(ii) Pero tiene otros testigos. Dice que su testigo es .«Otro», queriendo decir Dios. Volverá a ese punto; pero antes cita a Juan el Bautista, que había dado testimonio de Jesús en repetidas ocasiones (Joh_1:19-20; Joh_1:26; Joh_1:29; Joh_1:35 y 36). Entonces Jesús hace el elogio de Juan, y desautoriza a las autoridades judías.
Dice que Juan era una lámpara que ardía e iluminaba. Eso era un elogio perfecto que le hacía. (a) Una lámpara da una luz prestada, que no le es propia: se enciende. (b) Juan tenía un ardor, porque su mensaje no era el mensaje frío del intelecto, sino el mensaje ardiente de un corazón inflamado. (c) Juan tenía luz. La función de la luz es guiar, y Juan guiaba a la gente al arrepentimiento y hacia Dios. (d) Según la naturaleza de las cosas, una lámpara se agota; al dar luz se consume a sí misma. Juan iba disminuyendo mientras Jesús iba aumentando. El verdadero testigo se consume por Dios.
Al hacer el elogio de Juan, Jesús acusa a los judíos. Estuvieron dispuestos a complacerse con Juan por cierto tiempo, pero nunca le tomaron realmente en serio. Eran, como ha dicho alguien, «como mosquitos bailando en la luz,» o como chiquillos jugando al sol. Juan les producía una sensación agradable, y estaban dispuestos a escucharle mientras dijera lo que ellos esperaban, para abandonarle después tan pronto como dijera algo que no les convenía. Mucha gente escucha así la verdad de Dios; disfrutan de un sermón como de una representación. Un famoso predicador cuenta que una vez, después de predicar un serio sermón acerca del juicio, le saludaban diciéndole: « ¡Qué majo ha sido hoy su sermón!» La verdad de Dios no es una cosa meramente divertida, sino algo que se ha de recibir en saco y ceniza de humildad y arrepentimiento.
Pero Jesús no apeló a la evidencia de Juan. Dijo que no era la evidencia de hombres falibles la que iba a aportar en defensa de Sus credenciales.
(iii) Entonces aporta el testimonio de Sus obras. Eso había hecho también cuando el mismo Juan Le mandó a algunos de sus discípulos a preguntarle si era Él el Mesías. Entonces les dijo a los emisarios de Juan que volvieran a decirle lo que habían oído y visto (Mat_11:4 , y Luk_7:22 ). Pero Jesús cita ahora Sus obras, no para atraer la atención de nadie hacia Sí mismo, sino para señalar al poder de Dios que obraba en Él y por medio de Él. Dios era Su supremo Testigo.
EL TESTIMONIO DE DIOS
Y el Padre, Que es Quien Me envió, ha dado testimonio de Mí. Vosotros no habéis oído nunca Su voz, ni habéis visto Su aspecto. No tenéis Su Palabra morando en vuestro corazón porque no creéis en el Que Él ha enviado. Escudriñáis las Escrituras porque creéis que es en ellas donde está la vida eterna. Son ellas las que dan testimonio de Mí; pero vosotros os negáis a venir a Mí para tener la vida. Yo no recibo ninguna gloria humana; pero os conozco, y sé que no tenéis en vosotros el amor de Dios. Yo he venido en nombre de Mi Padre, y sin embargo no Me recibís. Al que viene en su propio nombre, a ése sí le recibís.
La primera parte de esta sección puede tomarse de dos formas:, (i) Puede que se refiera al testimonio invisible de Dios en el corazón humano. En su primera carta escribe Juan: « El que; cree en el Hijo de Dios, tiene el testimonio (de Dios) en sí mismo» (1Jo_5:9-10 ). Los judíos habrían insistido en que ninguna persona puede ver a Dios. Aun en la promulgación de los Diez Mandamientos, «oísteis la voz de Sus palabras, mas, a excepción de oír la voz, ninguna figura visteis» Deu_4:12). Así es que aquí puede querer decir: «Es verdad que Dios es invisible; y también lo es Su testimonio, porque es la respuesta que surge en el corazón humano cuando la persona se ve confrontada conmigo.» Cuando nos vemos confrontados por Cristo, vemos en El al Que es supremamente amable y supremamente sabio; esa convicción es el testimonio de Dios en nuestro corazón. Los estoicos mantenían que la forma suprema de conocimiento no viene por el pensamiento, sino por lo que ellos llamaban «impresiones irresistibles;» una convicción que se apodera de la persona como si alguien le hubiera puesto la mano en el hombro para arrestarla. Puede que aquí Jesús quisiera decir que la convicción de Su soberanía en nuestro corazón es el testimonio interior de Dios.
(ii) Puede ser que lo que Juan quería decir es que el testimonio que Dios da de Jesucristo se encuentra en las Escrituras. Para los judíos, las Escrituras eran el sumo bien. «El que ha adquirido las palabras de la Ley, ha adquirido la vida eterna.» «Al que tiene la Ley, le rodea un cinto de gracia en este mundo y en el mundo venidero.» «El que diga que Moisés escribió por su propia cuenta aunque sólo fuera un versículo de la Ley, es un despreciador de Dios.» «Este es el libro de los mandamientos de Dios y de la Ley, que dura para siempre. Todos los que se adhieren a él están destinados para la vida eterna; pero los que lo abandonan, morirán» (1 Baruc 4:1-2). «Si la comida, que te da la vida sólo para una hora, requiere una acción de gracias antes y después de tomarla, ¡cuánto más merece una acción de gracias la Ley, de la que depende el mundo por venir!» Los judíos escudriñaban la Ley y, sin embargo, no reconocieron a Cristo cuando vino. ¿Qué les pasó? ¿Cómo fue posible que los mejores estudiantes de la Biblia del mundo, que leían las Escrituras continua y meticulosamente, rechazaran a Jesús? ¿Cómo pudo suceder eso?