Juan 5: La impotencia humana y el poder de Cristo

CREDENCIALES INSOSLAYABLES

Jesús continuó diciéndoles:

-Os digo la pura verdad: El Hijo no puede hacer nada que proceda de Él mismo, sino sólo lo que ve hacer al Padre. El Hijo actúa de la misma manera que actúa el Padre; porque el Padre ama al Hijo y Le enseña todo lo que Él mismo hace. Y aún Le mostrará obras mayores que éstas, de tal manera que os quedaréis alucinados. Porque, como el Padre resucita a los muertos y los hace vivir otra vez, así también el Hijo hace vivir a los que quiere. Tampoco juzga el Padre a nadie, sino que ha dejado todo el proceso del juicio al Hijo, para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo tampoco honra al Padre Que Le envió.

« Os digo la pura verdad: El que escucha Mi palabra y cree en el Que Me ha enviado tiene la vida eterna, y no está abocado al juicio, sino que ha cruzado de la muerte a la vida.» Os digo la pura verdad: Está para sonar la hora, y ya ha llegado, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y, cuando la oigan, vivirán. Porque, como el Padre tiene vida en Sí mismo, también Le ha dado al Hijo que tenga vida en Sí mismo; y también Le ha dado autoridad para ejercer el proceso del juicio, porque para eso es el Hijo del Hombre. No os sorprendáis de esto; porque está para sonar la hora cuando todos los que estén en las tumbas oirán Su voz, y saldrán; los que hayan obrado el bien saldrán a una resurrección que les dará la vida, mientras que los que hayan obrado indebidamente saldrán a una resurrección que desembocará en el juicio.

Aquí llegamos al primero de los largos discursos del Cuarto Evangelio. Cuando leamos pasajes así debemos recordar que Juan no se propone tanto darnos las mismísimas palabras que dijo Jesús como lo que Jesús quería decir. Juan estaba escribiendo allá por el año 100 d C. Había pasado setenta años pensando en Jesús y en las cosas maravillosas que había dicho. Muchas de esas cosas no las había entendido del todo cuando se las oyó decir a Jesús; pero; más de medio siglo de meditar bajo la dirección del Espíritu Santo le había enseñado un sentido cada vez más profundo de las palabras de Jesús. Así es que nos presenta, no sólo lo que Jesús dijo, sino también lo que quería decir.

Este pasaje es tan importante que tenemos que estudiarlo primero en conjunto, y luego por secciones.

En primer lugar, pues, vamos a considerarlo en conjunto. Debemos tratar de pensar, no sólo en cómo nos suena a nosotros; sino también en cómo les sonaría a los judíos que lo oyeron por primera vez. Tenían un trasfondo de ideas y pensamientos, de teología y creencias, de literatura y religión, que está muy lejano del nuestro; y, para entender un pasaje como éste, debemos intentar introducirnos en la mentalidad de los judíos que lo oyeron por primera vez. .

Este es un pasaje maravilloso, porque está entretejido con pensamientos y expresiones que son las credenciales de Jesús como el Mesías prometido. Muchas de estas credenciales no las vemos ahora tan claramente, pero estarían tan claras como el agua para los judíos, y los dejarían estupefactos.

(i) La credencial más clara se encuentra en el título de Jesús como Hijo del Hombre. Sabemos que ese extraño título es muy corriente en los evangelios. Tiene una larga historia. Nació en Dan_7:1-14 . La versión Reina-Valera traduce correctamente, no El Hijo del Hombre, sino un hijo de hombre (Dan_7:13 ).

El detalle importante del pasaje estriba en el hecho de que Daniel se escribió en días de terror y de persecución, y contiene una visión de la gloria que sucedería algún día al sufrimiento que estaba pasando el pueblo de Dios. En Dan_7:1-7 , el vidente describe bajo el simbolismo de bestias a los grandes imperios paganos que han ejercido dominio en el mundo. El león con alas de águila (7:4) representa al imperio de Babilonia; el oso con tres costillas en la boca, como si estuviera devorando un cadáver (7:5), al imperio de Media; el leopardo con cuatro alas y cuatro cabezas (7:6) representa al imperio de Persia; y la bestia grande y terrible de dientes de hierro y diez cuernos (7:7), al imperio de Macedonia. Todos estos poderes terribles pasarán, y la autoridad y el dominio se le darán a uno semejante a hijo de hombre. El sentido es que los imperios que han ejercido la soberanía han sido tan salvajes que sólo se los podía describir en términos de bestias feroces; pero va a venir al mundo un poder tan benigno y amable que será humano y no bestial. En Daniel, la frase describe la clase de poder que va a gobernar el mundo.

Alguien tendrá que introducir y ejercer ese poder; y los judíos tomaron ese título y se lo aplicaron al Escogido de Dios que algún día traería la nueva era de compasión y amor y paz; y así llegaron a llamar al Mesías esperado El Hijo del Hombre. Entre el Antiguo y el Nuevo Testamento surgió toda una literatura que trataba de la era dorada por venir.

Una obra que ejerció una influencia especial fue el Libro de Enoc, en el que aparece una y otra vez una gran figura que se llama Aquel Hijo del Hombre, que está esperando en el Cielo hasta que Dios le envíe a la Tierra para introducir Su Reino y asumir el mando. Así que, cuando Jesús se llamaba a Sí mismo El Hijo del Hombre, no estaba haciendo otra cosa que llamarse a Sí mismo el Mesías. Aquí presentaba unas credenciales tan claras que no dejaban lugar a dudas.

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