Comprometidos a Sembrar La Palabra de Dios

Juan 5: La impotencia humana y el poder de Cristo

(3) El testimonio del Hijo, 5:30-47. Uno de los temas predilectos de Juan es “el testimonio”. Buena parte del primer capítulo gira alrededor del testimonio de Juan el Bautista (1:19-34) y el de los primeros discípulos (1:35-51). En esta sección es Jesús mismo quien presenta testimonios para defender su reclamo de ser el Hijo de Dios y de tener autoridad divina. No pudo presentar credenciales como los líderes religiosos de su día quienes procedían de una familia de sacerdotes, o habían recibido una preparación para ser un rabí, o cumplían las demandas de la ley según la interpretación de las “autoridades”. Como un abogado en una corte legal, Jesús presenta las evidencias (testimonios) de su reclamo de ser Hijo de Dios.

Jesús repite la esencia del v. 19, en ambos versículos enfatizando su dependencia del Padre: allí en tercera persona singular (el Hijo), pero aquí en primera persona (yo). Jesús afirma que su juicio es justo por dos razones: no se inicia en sí mismo, sino en la voz del Padre y, por lo tanto, está en perfecta armonía con la voluntad del Padre. La implicación es que su juicio, siendo justo, es también divino. Nadie puede cuestionar el juicio de Dios; tampoco debe cuestionar el de su Hijo.

El pronombre personal yo (v. 31) es enfático y verdadero es lo opuesto de falso. Jesús afirma lo obvio, que ninguno puede dar un testimonio verdadero de sí mismo; debe proceder de otro. El testimonio que uno da de sí mismo podría ser verdadero, pero no válido, porque es subjetivo. Debe ser objetivo para ser válido. Inclusive, según la ley, dos o tres testigos son necesarios para establecer cualquier asunto (Deu_19:15). Parece que 8:14 contradice lo que Jesús expresa aquí, pero allí el testimonio que él da es verdadero porque es corroborado por el Padre (ver 8:18).

El otro que da testimonio no es Juan el Bautista, sino el Padre. Pero el problema radica en que nadie ha visto, ni oído, al Padre dando testimonio del Hijo. A continuación, Jesús presenta tres testigos quienes se unen para establecer su autoridad: Juan el Bautista (vv. 33-35), las obras milagrosas (v. 36) y las Escrituras (37-40). En efecto, es el Padre quien da testimonio del Hijo por medio de estos tres testigos, siendo las Escrituras la forma más clara y explícita.

El pronombre personal vosotros (v. 33) es enfático. Jesús les recuerda que Dios les había dado a un profeta quien dio testimonio de él como “el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (1:29). Pero ellos no quisieron aceptar el testimonio que procedió del Padre por medio de Juan.

Ha dado testimonio traduce un verbo en el tiempo perfecto que connota resultados que continúan. Juan dio testimonio y ese testimonio permanece. Testimonio de la verdad se aclara más adelante como una referencia a la persona de Jesús quien es la verdad (14:6).

El v. 34 es algo como un comentario entre líneas. Otra vez el pronombre personal yo es enfático; pone en contraste a Jesús, quien no depende del testimonio que procede del hombre, con los judíos quienes, si hubieran recibido el testimonio de Juan, habrían sido salvos. De parte del traduce una preposición que habla de origen o procedencia. Aunque el testimonio de parte de Juan era inferior, por ser humano, hubiera sido válido y suficiente para apuntarles a ellos a la verdad en Jesús.

Ahora es Jesús mismo quien da testimonio de Juan el Bautista. El verbo era podría indicar que Juan ya había sido encarcelado o martirizado. En el texto gr. hay un artículo definido ante antorcha, quizás indicando el cumplimiento de una profecía dada a Zacarías (ver Luk_1:76-79). Jesús mismo era la luz, pero Juan prendió su lámpara a la luz de aquél. Los judíos, inclusive los escribas y fariseos, salieron de Jerusalén y los alrededores para escuchar el mensaje novedoso y llamativo de Juan. Al principio lo recibieron gustosos, pero pronto se cansaron, o se indignaron, por su insistencia en el arrepentimiento y su testimonio de Jesús como el enviado de Dios.

En los vv. 36-40 se destaca el testimonio del Padre: por las obras asignadas a Jesús y por la revelación en las Escrituras que ellos no estaban dispuestos a aceptar. Otra vez Jesús enfatiza su posición con el pronombre personal. Por más grande que fuera Juan, mensajero del Padre y elogiado por Jesús, su testimonio no logra establecer finalmente la autoridad de Jesús. También, otra vez Jesús aclara que no obraba independientemente del Padre. Las obras se refieren a sus milagros, pero también al perdón de pecados, el dar vida a los muertos espiritualmente y el juzgar a los incrédulos. Las obras que el Padre me ha dado para cumplirlas (ver 3:35) aclara la procedencia de todo su ministerio. Jesús recibía órdenes del Padre y procedía, como Hijo obediente, a cumplirlas. Las obras llevaban “la estampa” de divinas, no sólo por su procedencia, sino por su misma naturaleza. Por esta razón, Juan llama “señales” a los milagros porque apuntaban a Jesús como el Hijo de Dios.

Ayúdanos a continuar sembrando La Palbara de Dios

WebDedicado ha sido autorizado a recaudar los fondos para continuar con La Gran Comisión


Deja el primer comentario

Otros artículos de Nuestro Blog

Que pueden ser de interés para ti de acuerdo a tus lecturas previas.