En su primer esfuerzo, envió una embajada compuesta por los más altos oficiales de su ejército, y a una gran parte de sus hombres de guerra, a pesar de que tanto necesitaba de su acción en el frente de batalla contra Egipto en la región de la Sefela de Judá y de la franja de Filistea. Isaías nos menciona sólo al Rabsaces, es decir al mismo lugarteniente de Senaquerib, pero 2 Reyes indica que también envió al Tartán y al Rabsaris, sus altos jefes militares. Al enviar a estos oficiales y a un ejército poderoso, Senaquerib tenía el propósito de impresionar a los líderes de Jerusalén. El esperaba la pronta rendición de Jerusalén, pues no podía disponer de esa gente para un asedio prolongado de la ciudad.
Senaquerib falló, porque Jerusalén no se rindió en el plazo esperado, y gran parte del mérito para que esto no ocurriera se le tiene que reconocer a la influencia del profeta Isaías. Después, gran parte de ese ejército poderoso tuvo que regresar en apoyo de Senaquerib.
Llegando a Jerusalén, el Rabsaces pidió hablar con el rey, como lo indica la LXX al final del versículo 2. Pero el rey evitó la humillación de la confrontación directa con el oficial asirio. El envió una delegación presidida por Eliaquim hijo de Hilquías y ellos atendieron al Rabsaces desde la muralla de Jerusalén.
Los versículos 4-10 presentan las demandas del rey de Asiria para lograr la rendición de Jerusalén. Primero, se refiere al rey de Judá solamente como Ezequías, sin reconocerle ningún honor real. Luego desacredita los objetos de la confianza de los judíos: su propio poderío y el respaldo del poderío egipcio. Finalmente se refiere a Jehová Dios de Israel como un Dios que debe estar airado contra Ezequías, por ciertas reformas religiosas que el Rabsaces o Senaquerib, en su mentalidad politeísta, consideraban como un ultraje contra Jehová.
Tras esta introducción, muy bien diagramada, el Rabsaces propone una especie de convenio que reflejaría una sumisión sincera de parte del rey de Judá. Al parecer, su previa expresión de sumisión y el tributo enviado a Laquis son a propósito totalmente ignorados. Ahora el Rabsaces propone que el rey de Judá entregue a 2.000 de sus hombres para que formaran parte de un regimiento de caballería en el ejército asirio, que está formado por gente de diversa procedencia étnica (vv. 8, 9). Observe que hasta aquí no pide abiertamente la rendición de Jerusalén.
El Rabsaces optó por una estrategia diferente: Echando mano de su dominio del hebreo (al parecer los dirigentes judíos no dominaban el acadio, el idioma de los asirios, de la misma manera), optó por dirigirse a la gente de Jerusalén también, moviéndoles a rebelarse contra el rey de Judá. Eliaquim pidió al Rabsaces que les hablara en arameo, el idioma internacional en aquellos días. Fue entonces que el Rabsaces vio llegada la oportunidad de humillar a los dirigentes de Judá delante del pueblo. En el versículo 12 insiste en hablar en hebreo y les dice: ¿Acaso me ha enviado mi Señor para decir estas palabras sólo a tu Señor y a ti? ¿No les concierne también a los hombres que están sobre la muralla, quienes… Luego añade una expresión que la RVA no ha comunicado de una manera clara. La palabra imajém ha sido traducida como vosotros, pero es mejor traducir con vosotros. En otras palabras, este pueblo, si sigue con vosotros, bajo vuestra testaruda dirección que rehusa rendirse, va a terminar comiendo sus propios excrementos y bebiendo su propia orina, debido a un prolongado asedio de la ciudad.