-¿Dices eso -le preguntó a Su vez Jesús- porque lo has descubierto por ti mismo, o porque te lo han dicho otros de Mí?
-¿Es que soy yo judío? -siguió diciendo Pilato-. Tus propios compatriotas y los principales sacerdotes son los que Te han entregado a mí. ¿Qué es lo que has hecho?
-Mi Reino -le contestó Jesús- no es de este mundo. Si lo fuera, mis súbditos habrían peleado para impedir que fuera entregado a los judíos. Eso prueba que mi Reino no tiene aquí su base.
-¿Entonces, eres Rey? -le preguntó Pilato.
-Tú eres el que dices que Yo soy Rey -le contestó Jesús-. Para lo que fue necesario que Yo naciera y viniera a este mundo fue para dar testimonio de la verdad. Todos los que están de parte de la verdad Me escuchan.
-¡Y qué es la verdad! -le respondió Pilato.
E inmediatamente salió otra vez adonde estaba los judíos y les dijo:
-Yo no Le encuentro ningún delito. Tenéis costumbre de que os suelte a uno para la Pascua. ¿Queréis que os suelte al «Rey de los Judíos»?
-¡No a Éste -se pusieron a gritar-, sino a Barrabás!
Barrabás era un bandolero.
Entonces Pilato se hizo cargo de Jesús y mandó que Le azotaran. Los soldados trenzaron una corona de espinas, y Se la pusieron en la cabeza; y Le pusieron una túnica púrpura, y se pusieron a acercársele diciendo:
-¡Salve, «Rey de los Judíos»!
Y se liaron a darle de bofetadas.
Pilato salió otra vez a decirles:
-¡Mirad! Os Le vuelvo a sacar porque quiero que sepáis que yo no Le encuentro ningún delito.
Y entonces salió Jesús, con la corona de espinas y la túnica púrpura puestas. Y Pilato les dijo:
-¡Ahí tenéis al Hombre!
Pero, cuando Le vieron los principales sacerdotes y los agentes, se pusieron a gritar:
-¡Crucifícale! ¡Crucifícale!
-¡Lleváosle vosotros y crúcifccadle! ¡A mí no me parece culpable de nada!
-Nosotros tenemos una ley según la cual debe morir, porque pretende ser Hijo de Dios -le contestaron los judíos; y Pilato todavía se alarmó más cuando lo oyó. Entonces volvió a entrar en su cuartel general.
-¿De dónde eres? -Le preguntó a Jesús.
Jesús no le contestó. Pilato entonces Le dijo:
-¿Te niegas a responderme? ¿Es que no sabes que tengo autoridad para soltarte o para crucificarte?
Jesús entonces le respondió:
-No tendrías absolutamente ninguna autoridad sobre Mí si no se te hubiera dado de Arriba. Por eso, el que Me entregó a ti es culpable de un mayor pecado.
Desde ese momento Pilato trató de dejarle en libertad por todos los medios; pero los judíos no dejaban de gritar:
-¡Si sueltas a Éste, no eres amigo del César! ¡Cualquiera que se proclama rey se pone en contra del César!
Al oír eso, volvió a sacar a Jesús, y se sentó en el sillón de juez en el lugar que se llama el Enlosado (en hebreo, Gabatá). Era la víspera de la Pascua, como al mediodía. Y Pilato les dijo a los judíos: