Apocalipsis 16: Las siete copas de la ira de Dios

Tercero, los terrores de este capítulo.

(i) La epidemia de las úlceras purulentas a las personas (Apocalipsis 16:2).

(ii) El mar se pone como la sangre de un muerto (Apocalipsis 16:3).

(iii) Los ríos y las fuentes se convierten en sangre (Apocalipsis 16:4).

(iv) El Sol se vuelve abrasador (Apocalipsis 16:8).

(v) Las tinieblas cubren el reino de la bestia, y su agonía (Apocalipsis 16:10).

(vi) Se seca el Éufrates para abrirles el camino a los reyes del Oriente (Apocalipsis 16:12).

(vii) La contaminación del aire y los terrores que la acompañan en la naturaleza, el trueno, el terremoto, el rayo y el granizo (Apocalipsis 16:17-21).

Es fácil ver las cosas que tienen en común estas listas -e1 granizo, las tinieblas, las aguas que se vuelven sangre, las heridas ulceradas, la llegada de las hordas de más allá del. Éufrates. Pero en el Apocalipsis se halla esta diferencia entre los terrores que siguen a las trompetas y los que siguen al derramar de las copas. En los primeros, la destrucción es siempre limitada, por ejemplo, a una tercera parte de la Tierra; pero en la destrucción posterior es completa para los enemigos de Dios.

En esta serie final de terrores, Juan parece haber reunido los horrores de todas las historias de la ira de Dios, lanzándolos sobre el mundo impío en un último diluvio de desastres.

Los terrores de Dios

La voz del Templo es la voz de Dios mandando Sus mensajeros angélicos con Sus terrores a la humanidad.

El primer terror es el de la plaga de úlceras malignas y purulentas. La palabra es la misma que se usa para describir los granos y las llagas de la plaga de Egipto (Éxodo 9: 8-11); los dolores que siguen a la desobediencia a Dios (Deuteronomio 28:35); la llaga maligna de Job (Job 2:7).

El segundo terror es la conversión de las aguas del mar en sangre; este y el terror siguiente, la conversión de los ríos y de las fuentes en sangre, recuerda la plaga de Egipto cuando el agua del Nilo se volvió sangre (Éxodo 7:17-21). Puede ser que la idea de un mar de sangre le viniera a Juan en Patmos; debe de haber visto a menudo el mar como sangre a la luz del Sol poniente.

En el pensamiento hebreo todas las fuerzas naturales -e1 viento, el Sol, la lluvia, las aguas- tenían sus ángeles. Estos ángeles eran servidores de Dios a cargo de los diversos departamentos de la naturaleza. Puede que se creyera que el ángel de las aguas se habría enfadado al ver que las aguas se volvían sangre; pero hasta él admitía la justicia de la acción de Dios. En el versículo 6 se hace referencia a la persecución en el Imperio Romano. Los consagrados a Dios son los miembros de la Iglesia Cristiana; los profetas no son los del Antiguo Testamento, sino los de la Iglesia Cristiana (I Corintios 12:28; Hechos 13:1; Efesios 4:11), que, siendo responsables de la Iglesia, eran siempre los primeros en sufrir en tiempos de persecución. El sombrío castigo de los que han derramado la sangre de los dirigentes y de los miembros de la Iglesia es que se encontrarán sin agua y no tendrán más que sangre para beber.

En el versículo 7, la voz del altar alaba la justicia de los juicios de Dios. Esta puede que sea la voz del ángel del altar, porque el altar también tenía su ángel. O puede que quisiera decir que el altar del Cielo es el lugar donde las vidas de los mártires y las oraciones del pueblo de Dios se Le ofrecen como sacrificio; y la voz del altar puede que sea, por así decirlo, la voz de la Iglesia doliente y orante de Cristo alabando la justicia de Dios cuando Su ira cae sobre sus perseguidores.

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