Lev 8:1 Habló Jehová a Moisés, diciendo:
¿Por qué Aarón y sus hijos necesitaron ser purificados y separados? Aun cuando todos los hombres de la tribu de Leví estaban dedicados al servicio de Dios, sólo los descendientes de Aarón podían ser sacerdotes. Sólo ellos tenían el honor y la responsabilidad de realizar los sacrificios. Estos sacerdotes tenían que purificarse y dedicarse a sí mismos antes de que pudieran ayudar al pueblo a hacer lo mismo.
La ceremonia de ordenación: Aarón y sus hijos eran lavados con agua, vestidos con vestiduras especiales y ungidos con aceite. Ponían sus manos sobre un becerro mientras lo mataban, y sobre dos carneros mientras lo mataban. Esto mostraba que la santidad sólo podía provenir de Dios, no de su rol de sacerdotes. Igualmente, el que tengamos una posición religiosa no nos hace limpios espiritualmente. La limpieza espiritual sólo proviene de Dios. No importa cuán alta sea su posición ni por cuánto tiempo la ha tenido, debemos depender de Dios para una vitalidad espiritual.
Lev 8:2 Toma a Aarón y a sus hijos con él, y las vestiduras, el aceite de la unción, el becerro de la expiación, los dos carneros, y el canastillo de los panes sin levadura;
El becerro de la expiación : Se refiere al primer paso en la ordenación de un sacerdote. Se trata de la ofrenda de purificación.
Lev 8:3 y reúne toda la congregación a la puerta del tabernáculo de reunión.
¿Por qué se necesitaban sacerdotes en Israel? Se instruyó a los israelitas para que fueran un reino de sacerdotes; idealmente, todos serían santos y relacionados con Dios. Pero desde que cayó Adán, el pecado ha separado al hombre de Dios, y el pueblo ha necesitado mediadores que le ayuden a encontrar el perdón. Al principio, los patriarcas -jefes de familia como Abraham y Job- eran sacerdotes de la casa o del clan y hacían sacrificios por la familia. Cuando los israelitas dejaron Egipto, se eligió a los descendientes de Aarón para servir como sacerdotes de la nación. Los sacerdotes eran los intermediarios entre Dios y el hombre. Eran los líderes espirituales a tiempo completo y los supervisores de las ofrendas. El sistema de sacerdocio fue una concesión por la incapacidad del pueblo, a causa del pecado, para enfrentarse y relacionarse con Dios individual y colectivamente. En Cristo, fue transformado este sistema imperfecto. Jesucristo mismo es nuestro Sumo Sacerdote. Ahora todos los creyentes pueden acercarse a Dios a través de El.
Lev 8:4 Hizo, pues, Moisés como Jehová le mandó, y se reunió la congregación a la puerta del tabernáculo de reunión.
Lev 8:5 Y dijo Moisés a la congregación: Esto es lo que Jehová ha mandado hacer.
Lev 8:6 Entonces Moisés hizo acercarse a Aarón y a sus hijos, y los lavó con agua.
Lev 8:7 Y puso sobre él la túnica, y le ciñó con el cinto; le vistió después el manto, y puso sobre él el efod, y lo ciñó con el cinto del efod, y lo ajustó con él.
Lev 8:8 Luego le puso encima el pectoral, y puso dentro del mismo los Urim y Tumim.
¿Qué eran el Urim y el Tumim? Se sabe poco de ellos, pero probablemente eran una clase de piedras preciosas u objetos planos que Dios utilizaba para dirigir a su pueblo. El sumo sacerdote los guardaba en unos bolsillos atados a su pectoral. Algunos eruditos creen que el Urim pudo haber sido el no como respuesta y el Tumim el sí. Después de un tiempo de oración pidiendo la guía de Dios, el sacerdote sacudiría una de las piedras de la bolsa y Dios haría que cayera la piedra adecuada. Otro punto de vista es que el Urim y el Tumim eran pequeños objetos planos, y que cada uno tenía un lado para el sí y otro para el no. El sacerdote arrojaba los dos, si ambos caían en el lado del sí, la respuesta de Dios era positiva. Dos lados con el no era la negativa. Un sí y un no significaban que no había respuesta. Dios tuvo un propósito especial para utilizar este método para guía: estaba enseñando a una nación los principios para seguirlo. Sin embargo, nuestra situación no es la misma, así que no debemos inventar sistemas como este para que Dios nos guíe.
Lev 8:9 Después puso la mitra sobre su cabeza, y sobre la mitra, en frente, puso la lámina de oro, la diadema santa, como Jehová había mandado a Moisés.