Las tentaciones de Jesús

Esto era precisamente lo que prometían los falsos mesías que surgían cada dos por tres. Un tal Teudas había hecho salir al pueblo prometiéndole que a su palabra se dividirían las aguas del Jordán en dos partes: 38 ¿No eres tú aquel egipcio que levantó una sedición antes de estos días, y sacó al desierto los cuatro mil sicarios? Hechos 21:38. Un famoso pretendiente egipcio había prometido que con una sola palabra arrasaría las murallas de Jerusalén. Simón Mago, se dice, había prometido volar por los aires, pero pereció en el intento. Estos pretendientes habían ofrecido credenciales que no pudieron cumplir. Jesús podía cumplir todo lo que prometiera. ¿Por qué no había de seguir ese método?

Jesús tenía dos buenas razones para no adoptar ese curso de acción. La primera, que el que busque atraer a sí a las personas proveyéndolas de sensaciones habrá elegido un camino que, literalmente, no tiene futuro. La razón es bien sencilla: para conservar el poder tendría que seguir produciendo sensaciones cada vez más grandes. Las maravillas tienen un tiempo limitado. La sensación de este año será algo corriente el que viene. Un Evangelio basado en el sensacionalismo estaría condenado al fracaso. La segunda, que esa no es la manera en que se ha de usar el poder de Dios. «No intentarás someter al Señor tu Dios a prueba,» dijo Jesús. Deuteronomio 6:16. Lo que quería decir era que no es bueno querer ver hasta dónde puede uno llegar con Dios; no tiene sentido ponerte deliberadamente en una situación peligrosa, atrevida e innecesariamente, y esperar que Dios te libre de las consecuencias.

Dios espera que asumamos riesgos por fidelidad a Él, pero no para elevar nuestro prestigio. La fe que depende de las señales y los milagros no es la verdadera fe. Si la fe no puede creer sin las sensaciones es que no es realmente fe, sino una duda que está buscando una prueba, y buscándola donde no la puede encontrar. El poder salvador de Dios no es algo con lo que se puede jugar ni experimentar, sino algo en lo que hay que confiar sin aspavientos en la vida diaria. Jesús rechazó el sensacionalismo porque sabía que conducía, y conduce, al fracaso; y porque buscar sensaciones no es confiar, sino desconfiar de Dios.

(iii) Así es que el tentador atacó todavía por otro frente. Era el mundo lo que Jesús había venido a salvar, y Le vino a la mente una representación del mundo. La voz del tentador Le dijo: «¡Póstrate y adórame, y yo Te daré todos los reinos del mundo!» ¿No había dicho Dios mismo a Su escogido: «Pídeme, y Te daré por herencia las naciones, y como posesión Tuya los confines de la Tierra»? Salmo 2:8.

Lo que quería decir el tentador era: «¡Transige! ¡Lleguemos a un acuerdo! ¡No pongas el listón demasiado alto! Hazte un poco el ciego al mal y a las cosas discutibles, y Te harás con las masas.» Esta era la tentación a pactar con el mundo en vez de presentarle clara y terminantemente las demandas de Dios. Era la tentación a avanzar retirándose, y a tratar de cambiar el mundo haciéndose como él. La contestación de Jesús no se hizo esperar: « Al Señor tu Dios temerás, a Él solo servirás y por Su nombre jurarás» Deuteronomio 6:13. Jesús estaba absolutamente seguro de que no se puede vencer al mal entrando en componendas con él. Estableció la insobornabilidad de la fe cristiana. El Cristianismo no se puede doblegar para ponerse al nivel del mundo, sino elevar al mundo a su propio nivel. Ningún otro principio funcionará. Así es que Jesús hizo Su decisión. Decidió que nunca sobornaría a nadie para que Le siguiera; decidió que el camino del sensacionalismo no era para Él, y decidió que no podía transigir en el mensaje que predicara ni en la fe que demandara. Su elección significaba inevitablemente la Cruz -pero la Cruz significaba también inevitablemente la victoria final.

Estuvo allí cuarenta días, durante los cuales Le estuvo tentando Satanás. Las fieras Le hacían compañía, y los ángeles Le ayudaban. Tan pronto como pasó la gloria de la hora del bautismo llega la de la batalla con las tentaciones. Una cosa resalta aquí tal manera que no podemos pasarla por alto. Fue el Espíritu el Que impulsó a Jesús a retirarse al desierto, para someterse a la prueba. El mismo Espíritu que descendió sobre Él en Su bautismo ahora Le sacó de Su descanso.

En esta vida es imposible escapar a los asaltos de la tentación; pero una cosa es segura: las tentaciones no se nos envían para que caigamos, sino para fortalecer los nervios los tendones de nuestras mentes y almas. No se pretende que nos traigan la ruina, sino la fuerza. Están diseñadas para que de las pruebas surjamos mejores guerreros y atletas de Dios.

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