Entre otras cosas, este hombre era un valiente. Sabía muy bien lo que los fariseos pensaban de Jesús. Sabía muy bien que, si se ponía de Su parte, le excomulgarían. Pero dio su testimonio y adoptó su postura. Era como si dijera: « Yo no tengo más remedio que creer en Él y que estar de Su parte, después de lo que ha hecho por mí.» En esto es un auténtico ejemplo para nosotros.
El desafío a los fariseos
Ahora bien: los judíos se negaban a creer que aquel hombre había estado ciego y había llegado a poder ver, hasta que llamaron a sus padres y los interrogaron: -¿Es éste vuestro hijo? ¿Y decís que nació ciego? Entonces, ¿cómo es que puede ver ahora? -Estamos seguros de que éste es nuestro hijo, y sabemos que nació ciego; pero no sabemos cómo ha llegado a poder ver, ni Quién ha sido el Que le ha abierto los ojos. Preguntádselo a él, que ya es mayor de edad y puede responder por sí mismo. Sus padres dijeron eso porque les tenían miedo a los judíos; porque los judíos ya se habían puesto de acuerdo en excomulgar de la sinagoga al que reconociera a Jesús como el Ungido de Dios. Por eso fue por lo que sus padres dijeron: «Ya es mayor de edad. Preguntádselo a él. »
Llamaron por segunda vez al que había estado ciego, y le dijeron: -¡Da gloria a Dios! ¡Sabemos que ese Hombre es un pecador! -Si es o no pecador, yo no lo sé -contestó el hombre- ; yo lo único que sé es que antes estaba ciego, y ahora veo. -¿Qué te hizo?- le preguntaron- . ¿Cómo te abrió los ojos? -Ya os lo he dicho -les contestó- y no habéis querido escucharme. ¿Por qué queréis que os lo vuelva a contar? ¿Es que queréis haceros Sus discípulos vosotros también? Los judíos le lanzaron toda clase de insultos, y le dijeron: -¡Su discípulo lo serás tú! ¡Nosotros no somos discípulos más que de Moisés! A Moisés sabemos que le habló Dios; pero Ése, no sabemos de dónde ha salido. -¡Lo que es alucinante es que vosotros no tengáis ni idea de dónde ha salido, y a mí me abrió los ojos! Todo el mundo sabe que Dios no les hace caso a los pecadores; pero que, si una persona es piadosa y hace Su voluntad, a esa sí la escucha. Desde que el mundo es mundo no se había oído de nadie que le abriera los ojos a uno que hubiera nacido ciego. Si este Hombre no fuera de Dios, no podría haber hecho lo que ha hecho.
-¿Tú, que has nacido lleno de pecado de pies a cabeza, nos vas a enseñar a nosotros? – le replicaron. Y le mandaron que se fuera de allí. Juan 9:17-34
No hay galería de retratos más gráfica que ésta en ninguna literatura. Con diestras y reveladoras pinceladas, Juan da vida ante nosotros a los distintos personajes.
(i) Está el ciego mismo. Empezó molestándose por la insistencia de los fariseos. «Vosotros diréis lo que queráis de este Hombre -les dijo-; yo lo único que sé es que me dio la vista.» Es el sencillo hecho de la experiencia cristiana que muchos creyentes puede que no sepan expresar en lenguaje teológico correcto lo que creen de Jesús, pero pueden testificar de lo que Jesús ha hecho por sus almas. Hasta cuando uno no puede entender con la inteligencia, sin embargo puede sentir con el corazón. Es mejor amar a Jesús que amar las teorías que se han formulado acerca de Su Persona.
(ii) Están los padres del ciego. Está claro que no querían colaborar, pero era porque tenían miedo. Las autoridades de la sinagoga disponían de un arma terrible, que era la excomunión, por la que se excluía de la sociedad del pueblo de Dios a una persona. Allá por los tiempos de Esdras, leemos un decreto que se promulgó diciendo que al que no obedeciera las órdenes de las autoridades, « se le confiscara toda la hacienda, y él mismo quedara excluido de la congregación» (Esdras 10:8). Jesús advirtió a Sus discípulos que sus nombres serían obliterados como cosa mala (Lucas 6:22). Les dijo que los expulsarían de las sinagogas (Juan 16:2). Muchos de los funcionarios de Jerusalén creían realmente en Jesús, «pero a causa de los fariseos no Le confesaban, para no ser expulsados de la sinagoga» (Juan 12:42).