Juan 8: Miseria y misericordia

(a) Implicaba una segunda oportunidad. Es como si Jesús le dijera a la mujer: «Sé que has estropeado las cosas; pero la vida no se te ha terminado; Yo te doy otra oportunidad, la de redimirte a ti misma.» Alguien ha escrito: «¡Como me molaría que hubiera algún lugar encantado, que se llamara la Tierra de Empezar Otra Vez, en la que nos despojáramos a la entrada de todos nuestros errores y estreses e inútiles angustias egoístas, como el que se quita el abrigo viejo y pesado y frío de la lluvia, para no ponérnoslo ya nunca jamás!»

En Jesús tenemos el Evangelio de la segunda oportunidad. Él está siempre intensamente interesado, no sólo en lo que una persona ha sido, sino en lo que puede llegar a ser. Él no dice que lo que hemos hecho no importa; las leyes y los corazones quebrantados siempre importan; pero Él está seguro de que todos tenemos un futuro tanto como un pasado.

(b) Implicaba compasión. La diferencia fundamental que había entre Jesús y los escribas y fariseos era que ellos querían condenar; y Él, perdonar. Si leemos entre líneas, está tan claro como el agua que ellos querían apedrear a la mujer, y que les encantaría hacerlo. Disfrutaban de la emoción de ejercer su poder condenando, y Jesús disfrutaba ejerciendo su poder perdonando. Jesús miraba a los pecadores con una compasión nacida del amor; los escribas y fariseos los miraban con una repugnancia nacida de un sentimiento de propia justicia.

(c) Implicaba desafío. Jesús enfrentó a esta mujer con el desafío de una vida sin pecado. No le dijo: «Está bien; no te preocupes; sigue viviendo como hasta ahora.» Dijo: «Está mal; salte de donde estás y emprende la lucha para mejorar; cambia de vida de arriba abajo; vete, y no peques más.» No era un perdón fácil, sino un desafío que le indicaba a la mujer pecadora unas cimas de bondad con las que no había soñado jamás. Jesús opone a una vida mala el desafío de una vida buena.

(d) Implicaba creer en da naturaleza humana. Si lo pensamos, nos daremos cuenta de que es realmente alucinante el que Jesús le dijera a una mujer que había arruinado su reputación: «Vete, y no peques más.» Lo maravilloso y altamente alentador era la fe que tenía Jesús en las personas. Cuando se encontraba con alguien que se había descarriado, no le decía: «Eres una criatura miserable y sin remedio;» sino que le decía: «Vete, y no peques más.» Creía que, con su ayuda, el pecador podía llegar a ser un santo. Su método no consistía en apabullar a las personas con el conocimiento, que ya tendrían, de su propia miseria; sino inspirarlas con el descubrimiento insospechado de que eran santos en potencia.

(e) Implicaba advertencia, no tanto expresada como insinuada. Aquí nos encontramos cara a cara con la elección eterna. Jesús le dio a aquella mujer la posibilidad de escoger aquel día entre, o volver al camino peligroso por el que había llegado hasta allí, o iniciar una nueva andadura con Jesús. La historia está inconclusa, como lo están todas las vidas hasta que se presenten al juicio de Dios.

(Como ya se ha advertido, esta historia no aparece en los manuscritos más antiguos. Se encontrará una exposición de este problema textual al final del libro, páginas 328-30).

NOTA SOBRE LA HISTORIA DE LA MUJER SORPRENDIDA EN ADULTERIO

Juan 8:2-11

Para muchos, esta es una de las historias más encantadoras y preciosas de los evangelios; y sin embargo, entraña algunas dificultades.

Los manuscritos más antiguos del Nuevo Testamento son, como es natural, los más valiosos. Las copias se hacían a mano; y está claro que, cuanto más cerca se remontan de los escritos originales, tanto mayores garantías ofrecen de ser correctas. Llamamos a estos manuscritos más antiguos unciales, porque están escritos totalmente con letras mayúsculas; el texto del Nuevo Testamento se basa en los más antiguos, que datan de los siglos IV al VI d C.

El hecho es que esta historia no aparece nada más que en uno de esos manuscritos antiguos, que no se considera de los mejores. Seis de ellos la omiten totalmente. Dos, dejan un espacio en blanco en el lugar correspondiente. No la encontramos hasta que llegamos a los manuscritos griegos tardíos y a los medievales, y hasta en ellos se hace constar a menudo que su inclusión es discutida.

Otras fuentes para el estudio del texto del Nuevo Testamento son las versiones antiguas; es decir, las traducciones a otras lenguas. Esta historia no aparece en la antigua versión siriaca ni en la versión copta o egipcia, ni en algunas de las traducciones latinas primitivas.

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