Los judíos no aceptan que Jesús haya venido del cielo

Por esto los judíos comenzaron a murmurar de Jesús, porque afirmó: «Yo soy el pan que ha bajado del cielo.» y dijeron: –¿No es este Jesús, el hijo de José? Nosotros conocemos a su padre y a su madre. ¿Cómo dice ahora que ha bajado del cielo? Jesús les dijo entonces: –Dejen de murmurar. Nadie puede venir a mí, si no lo trae el Padre, que me ha enviado; y yo lo resucitaré en el día último. En los libros de los profetas se dice: ‘Dios instruirá a todos. Así que todos los que escuchan al Padre y aprenden de él, vienen a mí. «No es que alguno haya visto al Padre; el único que lo ha visto es el que procede de Dios. Les aseguro que quien cree, tiene vida eterna. Yo soy el pan que da vida. Los antepasados de ustedes comieron el maná en el desierto, y a pesar de ello murieron; pero yo hablo del pan que baja del cielo; quien come de él, no muere. Yo soy ese pan vivo que ha bajado del cielo; el que come de este pan, vivirá para siempre. El pan que yo daré es mi propia carne. Lo daré por la vida del mundo.» Los judíos se pusieron a discutir unos con otros: –¿Cómo puede este darnos a comer su propia carne? Jesús les dijo: –Les aseguro que si ustedes no comen la carne del Hijo del hombre y beben su sangre, no tendrán vida. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo lo resucitaré en el día último. Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, vive unido a mí, y Yo vivo unido a él. El Padre, que me ha enviado, tiene vida, yo vivo por él; de la misma manera, el que se alimenta de mí, vivirá por mí. Hablo del pan que ha bajado del cielo. Este pan no es como el maná que comieron los antepasados de ustedes, que a pesar de haberlo comido murieron; el que come de este pan, vivirá para siempre. Jesús enseñó estas cosas en la sinagoga en Cafarnaúm. Juan 6:41-59

Este pasaje da las razones por las que los judíos rechazaron a Jesús y, al rechazarle a Él, rechazaron la vida eterna.

(i) Juzgaban las cosas con una escala de valores humana y por motivos externos. Su reacción ante las credenciales de Jesús era recordar el hecho de que Él era el hijo del carpintero y que Le habían visto crecer en Nazaret. Eran incapaces de aceptar que Uno Que era un artesano y Que procedía de una familia humilde pudiera ser un Mensajero especial de Dios.

T. E. Lawrence era amigo íntimo del poeta Thomas Hardy. En los días en que Lawrence estaba sirviendo en las fuerzas aéreas británicas solía visitar a Hardy y su esposa vestido de uniforme. En una ocasión, su visita coincidió con la de la alcaldesa de Dorchester, que se dio por muy ofendida de que se la hubiera sometido a compartir su tiempo con un vulgar aviador, porque no tenía idea de quién era. Le dijo a la señora Hardy en francés que nunca en toda su vida se había sentado a tomar el té con un soldado. Nadie dijo nada. Entonces Lawrence dijo en perfecto francés: «Suplico su perdón, señora; pero, ¿puedo serle útil como intérprete? La señora Hardy no entiende el francés.» Una mujer esnob y descortés había cometido un craso error al juzgar por las apariencias. Eso fue lo que hicieron los judíos con Jesús.

Debemos tener cuidado con rechazar un mensaje de Dios al despreciar o infravalorar a Su mensajero. Nadie desecharía un cheque de 1,000,000 porque resulta que está metido en un sobre vulgar y corriente. Dios tiene muchos mensajeros. Su Mensaje supremo nos lo trajo un Carpintero galileo, y por eso fue por lo que los judíos lo rechazaron.

(ii) Los judíos se pusieron a discutir entre ellos. Estaban tan pagados de sus razonamientos personales que no se les ocurrió dejar a Dios que decidiera la cuestión. Lo que más les interesaba era hacerles saber a los demás cuál era su opinión; y lo que menos, lo que Dios pudiera pensar. Sucede a veces en tribunales y comités, cuando cada cual está tratando de hacerle tragar a los demás su parecer, que sería mejor callarse y preguntarle a Dios lo que El piensa y quiere que se haga. Después de todo, no importa tanto lo que pensemos nosotros; pero lo que piense Dios sí tiene una importancia suprema -aunque rara vez nos interesa lo bastante como para preguntárselo.

(iii) Los judíos oyeron, pero no aprendieron. Hay diferentes maneras de escuchar. Está la manera de la crítica; la del resentimiento; la de la superioridad; la de la indiferencia, y la del que escucha sólo porque en ese momento no tiene oportunidad de hablar. La única manera de escuchar que vale la pena es la de oír y aprender; y es la única manera de escuchar a Dios.

(iv) Los judíos resistieron la atracción de Dios. Solamente aceptan a Jesús los que Dios atrae a Él. La palabra que usa Juan para atraer es helkyein. Es la palabra que se usa en la traducción griega del hebreo en el pasaje en que Jeremías oye decir a Dios: «Con fidelidad conyugal te he atraído a Mí» (Jeremías 31:3; R.V. « te soporté con misericordia»). Lo interesante. de la palabra es que casi implica una cierta resistencia. Se usa para tirar de una red cargadísima hacia la orilla (Juan 21:6, 11). Se usa de cuando arrastraron a Pablo y Silas a los magistrados en Filipos (Hechos 16:19). Es la palabra que se usa para desenvainar o tirar de espada (Juan 18:10). Siempre implica algo de resistencia. Dios puede atraer a las personas; pero la resistencia de éstas a veces puede más que el tirón de Dios.

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