Comprometidos a Sembrar La Palabra de Dios

La mayoría de la gente no cree en Jesús

La fe de los cobardes

No obstante, muchos de los gobernantes creían en Él; pero no confesaban públicamente su fe no fuera que los excomulgaran; porque les importaba más estar a bien con la gente que con Dios.

Jesús no se encontró sólo con oídos sordos; había algunos, incluso entre las autoridades, que creían en lo secreto de su corazón; pero tenían miedo de confesar su fe porque no querían arriesgarse a que los excomulgaran de la sinagoga. Esas personas estaban intentando lo imposible: ser discípulos secretos. El discipulado secreto es una contradicción en términos; porque, «o el secreto acaba con el discipulado, o el discipulado acaba con el secreto.»

Temían que, si se declaraban seguidores de Jesús, saldrían perdiendo. Es curioso hasta qué punto mucha gente tiene una escala de valores errónea. Una y otra vez han dejado de identificarse con una gran causa porque incidía en sus mezquinos intereses. Cuando Juana de Arco se dio cuenta de que la habían abandonado y dejado sola, dijo: « Sí, estoy sola en la Tierra; siempre he estado sola. Mi padre les dijo a mis hermanos que me ahogaran si no quería quedarme a cuidar de sus ovejas mientras Francia de desangraba hasta la muerte. Francia podía desaparecer con tal de que las ovejas estuvieran a salvo.» Para ese granjero francés era más importante que se salvaran sus ovejas que se salvara su país. Y estos gobernantes judíos eran un poco así también. Sabían que Jesús tenía razón; que sus compañeros de, gobierno estaban tratando de destruir a Jesús y todo lo que El quería hacer; pero no estaban dispuestos a correr riesgos decantándose públicamente por Él. Habría supuesto el final de su carrera, su posición, su prestigio. Habrían tenido que sufrir ostracismo, tanto social como religioso. Aquello les parecía un precio excesivo; así que vivieron una mentira por no ser capaces de vivir la verdad.

Con una frase gráfica Juan diagnostica la posición de aquella gente. «Les importaba más estar a bien con la gente que con Dios.» Se creerían, sin duda, sabios y prudentes; pero su sabiduría no llegaba tan lejos como para darse cuenta de que, mientras la opinión de la gente puede durar los pocos años que estemos en este mundo, el juicio de Dios cuenta para toda la eternidad. La verdadera sabiduría y prudencia consiste en valorar más el que Dios tenga una buena opinión de nosotros que el que la tenga la gente. Siempre será mejor estar a bien con la eternidad que por un poco de tiempo.

  • Páginas:
  • 1
  • 2

Ayúdanos a continuar sembrando La Palbara de Dios

WebDedicado ha sido autorizado a recaudar los fondos para continuar con La Gran Comisión


Deja el primer comentario

Otros artículos de Nuestro Blog

Que pueden ser de interés para ti de acuerdo a tus lecturas previas.