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Juan 18: El arresto en el huerto

Fue un procurador el que nombró Augusto para llevar los asuntos de Palestina, y el primero se instaló en el año 6 d C. Pilato fue instalado en el año 26 d C., y siguió en el puesto hasta el año 35 d C. Palestina era una provincia peliaguda, que requería una mano firme y sabia. No conocemos la historia anterior de Pilato, pero suponemos que tendría reputación de buen administrador para ser elegido para la posición responsable de gobernador de Palestina. Había que mantenerla en orden; porque, como se ve por una simple ojeada al mapa, era el puente entre Egipto y Siria.

Pero Pilato fue un fracaso como gobernador. Pareció empezar con un desprecio olímpico y una total falta de simpatía hacia los judíos. Tres famosos, o infames, incidentes marcaron su carrera.

El primero tuvo lugar en su primera visita a Jerusalén. Jerusalén no era la capital de la provincia, sino Cesarea, donde estaban la sede del gobierno y el cuartel general; pero el procurador visitaba Jerusalén con frecuencia y, cuando lo hacía, se quedaba en el antiguo palacio de Herodes en la parte Oeste de la ciudad. Cuando venía a Jerusalén, siempre se traía un destacamento de soldados, que tenían sus banderas, en la parte más alta de las cuales había un pequeño busto de metal del emperador del momento. Al emperador se le consideraba un dios; y, para los judíos, aquel pequeño busto de las banderas era la imagen de un ídolo.

Todos los gobernadores Romanos anteriores, por respeto a los escrúpulos religiosos de los judíos, habían quitado los bustos antes de entrar en Jerusalén; pero Pilato se negó. Los judíos se lo pidieron insistentemente. Pilato se mantuvo firme en la negativa; no iba a ser indulgente con las supersticiones de los judíos. Se volvió a Cesarea. Los judíos le siguieron durante cinco días. Eran humildes, pero insistentes en sus peticiones. Por último, Pilato les dijo que los recibiría en el anfiteatro. Los rodeó de soldados armados, y los informó de que, si no retiraban sus peticiones, los mataría allí inmediatamente. Los judíos descubrieron los cuellos e invitaron a los soldados a matarlos. Ni aun Pilato podía masacrar a hombres indefensos. Se dio por vencido y se vio obligado a quitar las imágenes de las banderas en lo sucesivo. Así empezó Pilato, y fue un mal principio.

El segundo incidente fue el siguiente. El servicio de agua era insuficiente en Jerusalén. Pilato decidió construir un nuevo acueducto. ¿De dónde podía sacar el dinero? Saqueó el tesoro del templo, que era riquísimo. No es probable que se incautara del dinero de los sacrificios y demás servicios del templo. Lo más probable es que tomara el dinero que se llamaba korbán, que procedía de fuentes que hacían imposible el que se usara para fines sagrados. El acueducto era una primera necesidad; se trataba de un proyecto grande y digno; el servicio de agua mejoraría considerablemente; incluso el funcionamiento del templo, que necesitaba limpiar los restos de tantos sacrificios.

Pero el pueblo se lo tomó a mal; hubo levantamientos en todas las calles. Pilato hizo que sus soldados se mezclaran con la multitud vestidos de paisanos, con las armas escondidas y, a una señal convenida, atacaron al gentío y se liaron a palos y a puñaladas con la gente, matando a muchos. Una vez más Pilato puso en contra suya a todo el pueblo, y estuvo en peligro de que le denunciaran al emperador.

El tercer episodio aún resultó peor para Pilato que los anteriores. Como ya hemos visto, cuando estaba en Jerusalén se alojaba en el antiguo palacio de Herodes. Mandó hacer algunos escudos con el nombre del emperador Tiberio, que eran los que se llamaban escudos votivos, es decir, dedicados a la memoria y en honor del emperador. Ahora bien: el emperador era considerado por los Romanos como un dios, así que ahí estaba el nombre de un dios extraño inscrito y desplegado para que se le dieran honores en la santa ciudad. La gente se enfureció; los más nobles, hasta sus más íntimos colaboradores judíos, le pidieron a Pilato que los quitara, pero se negó. Esta vez los judíos le denunciaron al emperador Tiberio, lo que le costó a Pilato el puesto.

Hace al caso cómo terminó Pilato. Este último incidente sucedió después de la crucifixión de Jesús, en el año 35 d C. Hubo una revuelta en Samaria. No fue nada muy serio, peto Pilato lo aplastó con una crueldad feroz y con abundancia de ejecuciones. Los samaritanos estaban considerados como leales súbditos de Roma, e intervino el legado de Siria. Tiberio mandó llamar a Roma a Pilato; pero, cuando estaba de camino, murió Tiberio. Por lo que sabemos, Pilato nunca se presentó a juicio; y, desde ese momento, desaparece de la historia.

Está claro por qué Pilato actuó en el juicio de Jesús de aquella manera. Los judíos le chantajearon para que crucificara a Jesús. Le dijeron: «¡Tú no eres amigo del césar si sueltas a este Hombre!» Lo que equivalía a decirle: «Tu hoja de servicio no está muy limpia; ya te hemos denunciado una vez; si no nos haces caso, informaremos otra vez al emperador y te costará el puesto.» Aquel día en Jerusalén, el pasado de Pilato le alcanzó y desafió. Le chantajearon para que consintiera en la muerte de Cristo porque sus errores anteriores le habían colocado en una posición de inferioridad, imposibilitándole para enfrentarse con los judíos y mantener su puesto. Casi no se puede evitar el sentir pena por él. Quería hacer justicia, pero no tuvo valor para enfrentarse con los judíos. Mandó crucificar a Jesús para conservar su posición.

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