Juan 7: El tiempo del hombre y el de Dios

Así es que había división de opiniones entre la multitud acerca de Jesús. Algunos habrían querido arrestarle, pero nadie Le puso la mano encima.

Todos los acontecimientos de este capítulo tuvieron lugar durante la fiesta de los Tabernáculos; y, para entenderlos adecuadamente debemos conocer el significado y un poco del ritual de aquella fiesta.

La fiesta de los Tabernáculos -o de las cabañuelas, DRAE- era la tercera de las tres grandes fiestas judías de guardar a las que estaban obligados a asistir todos los varones que vivieran a menos de veinticinco kilómetros de Jerusalén: la Pascua, Pentecostés y Tabernáculos. Caía corrientemente a finales de septiembre, el 15 del séptimo mes hebreo. Como todas las grandes fiestas judías, tenía un doble significado.

En primer lugar, tenía un significado histórico. Recibió su nombre del hecho de que, mientras duraba, las familias salían de sus casas y vivían en chozas. Durante la fiesta, surgían chozas por todas partes: en las azoteas de las casas, en las calles, en las plazas públicas, en los jardines y en los parques y hasta en los mismos atrios el templo. La ley establecía que las chozas no podían tener una estructura permanente, sino ser hechas sólo para la ocasión. Las paredes eran de ramas o frondas, capaces de proteger del tiempo pero dejando pasar el sol. La cubierta era de paja o cañas, pero trenzadas de tal manera que se pudieran ver las estrellas desde dentro. El significado histórico de todo esto era recordarle al pueblo de una manera inolvidable que en su pasado habían sido peregrinos por el desierto sin techo sobre sus cabezas (Lev_23:40-43 ). El propósito era «que vuestras generaciones sepan que Yo hice habitar en chozas al pueblo de Israel cuando lo saqué de la tierra de Egipto.» En su origen duraba siete días, pero en tiempos de Jesús ya se le había añadido el octavo.

En segundo lugar, tenía una significación agrícola. Era sobre. todo una fiesta de acción de gracias por la cosecha. Algunas veces se la llamaba la fiesta de la cosecha Exo_23:16; Exo_34:22 ); y era la más popular de todas. Por esa razón, a veces se la llamaba simplemente la fiesta 1Ki_8:2 ), y a veces la fiesta del Señor Lev_23:39 ). Las sobrepasaba a todas. La gente y la liturgia hebrea la llamaban «la fiesta de nuestra alegría», porque marcaba el final de todas las cosechas, ya que para esa fecha ya se habían segado la cebada y el trigo y vendimiado las uvas. Como establecía la ley, tenía que celebrarse «cuando hayas recogido los frutos de tus labores del campo» Exo_23:16 ); había que guardarla «cuando hayas hecho la cosecha de tu era y de tu lagar» Deu_16:13; Deu_16:16 ): No se daban las gracias sólo por una cosecha, sino por todas las cosas buenas de la naturaleza que hacían la vida posible y feliz. En el sueño del nuevo mundo de Zacarías sería ésta la fiesta que se celebraría en todas partes Zec_14:16-18 ). Josefo la llamaba «la fiesta más santa y grande entre los judíos» (Antigüedades de los judíos, 3:10:4). No era una fiesta sólo para los ricos, sino que se establecía que el siervo, el extranjero, la viuda y el pobre habían de participar de la alegría general.

Había una ceremonia que se incluía especialmente en esta fiesta. Se les decía a los fieles que tomaran «ramas con fruto de árbol hermoso, ramas de palmeras, ramas de árboles frondosos y de sauces de los arroyos» Lev_23:40 ). Los saduceos decían que esta era una descripción de los materiales de los que había que hacer las chozas; y los fariseos, que los participantes en- la fiesta tenían que traer estas cosas cuando venían al templo. Naturalmente, el pueblo seguía la interpretación de los fariseos, porque les daba oportunidad de participar personalmente en la fiesta de la alegría.

Una ceremonia especial está íntimamente relacionada con este pasaje y con las palabras de Jesús. Seguramente la tendría en mente cuando habló, y es posible que hasta sirvió de escenario natural a Sus palabras. Todos los días de la fiesta venía al templo la gente con sus ramas de palmera y de sauce, y formaba con ellas una especie de pasillo que daba la vuelta al altar mayor. Al mismo tiempo, un sacerdote llevaba una vasija de oro de tres logs de capacidad (litro y medio) al estanque de Siloé y la llenaba de agua. Luego volvía y entraba por la puerta del Agua mientras la gente recitaba Isa_12:3 : «¡Sacad con gozo aguas de las fuentes de la salvación!» El agua se subía al altar del templo y se derramaba como una libación al Señor. Mientras tanto, el coro de los levitas con acompañamiento de flautas cantaba el hallel, es decir, los Salmos 113-118: Cuando llegaban a las palabras «Alabad al Señor porque Él es bueno» Psa_118:1 ), y también a las palabras «Oh Señor, sálvanos ahora» Psa_118:25 ), y por último a las palabras finales «Alabad al Señor porque El es bueno» Psa_118:29 ), los que participaban en el culto gritaban y mecían las ramas hacia el altar. Toda aquella ceremonia dramática era una acción de gracias por el don de Dios del agua, y una oración por la lluvia, y un recuerdo de cuando salió agua de la roca cuando el pueblo estaba en el desierto. El último día de la fiesta, esta ceremonia era especialmente impresionante, porque daban siete vueltas al altar en memoria de la marcha de siete vueltas alrededor de las murallas de Jericó, que cayeron e Israel conquistó la ciudad.

En ese contexto, y tal vez en ese mismo momento, resonó la voz de Jesús: «¡El que tenga sed; que venga a Mí a beber!» Es como si Jesús dijera: «Estáis dando gracias y gloria a Dios por el agua que calma la sed de vuestro cuerpo. Venid a Mí, y satisfaré la sed de vuestra alma.» Estaba usando aquel momento dramático para trasladar el pensamiento de la gente a la sed de Dios y de las cosas eternas.

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