último, denso, acto de la vida de Jesús estaba ya a punto de empezar. La fiesta de la Pascua y la de los Panes sin Levadura eran realmente dos cosas diferentes. La fiesta de la Pascua caía el 14 de Nisán, es decir, a mediados de abril. La fiesta de los Ázimos, o de los Panes sin Levadura, consistía en siete días a partir de la Pascua. La Pascua misma era una de las mayores fiestas, y se guardaba como un sábado; la de los Panes sin Levadura se consideraba una festividad menor y, aunque no se podía empezar durante ella ningún trabajo nuevo, se permitía hacer cualquier trabajo «que fuera necesario para el interés público, o para proveer el mantenimiento, o para remediar o evitar alguna pérdida privada.» El día realmente grande era el de la Pascua.

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