Entonces entró Satanás en uno de los doce, que se llamaba Judas Iscariote, y éste fue a los principales sacerdotes, y con los jefes de la guardia para entregárselo. Y les dijo: ¿Qué me queréis dar, y yo os lo entregaré? Ellos, al oírlo, se alegraron, y prometieron darle dinero. Y ellos le asignaron treinta piezas de plata. Y desde entonces buscaba Judas oportunidad para entregarle a espaldas del pueblo. Mateo 26: 14-16; Marcos; 14.10,11; Lucas 22: 3-6
Ya hemos visto que las autoridades judías querían encontrar la manera de arrestar a Jesús sin provocar disturbios, y ahora se les presentaba la oportunidad con la venida de Judas. Solo puede haber tres razones por las que Judas traicionara a Jesús. Todas las otras sugerencias son variaciones de estas tres.
(i) Puede haber sido por avaricia. Según Mateo y Marcos, fue inmediatamente después de la unción en Betania cuando Judas cerró el trato terrible; y cuando Juan nos cuenta ese acontecimiento, dice que Judas hizo su protesta contra la unción porque era un ladrón y sisaba del dinero que había -en la caja (Juan 12:6). En ese caso, Judas hizo el negocio más mezquino de la Historia. La suma por la que acordó traicionar a Jesús fue de treinta arguria. Un argurion era un siclo, que valía unas 33 pesetas. Por tanto, Judas vendió a Jesús por menos de mil pesetas. Si la avaricia fue la causa de su traición, es el ejemplo más terrible de la Historia de la bajeza a la que puede llegar, el amor al dinero.
(ii) Puede que fuera por un odio terrible basado en una desilusión fatal. Los judíos siempre habían tenido un sueño de poder; por tanto, tenían sus nacionalistas extremos, que estaban preparados a cometer crímenes y violencia para echar a los romanos de Palestina, Estos nacionalistas se llamaban los sicarios, los portadores de dagas, porque seguían una deliberada política de asesinatos. Puede que Judas fuera uno de ellos, y que ése fuera el origen de su mote, Sicarius, Iscariote. Y que se había adherido a Jesús creyéndole el dirigente divinamente inspirado Que, con Su poder milagroso, podría dirigir la gran revolución. Puede que hubiera notado que Jesús había tomado otro camino, que no conducía más que a la Cruz. Y, a causa de su amarga desilusión, la devoción de Judas se convirtió, primero en desencanto, y luego en un odio tal que le condujo a buscar la muerte del Hombre del Que él había esperado tanto. Puede que Judas llegara a odiar a Jesús tanto porque no era el Cristo que él quería que fuera.
(iii) Puede ser que Judas nunca pretendiera que Jesús muriera. Puede ser que, como ya hemos visto, viera en Jesús al Dirigente divino. Puede que pensara que Jesús iba demasiado despacio; y puede que no deseara otra cosa que obligarle a actuar. Puede que traicionara a Jesús con la intención de obligarle a revelarse. Ese es de hecho el punto de vista que encaja mejor con todos los datos. Y eso explicaría por qué Judas se suicidó cuando su plan resulto un fracaso. Lo miremos como lo miremos, la tragedia de Judas consistió en que se negó a aceptar a Jesús como era, y trató de hacerle como él quería que fuera. No somos nosotros los que podemos cambiar a Jesús a nuestro gusto, sino Jesús el Que ha de cambiarnos a nosotros a Su imagen. No Le podemos usar nunca para que se realicen nuestras ideas; debemos someternos a Él para que se realicen las Suyas. La tragedia de Judas fue la de una persona que creyó que sabía más que Dios.
Marcos coloca con un arte consumado la unción en Betania al lado de la traición de Judas: el detalle de un amor generoso, y el de una traición terrible.
Siempre nos produce un escalofrío en el corazón el pensar en Judas. Dante le colocó en el más profundo de todos los infiernos, un infierno de frío y de hielo, un infierno diseñado para los que no fueron pecadores ardientes, arrebatados por pasiones aisladas, sino ofensores fríos, calculadores, deliberados, contra el amor de Dios.