En ese desierto, Jesús podía estar más solo que en ningún otro lugar de Palestina. Jesús se fue al desierto completamente solo. Había recibido Su tarea; Dios Le había hablado; tenía que pensar cómo iba a emprender la obra que Dios Le había confiado; tenía que tener las cosas claras antes de empezar; tenía que estar solo.
Puede que a menudo erremos sencillamente porque nunca hacemos lo posible para estar solos. Hay ciertas cosas que una persona tiene que resolver a solas. Hay momentos cuando no nos sirve de nada el consejo que se nos pueda dar. Hay veces cuando una persona tiene que retenerse de actuar, y empezar a pensar. Puede que cometamos muchos errores precisamente porque no nos damos la oportunidad de estar a solas con Dios.
El sagrado relato
Hay algunas consideraciones que debemos hacernos antes de proceder al estudio detallado del relato de las tentaciones.
(i) Los tres evangelistas parecen hacer hincapié en que las tentaciones siguieron inmediatamente al bautismo de Jesús. Como dice Marcos «Inmediatamente el Espíritu Le impulsó al desierto» Marcos 1:12; sigue manteniendo la palabra luego en su primera acepción: «Prontamente, sin dilación».
Es una de las realidades de la vida el que después de todo gran momento viene un momento de reacción y una y otra vez es en la reacción donde se oculta el peligro. Eso fue lo que le sucedió a Elías. Con un coraje imponente, Elías se enfrentó completamente solo y derrotó a los profetas de Baal en el monte Carmelo como nos lo dice 1 Reyes 18: 17-40: Cuando Acab vio a Elías, le dijo: ¿Eres tú el que turbas a Israel? Y él respondió: Yo no he turbado a Israel, sino tú y la casa de tu padre, dejando los mandamientos de Jehová, y siguiendo a los baales. Envía, pues, ahora y congrégame a todo Israel en el monte Carmelo, y los cuatrocientos cincuenta profetas de Baal, y los cuatrocientos profetas de Asera, que comen de la mesa de Jezabel. Elías y los profetas de Baal Entonces Acab convocó a todos los hijos de Israel, y reunió a los profetas en el monte Carmelo. Y acercándose Elías a todo el pueblo, dijo: ¿Hasta cuándo claudicaréis vosotros entre dos pensamientos? Si Jehová es Dios, seguidle; y si Baal, id en pos de él. Y el pueblo no respondió palabra. Y Elías volvió a decir al pueblo: Sólo yo he quedado profeta de Jehová; mas de los profetas de Baal hay cuatrocientos cincuenta hombres. Dénsenos, pues, dos bueyes, y escojan ellos uno, y córtenlo en pedazos, y pónganlo sobre leña, pero no pongan fuego debajo; y yo prepararé el otro buey, y lo pondré sobre leña, y ningún fuego pondré debajo. Invocad luego vosotros el nombre de vuestros dioses, y yo invocaré el nombre de Jehová; y el Dios que respondiere por medio de fuego, ése sea Dios. Y todo el pueblo respondió, diciendo: Bien dicho. Elías dijo a los profetas de Baal: Escogeos un buey, y preparadlo vosotros primero, pues que sois los más; e invocad el nombre de vuestros dioses, mas no pongáis fuego debajo. ellos tomaron el buey que les fue dado y lo prepararon, e invocaron el nombre de Baal desde la mañana hasta el mediodía, diciendo: !!Baal, respóndenos! Pero no había voz, ni quien respondiese; entre tanto, ellos andaban saltando cerca del altar que habían hecho. Y aconteció al mediodía, que Elías se burlaba de ellos, diciendo: Gritad en alta voz, porque dios es; quizá está meditando, o tiene algún trabajo, o va de camino; tal vez duerme, y hay que despertarle. Y ellos clamaban a grandes voces, y se sajaban con cuchillos y con lancetas conforme a su costumbre, hasta chorrear la sangre sobre ellos. Pasó el mediodía, y ellos siguieron gritando frenéticamente hasta la hora de ofrecerse el sacrificio, pero no hubo ninguna voz, ni quien respondiese ni escuchase. Entonces dijo Elías a todo el pueblo: Acercaos a mí. Y todo el pueblo se le acercó; y él arregló el altar de Jehová que estaba arruinado. Y tomando Elías doce piedras, conforme al número de las tribus de los hijos de Jacob, al cual había sido dada palabra de Jehová diciendo, Israel será tu nombre, edificó con las piedras un altar en el nombre de Jehová; después hizo una zanja alrededor del altar, en que cupieran dos medidas de grano. Preparó luego la leña, y cortó el buey en pedazos, y lo puso sobre la leña. Y dijo: Llenad cuatro cántaros de agua, y derramadla sobre el holocausto y sobre la leña. Y dijo: Hacedlo otra vez; y otra vez lo hicieron. Dijo aún: Hacedlo la tercera vez; y lo hicieron la tercera vez, de manera que el agua corría alrededor del altar, y también se había llenado de agua la zanja. Cuando llegó la hora de ofrecerse el holocausto, se acercó el profeta Elías y dijo: Jehová Dios de Abraham, de Isaac y de Israel, sea hoy manifiesto que tú eres Dios en Israel, y que yo soy tu siervo, y que por mandato tuyo he hecho todas estas cosas. Respóndeme, Jehová, respóndeme, para que conozca este pueblo que tú, oh Jehová, eres el Dios, y que tú vuelves a ti el corazón de ellos. Entonces cayó fuego de Jehová, y consumió el holocausto, la leña, las piedras y el polvo, y aun lamió el agua que estaba en la zanja. Viéndolo todo el pueblo, se postraron y dijeron: !!Jehová es el Dios, Jehová es el Dios! Entonces Elías les dijo: Prended a los profetas de Baal, para que no escape ninguno. Y ellos los prendieron; y los llevó Elías al arroyo de Cisón, y allí los degolló.
Ese fue el gran momento del valor y del testimonio de Elías. Pero la matanza de los profetas de Baal provocó la ira de la malvada Jezabel, que se propuso acabar con Elías. «Entonces tuvo miedo y se levantó y huyó para salvar la vida a Beerseba» 1 Reyes 19:3. El hombre que se había mantenido intrépidamente frente a todos sus rivales huye ahora para salvar la vida con el terror en los talones. Había llegado el momento de la reacción. Parece ser ley de vida que precisamente después que nuestro poder de resistencia ha estado en su punto más alto se achanta hasta lo más bajo. El tentador escogió cuidadosa, sutil y astutamente su momento para atacar a Jesús -pero Jesús le venció. Haremos bien en mantenernos especialmente en guardia después de cada vez que la vida nos ha llevado a las alturas, porque es precisamente entonces cuando asalta el más grave peligro de las simas.
(ii) No tenemos por qué considerar esto como una experiencia externa de Jesús. Fue una lucha que tuvo lugar en Su propio corazón y mente y alma. La prueba está en que no existe ninguna montaña desde la que se puedan ver todos los reinos de la Tierra, pese al Tibidabo. Fue una batalla interior.