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Juan 5: La impotencia humana y el poder de Cristo

LA SANIDAD Y EL ODIO

Aquel día era sábado; así es que los judíos le dijeron al enfermo al que había sanado Jesús:

-¡Es sábado, y no se te permite cargar con esa cama!

-El Que me puso bueno -les contestó él-fue el Que me dijo: «¡Carga con tu camilla, y echa a andar!»

-¿Quién es el Que te dijo: «Cárgate la cama y anda»? -le preguntaron entonces; y el que había sido curado no sabía Quién era el Que le había curado, porque Jesús se le había perdido de vista entre la multitud considerable que había en el lugar. Más tarde, Jesús le encontró en el templo, y le dijo: -¡Ten cuidado! Se te ha devuelto la salud; pero no peques más, no sea que te ocurra algo peor todavía.

El hombre se dirigió a los judíos, y les dijo que había sido Jesús el Que le había puesto bueno. Y por eso era por lo que los judíos estaban empeñados en perseguir a Jesús: porque había hecho aquello en sábado. Pero Jesús les replicaba:

Mi Padre sigue Su obra todavía, así es que Yo sigo con la Mía.

Por esto los judíos trataban aún más de encontrar la manera de matarle; porque no sólo tenía por costumbre quebrantar el mandamiento de descansar los sábados, sino que también solía decir que Dios era Su propio Padre, lo que equivalía a hacerse a Sí mismo igual a Dios.

Un pobre hombre había sido sanado de una enfermedad que, humanamente hablando, era incurable. Podríamos suponer que aquello habría causado una alegría y gratitud general; pero algunos lo miraron como algo malo e impío. El que había sido sanado iba por las calles cargando con su camastro; los guardianes de la ortodoxia judía le pararon y le recordaron que el llevar una carga el día de reposo era quebrantar la Ley.

Ya hemos visto lo que hacían los judíos con la Ley de Dios. Era la Ley una serie de grandes principios generales que se dejaba a cada persona el aplicar y cumplir; pero a través de los años los judíos la habían convertido en miles de reglas y prohibiciones. La Ley decía simplemente que había que considerar el sábado como un día especial, y que en él no tenían que hacer ningún trabajo las personas libres, ni sus esclavos, ni sus animales. Los judíos entonces establecieron que había treinta y nueve clases de trabajos, a los que llamaban «trabajos padres», uno de los cuales era llevar cargas.

Se basaban especialmente en dos pasajes. Jeremías había dicho: «Así ha dicho el Señor: Guardaos por vuestra vida de llevar cargas en sábado, o de meterlas por las puertas de Jerusalén. No saquéis cargas de vuestras casas en sábado ni hagáis ningún trabajo; sino santificad el sábado como mandé a vuestros antepasados» (Jer_17:19-27 ). Nehemías también se había disgustado porque se trabajaba y se vendían mercancías los sábados, y había colocado guardas en las puertas de Jerusalén para que vieran que no se metían ni sacaban cargas los sábados (Neh_13:15-19 ).

Neh_13:15 deja perfectamente claro que lo que estaba en cuestión era trabajar el sábado como si fuera un día ordinario. Pero los rabinos de tiempos de Jesús discutían solemnemente que un sastre quebrantaba el sábado si llevaba ese día una aguja, su herramienta de trabajo, prendida en la solapa. Hasta discutían si era lícito llevar dentadura o piernas postizas u otras prótesis en sábado, o estaba prohibido por ser «cargas». Estaban seguros de que no se debía llevar ninguna clase de adornos superfluos los sábados, por la misma razón. Para ellos todas estas minucias eran cuestiones de vida o muerte, así que no les cabía la menor duda de que el hombre de este pasaje estaba quebrantando la ley rabínica al llevar la cama a cuestas en sábado:

Se defendió diciendo que el Que le había sanado le había dicho que lo hiciera, y él ni siquiera sabía que había sido Jesús. Algo más adelante Jesús se le encontró en el templo; y el hombre se dio toda la prisa que pudo para decirles a las autoridades que la Persona en cuestión había sido Jesús. No quería buscarle líos a Jesús; pero la ley rabínica decía literalmente: «Si uno transporta cualquier cosa de un lugar público a una casa privada intencionadamente en sábado, será muerto a pedradas.» Aquel hombre estaba tratando de explicar que no era culpa suya lo que estaba haciendo.

Así es que las autoridades dirigieron sus acusaciones contra Jesús. Los verbos del versículo 18 están en el tiempo imperfecto, que describe acciones repetidas en el pasado, como en castellano. Está claro que esta historia nos presenta un ejemplo de algo que Jesús hacía habitualmente.

La defensa de Jesús era alucinante. Dios no dejaba de obrar porque fuera sábado, y Él, Jesús, tampoco. Cualquier judío instruido tendría que reconocer la fuerza del argumento. Filón había dicho: « Dios nunca deja de obrar; porque, como le es propio al fuego producir calor y a la nieve frío, así Le es propio a Dios el obrar.» Y otro autor había dicho: « El Sol brilla; los ríos fluyen; los procesos de nacimiento y muerte suceden los sábados lo mismo que los otros días: así es la obra de Dios.» Es verdad que según el relato de la Creación Dios descansó el séptimo día; pero descansó de la Creación; Sus obras de juicio y misericordia y compasión y amor prosiguen.

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