(ii) Pero no es que Jesús presente Sus credenciales come el Mesías de Dios sólo en estas palabras, sino que está implícito en frase tras frase. El mismo milagro que había realizado en el paralítico era una señal de que Jesús era el Mesías. La descripción que nos hace Isaías de la nueva edad de Dios incluía que «el cojo saltaría como un ciervo» (Isa_35:6 ). Y en la visión de Jeremías, cojos y ciegos se reunirían (Jer_31:8 s).
(iii) Tenemos la declaración que hace Jesús en repetidas ocasiones de que Él resucitará a los muertos y será su juez. En el Antiguo Testamento, Dios era el único que podía resucitar a los muertos y que tenía el derecho de juzgarlos: «Yo, soy Yo, y no hay más dioses a Mi lado: Yo hago morir, y Yo hago vivir» (Deu_32:39 ). «El Señor mata y Él da la vida» (1Sa_2:6 ). Cuando el general sirio Naamán acudió a que le curaran de la lepra, el rey de Israel dijo alucinado de desesperación: «¿Soy yo Dios, que mate y dé vida?» (2Ki_5:7 ). El poder para hacer morir y vivir pertenecía inalienablemente a Dios; y lo mismo sucedía con el juicio. «El juicio es de Dios» (Deu_1:17 ).
En el pensamiento de épocas sucesivas, esta función de resucitar y, posteriormente, juzgar a los muertos se le reconoció como una de sus atribuciones al Mesías cuando viniera a inaugurar la nueva era de Dios. Enoc dice del Hijo del Hombre: «La totalidad del juicio se le confió» (Enoc 69:26s). Jesús, en nuestro pasaje, dice que los que hayan obrado el bien resucitarán para la vida, y los que hayan obrado el mal resucitarán para la muerte. El Apocalipsis de Baruc establece que cuando llegue la era de Dios: «El aspecto de los que ahora obran maliciosamente se pondrá peor de lo que es ahora, porque habrán de sufrir tormento,» mientras que los que han confiado en la Ley y obrado de acuerdo con ella estarán cubiertos de belleza y esplendor» (Baruc 51:1-4). Enoc dice que ese día: «La Tierra se rasgará, y todo lo que viva en ella perecerá, y tendrá lugar el juicio de toda la humanidad» (Enoc 1:5-7). El testamento de Benjamín dice: «Toda la humanidad resucitará: algunos serán exaltados, y algunos humillados y avergonzados.»
Para Jesús, el hablar así era un acto de un valor sin igual y extraordinario. Tiene que haber sabido que el presentar esas credenciales les sonaría sin duda a blasfemia a los líderes judíos más ortodoxos, y sería atraerse la muerte. Los que oyeran tales afirmaciones no podrían hacer más que una de dos cosas: aceptar a Jesús como el Hijo de Dios, o rechazarle y odiarle como blasfemo.
Ahora vamos a estudiar este pasaje por secciones.
VIDA, JUICIO Y HONOR
Porque, como el Padre resucita a los muertos y los hace vivir otra vez, así también el Hijo hace vivir a los que quiere. Tampoco juzga el Padre a nadie, sino que ha dejado todo el proceso del juicio al Hijo, para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, tampoco honra al Padre Que Le envió.
Aquí vemos tres grandes funciones que pertenecen a Jesucristo como Hijo de Dios.
(i) Es el dador de la vida. Juan lo dice en un doble sentido. Quiere decir en el tiempo. Nadie está plenamente vivo hasta que Jesucristo entra en su vida y él entra en Jesucristo. Cuando hacemos el descubrimiento del reino de la música o de la literatura o del arte o de los viajes, algunas veces decimos que se nos ha abierto un nuevo mundo. Aquella persona en cuya vida ha entrado Jesucristo encuentra que la vida es totalmente nueva. Ha cambiado la persona, sus relaciones personales, su idea del trabajo y del deber y del placer, y su relación con Dios. Y quiere decir en la eternidad. Después que haya acabado esta vida, se abre una vida incalculablemente más plena y maravillosa para la persona que ha aceptado a Jesucristo, mientras que para la que Le ha rechazado sólo le espera la separación de Dios que es la muerte eterna. Jesucristo es el dador de la vida tanto en este mundo como en el por venir.
(ii) Es el que trae el juicio. Juan dice que Dios ha confiado todo el proceso del juicio a Jesucristo. Lo que quiere decir es que el juicio de una persona depende de su reacción a Jesús. Si encuentra en Él la única Persona digna de ser amada e imitada, está en el camino de la vida; y si ve en Jesús a un enemigo, se ha condenado a sí misma. Jesús es la piedra de toque en la que todos somos probados; nuestra reacción ante Él es la prueba que divide a la humanidad.
(iii) Es el que recibe el honor. Lo más alentador del Nuevo Testamento es su esperanza inextinguible y su certeza indestructible. Nos cuenta la historia de un Cristo crucificado; y, sin embargo, nunca alberga la menor duda de que, al %n, el Crucificado atraerá a Sí a toda la humanidad, y que todos Le conocerán y reconocerán y amarán. En medio de persecuciones y desprecios, a pesar de lo reducido de su número y de la escasez de su influencia, ante el fracaso y la deslealtad, el Nuevo Testamento y la Iglesia Primitiva nunca pusieron en duda el triunfo final de Cristo. Cuando sintamos el ataque de la desesperación haremos bien en recordar que la salvación de la humanidades el plan de Dios, y que nada, a fin de cuentas, podrá hacer fracasar Su voluntad. La mala voluntad humana podrá retrasar, pero no derrotar el propósito de Dios.