Como un último esfuerzo, el Rabsaces optó por poner de lado a la delegación del rey Ezequías y dirigirse exclusivamente al pueblo de Jerusalén en su propio idioma. Es en esta fase que el Rabsaces deja ver su desesperación porque concluye su misión con la pronta rendición de Jerusalén. Les ofrece la paz, a fin de que todos los que habían abandonado sus campos para ir a Jerusalén buscando protección pudieran volver a sus viñas, a sus higueras y a sus propios pozos de agua, lo que era la mayor tentación para la gente bajo asedio. También reveló, quizá como una indiscreción no premeditada, el verdadero propósito del rey de Asiria: llevar a los habitantes de Jerusalén en cautiverio. Pero el mayor traspié del Rabsaces, del que quizá él jamás se pudo percatar, fue injuriar a Jehová Dios de
Israel y referirse a él como a cualquiera de los Dioses de las naciones derrotadas por el rey de Asiria. A esta altura, la confrontación ya no era con Ezequías, ni con el pueblo de Jerusalén, sino con el Santo de Israel, el único Dios verdadero y supremo en la historia del universo.
La delegación judía no respondió palabra y volvió al rey Ezequías con sus vestiduras rasgadas.
Cumplimiento de las profecías El pasaje de Isaías 37:7-38 tiene su fiel cumplimiento con la muerte trágica de Senaquerib a manos de sus propios hijos. Esto nos muestra que lo que Dios dice, para bien o para mal, se cumple irremediablemente. La sentencia contra este monarca asirio se cumplió. ¿Cómo nos relata la historia secular este suceso? Dice una inscripción asiria: «El día 20 de Tebet, Senaquerib fue muerto por sus hijos sublevados. El día 18 de Sivar Esarjadón su hijo ascendió al trono.» Es impresionante el cumplimiento de ese juicio, lo apreciamos en toda su magnitud en Isaías 37:38.
Cilicio Era una ropa tosca, de color oscuro, tejida de pelo de cabra o de camello, y la llevaban las personas que estaban de duelo o que habían hecho algún voto de penitencia. En el contexto no judío, se usaban unas fajas de cerda y se llevaba ceñida alrededor del cuerpo. Además del luto y de la penitencia, se vestían de cilicio en señal de protesta, o también para lamentar los castigos que el Señor les enviaba.
Heródoto El gran historiador Heródoto ha escrito en su libro 2:141 un relato que confirma la Escritura con relación al descalabro del ejército asirio. Escribe que los acerdotes egipcios le dijeron que Senaquerib se vio forzado a retirarse de Pelussio debido a una plaga de ratones… el versículo 33 de Isaías 37 parece confirmar este hecho. Este hecho milagroso, que originó tal descalabro, y el avance del etíope Tirhacan, lo indujeron a retirarse con su ejército, que estaba a la vez bien disminuido. En los escritos de Senaquerib no se menciona la toma de Jerusalén. Posteriormente vino su muerte trágica, mientras adoraba en un templo dedicado a Nieroc, sus hijos Adramelec y Sarezer lo asesinaron. El hijo menor, favorito del rey llamado Esarjadón, reinó en su lugar. Así terminó la vida de soberbia y altivez de este rey asirio.