Ahí se ve estampada como con letras luminosas la gran doctrina bíblica de que todo hombre tiene necesidad de la gracia divina para convertirse y para preservarse del pecado. Que todos los que ponen en duda esa doctrina examinen el pasaje y mediten sobre él. Advertirán entonces que ver los milagros de Cristo, oír sus preceptos y vivir en compañía con El, no fueron parte a tornar los incrédulos en creyentes. El mero goce de privilegios espirituales jamás ha convertido a persona alguna al Cristianismo. Todo es inútil sin la eficaz aplicación del Espíritu Santo. Qué mucho que nuestro Señor dijera en otro lugar: “Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere.” Joh_6:44.
Los verdaderos siervos de Cristo, cualquiera que sea el siglo en que vivan, harán siempre bien en acordarse de esto. Sabido es que frecuentemente se sorprenden y se conturban de pensar que se encuentran tan solos, tan aislados, en la profesión de su religión; y se imaginan que ellos tienen la culpa de que todos los que los rodean no se hayan convertido a semejanza suya. Mas, que mediten en el versículo de que venimos tratando. Nuestro Señor Jesucristo era perfecto en su carácter, en sus palabras y en sus acciones; y sin embargo, ni sus propios hermanos creyeron en El.
También nos enseña este pasaje cuál es la razón principal de que muchos sienten odio hacia Cristo. Se nos refiere que nuestro Señor dijo a sus incrédulos hermanos: “No puede el mundo aborreceros a vosotros; mas a mí me aborrece, porque yo doy testimonio de él, que sus obras son malas.”
Estas palabras revelan una de esas razones ocultas que influyen en el ánimo de los hombres cuando tratan de asuntos religiosos; y explican, en parte, esa aversión mortal que muchos manifestaron hacia nuestro Señor y hacia su sistema religioso. No era tanto las elevadas doctrinas que predicaba, sino las elevadas reglas de conducta que imponía, lo que despertaba oposición. No era siquiera el derecho que reclamaba de que se le recibiera corno al Mesías lo que les disgustaba tanto a los hombres, sino las protestas que hacia contra la maldad de su conducta. En una palabra, ellos le habrían tolerado la expresión de sus opiniones, si él, a su turno, les hubiera pasado en silencio sus pecados.
Esta verdad, no hay que dudarlo, es de aplicación universal.
Se nota tanto hoy corno mil ochocientos años ha. El verdadero motivo por el cual muchos rechazan con repugnancia el Evangelio es porque este exige santidad de conducta. Enseñad solo doctrinas abstractas, y habrá pocos que levanten queja alguna. Denunciad los pecados de moda y exhortad al pueblo al arrepentimiento, y al punto habrá miliares que se sienten mortificados. La verdadera razón por la cual muchos profesan ser infieles y lanzan dicterios contra el Cristianismo, es que su sistema religioso es una censura permanente de sus malas vidas. Como Achab al profeta Miqueas, lo aborrecen porque nunca les profetiza bien, sino solamente mal 1Ki_22:8.
Observemos, por último, en este pasaje, cuan singular era la variedad de conceptos que acerca de Jesucristo se emitían desde el principio. Se nos dice que el pueblo hablaba por lo bajo acerca de él, y que unos decían que era bueno y otros que engañaba a la gente. Las palabras que el anciano Simeón había pronunciado treinta años antes, se cumplieron entonces de una manera maravillosa. él había dicho a la madre de nuestro Señor: “ He aquí, que este niño es puesto para caída y para levantamiento de muchos en Israel, y para blanco de contradicción;….para que de muchos corazones sean manifestados los pensamientos.” Luk_2:34-35.
En vista de un pasaje como este, no debiéramos sorprendernos al ver en nuestros días esa variedad interminable en ideas religiosas de que tanto se habla. El odio declarado que algunos tienen hacia Jesucristo; el espíritu de censura y de murmuración que manifiestan otros; la osada confesión de los pocos que son fieles; la timidez y cobardía de los muchos desleales; esa guerra incesante de palabras de que tantas veces ha sido víctima la iglesia de Cristo—todas estas cosas no son sino nuevos síntomas de la misma y antigua enfermedad. La corrupción de la naturaleza humana es tal que Jesucristo mismo causa separaciones entre los hombres donde quiera que su nombre es anunciado. Mientras el mundo exista constantemente se estarán cumpliendo esas profundas y proféticas palabras que salieron de sus labios: “ No penséis que he venido para meter paz, sino espada.” Mat_10:34.
No nos avergoncemos jamás de pertenecer al pequeño número de los que creen en Jesucristo, de los que oyen su voz, de los que lo siguen y lo confiesan ante los hombres. Mientras otros disipan el tiempo en vanas disputas y en controversias estériles, acojámonos nosotros a la cruz y empeñémonos en “hacer firmes nuestra vocación y elección.”
Jua 7:14-24
En este pasaje se nos enseña:
1. Que obediencia sincera a la voluntad de Dios es uno de los medios por los cuales se obtienen claros conocimientos espirituales. Nuestro Señor dijo: “ El que quisiere hacer Su voluntad conocerá de la doctrina si es de Dios, o si yo hablo de mí mismo.”