Juan 7: El tiempo del hombre y el de Dios

(vi) Hay un veredicto de que tenía la personalidad más dinámica (versículo 46): El veredicto de los alguaciles que mandaron a prenderle en el templo y volvieron con las manos vacías fue que nunca había hablado nadie como Él. Julian Duguid nos cuenta que una vez iba haciendo un viaje en el mismo trasatlántico que Wilfred Grenfell; y dice que se podía saber cuando Grenfell entraba en una habitación aunque se estuviera de espaldas por la ola de autoridad que emanaba. Cuando pensamos en cómo el carpintero galileo se enfrentaba con los más poderosos del país y los dominaba hasta el punto de que eran ellos los que estaban sometidos a juicio y no Él, estamos obligados a reconocer que Él era, por lo menos, una de las personalidades supremas de la Historia. El cromo de un Jesús blanducho y anémico no le va. Del verdadero Jesús fluía un poder que hizo volver alucinados y con las manos vacías a los que habían sido enviados a detenerle.

(vii) Hay un veredicto de que era el Cristo, el Ungido de Dios. Es un hecho innegable que Jesús no encaja en ninguna de las categorías humanas que hay disponibles; sólo la categoría de lo divino le pertenece por derecho propio.

Hay otras tres reacciones a Jesús que debemos considerar.

(i) Está la reacción de temor de la multitud (versículo 13). Hablaban de Él, pero tenían miedo de hacerlo en voz demasiado alta. La palabra que usa Juan es onomatopéyica -es decir, que imita el sonido de lo que describe. Es la palabra gonguysmós. La palabra de la Reina-Valera es murmullo, mormollo en la Biblia del Oso; cuchicheando en la Nueva Biblia Española. Indica una especie de gruñido de queja en voz baja. Es la palabra que se usa de la murmuración de los israelitas contra Moisés en el desierto; era algo que hacían en voz baja porque tenían miedo de decirlo en alto. El miedo puede impedir que se proclamen las convicciones; pero el cristiano no debe tener miedo de decirle al mundo que cree en Jesucristo.

(ii) La reacción de algunos de la multitud fue la fe (versículo 31). Eran hombres y mujeres que no podían negar lo que les resultaba evidente. Oían lo que decía Jesús; veían lo que hacía; recibían el impulso de su dinamismo, y creían en Él. Cuando una persona se desembaraza de sus prejuicios y temores no tiene más remedio que acabar creyendo.

(iii) La reacción de Nicodemo fue defender a Jesús (versículo 50). En aquel concilio de las autoridades judías, la suya fue la única voz que se levantó en su defensa. Ahí está el deber de todos nosotros. Ian Maclaren solía decirles a sus alumnos cuando predicaban: «¡Decid algo bueno de Jesús!» Hoy vivimos en un mundo hostil al Evangelio de muchas maneras y en muchos sitios; pero lo sorprendente es que la gente no ha estado nunca tan dispuesta a hablar de Cristo y a discutir de religión. Vivimos en una generación en la que es fácil ganarse el título de los reyes de «Defensor de la fe.» Dios nos ha dado el privilegio de poder ser abogados y defensores de Cristo frente a las críticas, y hasta las burlas, de los que no le conocen, pero le necesitan desesperadamente.

LA AUTORIDAD SUPREMA

Juan 7:13-18

Los judíos estaban alucinados; y se decían: -¿Cómo es que sabe leer Este sin haber estudiado?

-Lo que yo enseño -decía Jesús- no son cosas mías, sino que pertenecen al Que Me envió. EL que quiera hacer Su voluntad percibirá si Mi enseñanza procede de Dios o si lo que estoy diciendo no tiene su fuente más allá de Mí mismo.

El que habla por cuenta propia está buscando su propia gloria; el que busca la gloria del que le envió es veraz y no tiene ninguna malicia.

Ya hemos tenido ocasión de advertir que es probable que algunos pasajes del evangelio de Juan no estén colocados en su debido sitio. Puede que el mismo Juan no tuviera tiempo para ponerlos en orden; o que las diversas hojas en que estaba escrito se reunieran equivocadamente. Esta sección y la siguiente son dos de los ejemplos más claros de colocación que se supone errónea. Tal como aparecen aquí resultan difíciles de entender porque no parecen guardar ninguna relación con el contexto.

Es casi seguro que deberían aparecer después de 5:47. El capítulo 5 nos relata la curación del inválido de la piscina. Jesús realizó ese milagro en sábado, y las autoridades judías lo consideraron un quebrantamiento de aquel día santo. En Su defensa Jesús cita los escritos de Moisés, y dice que, si los judíos de veras supieran lo que esos escritos querían decir y los creyeran, también creerían en Él. El capítulo termina: «Si hubierais creído a Moisés, me creeríais a mí, porque él escribía acerca de mí.

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