Juan 7: El tiempo del hombre y el de Dios

7.26 Este capítulo muestra muchas de las formas en que la gente reacciona ante Jesús. Lo llamaron bueno (7.12), engañador (7.12), endemoniado (7.20), el Cristo (7.26) y el profeta (7.40). Debemos determinar en nuestras mentes quién era Jesús, sabiendo que cualquier cosa que decidamos tendrá consecuencias eternas.

7.27 Una tradición popular decía que el Mesías sencillamente aparecería. Pero los que creían esta tradición pasaban por alto las Escrituras que anunciaban con claridad el lugar de nacimiento del Mesías (Mic_5:2).

7.37 Las palabras de Jesús, «Venga a mí y beba», hacían alusión al tema de muchos pasajes bíblicos que hablan acerca de las bendiciones generadoras de vida del Mesías (Isa_12:2-3; Isa_44:3-4; Isa_58:11). Al prometer dar el Espíritu Santo a todo el que creyese, Jesús declaraba ser el Mesías, ya que eso era algo que solo el Mesías podía hacer.

7.38 Jesús usó la expresión agua viva en 4.10 para referirse a la vida eterna. Aquí utiliza la expresión para referirse al Espíritu Santo. Los dos van juntos: dondequiera que se acepte el Espíritu Santo, trae vida eterna. Jesús enseña más acerca del Espíritu Santo en los capítulos 14-16. El Espíritu Santo dio poder a los seguidores de Jesús en Pentecostés (Hechos 2) y desde entonces ha estado al alcance de todos los que aceptan a Jesús como Salvador.

7.40-44 La multitud hacía preguntas acerca de Jesús. Algunos creían, otros eran hostiles y otros lo descalificaban como Mesías porque era de Nazaret, no de Belén (Mic_5:2). Pero El nació en Belén (Luk_2:1-7), aunque creció en Nazaret. Si hubiesen prestado más atención, no habrían arribado a conclusiones erróneas. Cuando busque la verdad de Dios, asegúrese de escudriñar la Biblia con atención y reflexión conservando abierto el corazón. No llegue a conclusiones antes de informarse bien de lo que dice la Biblia.

7.44-46 Aunque los romanos gobernaban Palestina, daban autoridad a los líderes religiosos judíos en los casos de asuntos civiles y religiosos de menor cuantía. Los líderes religiosos supervisaban a sus propios alguaciles y los investían de poder para arrestar a cualquiera que provocase un disturbio o quebrantase cualquiera de sus leyes ceremoniales. Como dichos líderes desarrollaron cientos de leyes triviales, resultaba casi imposible que cualquiera, incluso ellos mismos, escapase de quebrantar, pasar por alto o al menos desconocer alguna en un momento dado. Pero estos alguaciles no podían encontrar justificación para arrestar a Jesús. Y al escucharlo con la intención de descubrir alguna evidencia, no pudieron evitar escuchar las maravillosas palabras que decía.

7.46-49 Los líderes judíos se veían como un grupo selecto que era el único poseedor de la verdad, y rechazaban la verdad en cuanto a Cristo porque no había partido de ellos. Es fácil pensar que somos dueños de la verdad y que los que no están de acuerdo con nosotros están totalmente equivocados. Pero la verdad de Dios está al alcance de todos. No copie la actitud egoísta y estrecha de los fariseos.

7.50-52 Este pasaje ofrece un vistazo más a la vida de Nicodemo, el fariseo que visitó a Jesús de noche (capítulo 3). Al parecer, Nicodemo se convirtió en un creyente secreto. Como la mayoría de los fariseos odiaba a Jesús y deseaba matarlo, Nicodemo arriesgó su reputación y su encumbrada posición cuando habló a favor de Jesús. Su declaración fue valiente y de inmediato los fariseos sospecharon de él. Después de la muerte de Jesús, Nicodemo le llevó especias para ungirle (19.39). Esa es la última vez que lo mencionan las Escrituras.

7.51 Nicodemo confrontó a los fariseos con la realidad de que no guardaban sus leyes. Los fariseos perdían terreno; los alguaciles volvieron impactados por Jesús (7.46) y uno de los mismos fariseos, Nicodemo, lo defendía. Al ver que quedaban expuestos sus motivos hipócritas y que su prestigio se desmoronaba lentamente, comenzaron a movilizarse con el fin de protegerse. El orgullo habría de interferir con su capacidad de razonar y en poco tiempo los obsesionaría el deseo de deshacerse de Jesús por el simple hecho de evitar la humillación. Lo bueno y lo justo no importaban.

Juan 7:1-13

Entre los acontecimientos narrados en este capítulo y los referidos en el que le precede, medía un largo intervalo. S. Juan pasa en silencio casi completo los muchos milagros que nuestro Señor hizo mientras “andaba” en Galilea. Los sucesos que él historió por inspiración divina, son los que tuvieron lugar en Jerusalén o en sus alrededores.

Es de notarse en este pasaje lo extremo de la obstinación e incredulidad del género humano. Cuéntasenos que no creían en nuestro Señor ni aun sus hermanos. Aunque observaba una conducta santa, inofensiva, intachable, algunos de los que, según la carne, eran sus parientes más cercanos, rehusaron recibirlo como el Mesías. Harto extraño era que su pueblo escogido, los judíos, procurasen matarlo; pero era aun peor que sus hermanos no creyeran en él.

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