Pero tan pronto como se les ocurrió aquella idea, la rechazaron. Y la razón era que ellos sabían. que Jesús era de Nazaret, y quiénes eran sus padres, hermanos y hermanas. Su identidad no tenía ningún misterio, lo cual le descartaba como posible Mesías, ya que la creencia popular era que el Mesías aparecería misteriosamente. Creían que estaría oculto esperando, y algún día eclosionaría repentinamente en el mundo sin que nadie supiera de dónde había salido. Creían que el Mesías nacería en Belén, el pueblo de David; pero también creían que eso sería todo lo que se sabría de él. En el evangelio de Juan no se hace referencia al nacimiento de Jesús en Belén que relata Lucas.
Había un dicho rabínico: «Tres cosas se presentan inesperadamente: el Mesías, las oportunidades y los alacranes.» El Mesías aparecería tan por sorpresa como las oportunidades que Dios envía o los alacranes que están escondidos entre las piedras. En años posteriores, cuando Justino Mártir estaba hablando y discutiendo con un judío sobre sus creencias, el judío dijo acerca del Mesías: «Aunque el Mesías hubiera nacido ya y estuviera en algún sitio, no sabría ni él mismo que era el Mesías, ni tendría ningún poder hasta que viniera Elías a ungirle y darle a conocer.» La creencia popular era que el Mesías aparecería en el mundo de improviso y misteriosamente. Esas condiciones no se daban en Jesús; para los judíos, su origen no tenía ningún misterio.
Esta creencia era característica de una cierta actitud mental que prevalecía entre los judíos y que no ha desaparecido ni mucho menos: la que busca a Dios en lo extraordinario. La enseñanza del Evangelio es precisamente la inversa. Si Dios sólo está en lo sobrenatural, está muy poco en el mundo; mientras que, si está en las cosas normales, está siempre presente y en todo.
El Cristianismo no considera este mundo como un lugar que Dios visita raras veces, sino como un mundo del que Dios no está nunca ausente.
En respuesta a estas objeciones, Jesús hizo dos afirmaciones, ambas escandalizadoras para la gente y para las autoridades. Dijo que era verdad que sabían quién y de dónde era Él; pero era igualmente verdad que, en último término, Él había venido directamente de Dios. Y en segundo lugar, dijo que ellos no conocían a Dios, pero Él sí. Era todo un insulto el decirle al pueblo de Dios que no conocían a Dios, y una pretensión increíble la de decir que Él, Jesús, era el único que le conocía, que estaba en una relación única y exclusiva con Dios de la que no participaba nadie más.
Aquí tenemos uno de los grandes virajes de la vida de Jesús. Hasta aquí, las autoridades le habían tenido por un revolucionario que quebrantaba el sábado, lo cual era ya para ellos un crimen considerable; pero desde ahora ya no sería culpable sólo de quebrantar el sábado, sino del pecado supremo de blasfemia. Tal como ellos lo veían, Jesús hablaba de Israel y de Dios de una manera que ningún ser humano tenía derecho a emplear.
Este es el dilema que sigue presentándonos: O lo que Jesús decía de Sí mismo era falso, en cuyo caso sería culpable de una blasfemia que nadie se ha atrevido a pronunciar jamás; o lo que decía de sí mismo era la verdad, en cuyo caso Él es el que pretende ser y no puede describirse en otros términos que como el Hijo de Dios. Cada persona tiene que decidirse a favor o en contra de Jesucristo.
TIEMPO DE BUSCAR
Juan 7:31-36
Muchos de la multitud creyeron en Él, y decían:
-Cuando venga el Ungido de Dios, seguro que no podrá hacer señales más grandes que las que ha hecho este Hombre.
Los fariseos oyeron a la gente discutir acerca de Jesús; y los principales sacerdotes y los fariseos mandaron alguaciles a arrestarle. Así que Jesús les dijo:
-Estaré con vosotros un poco más de tiempo, y luego volveré al Que Me envió. Me buscaréis, pero no Me encontraréis. No podéis venir adonde Yo voy.
A eso los judíos empezaron a decirse:
-¿Adónde va a irse Este, que no Le podamos encontrar? ¿Pensará irse con los judíos que están dispersos entre los griegos para enseñar a los griegos? ¿Qué querrá decir con eso de «Me buscaréis, pero no me encontraréis» y «No podréis venir adonde Yo voy»?