Juan 18: El arresto en el huerto

Hay aquí un detalle muy interesante. Jesús había dicho que Pedro Le negaría tres veces antes del canto del gallo. Esto es difícil de comprender. Según la ley ritual judía, no estaba permitido tener aves de corral en la santa ciudad, aunque no podemos estar seguros de que se cumpliera esa ley. Pero los Romanos tenían una cierta práctica militar: la noche se dividía en cuatro vigilias -de 6 a 9, de 9 a 12, de 12 a 3 y de 3 a 6. Después de la tercera vigilia, el cambio de la guardia se anunciaba con un toque de trompeta a las 3 que se llamaba en latín gallicinium y en griego alektorofónia, que quieren decir las dos el canto del gallo. Puede que lo que le dijo Jesús a Pedro fuera: «Antes que suene el toque de trompeta del canto del gallo Me habrás negado tres veces.» Todos los residentes de Jerusalén conocerían ese toque de trompeta de las 3 de la madrugada. Cuando sonó por toda la ciudad, Pedro se acordó.

Así es que Pedro, en el patio de la casa del sumo sacerdote, negó a su Señor. No ha habido nadie que haya sido tan cruelmente tratado como Pedro por comentaristas y predicadores. En lo que siempre se hace hincapié es en su fracaso y vergüenza. Pero hay otras cosas que debemos recordar.

(i) Debemos recordar que todos los demás discípulos excepto Juan, si era él el discípulo anónimo, abandonaron a Jesús y huyeron. Pero pensad en lo que hizo Pedro: sólo él desenvainó la espada en notoria desventaja en el huerto, y sólo él siguió a Jesús, aunque fuera sin ser reconocido, a ver lo que sucedía. Lo primero que debemos recordar de Pedro no es su fracaso, sino el valor que le mantuvo lo más cerca posible de Jesús cuando los demás habían huido. Su fracaso sólo le podía ocurrir a una persona de valor superlativo. Cierto que falló; pero en una situación que ninguno de los otros discípulos se atrevió a arrostrar ni de lejos. Falló, no por ser un cobarde, sino por ser un valiente.

(ii) Debemos recordar lo mucho que Pedro amaba a Jesús. Los otros habían abandonado a Jesús; sólo Pedro se mantuvo lo más cerca posible. Amaba tanto a Jesús que no podía separarse de Él. Cierto que falló; pero falló en circunstancias que sólo uno que amara entrañablemente tendría que arrostrar.

(iii) Debemos recordar hasta qué punto Pedro se redimió a sí mismo. Las cosas no le podían haber resultado fáciles. La historia de su negación correría maliciosamente de boca en boca. Puede que la gente, como cuenta la leyenda, imitaran a su paso el canto del gallo. Pero Pedro tenía la constancia y el coraje necesarios para redimirse, para empezar desde el fracaso y llegar hasta la victoria.

La clave del asunto es que fue el auténtico Pedro el que hizo protestas de lealtad en el aposento alto; fue el auténtico Pedro el que desenvainó su solitaria espada en el huerto a la luz de la luna; fue el auténtico Pedro el que siguió a Jesús, porque no podía dejar que se Le llevaran solo; no fue el auténtico Pedro el que se quebró ante la tensión y negó a su Señor. Y eso era lo que sólo Jesús podía ver. Lo tremendo de Jesús es que, por debajo de todos nuestros fallos, Él ve a la persona auténtica. Él comprende. Él nos ama, no por lo que somos, sino por lo que tenemos posibilidad de llegar a ser. El amor perdonador de Jesús es tan grande que ve nuestra personalidad auténtica, no en nuestros fracasos, sino en nuestra lealtad; no en nuestras caídas, sino en nuestro esfuerzo por alcanzar la bondad, aun cuando seamos vencidos.

JESÚS Y PILATO

Juan 18:28-19:16

Luego llevaron a Jesús de Caifás al cuartel general del gobernador. Era de madrugada, y ellos mismos no entraron en el edificio para no contaminarse; querían evitar el contagio de cosas inmundas porque estaban manteniendo la pureza ritual para poder comer la pascua.

Así es que Pilato salió a recibirlos y les dijo:

-¿Qué acusación traéis contra este hombre?

-Si no fuera un criminal no te Le entregaríamos -le contestaron; y él les dijo:

-Lleváosle vosotros, y juzgadle según vuestras leyes.

Los judíos le dijeron a Pilato:

A nosotros no se nos permite ajusticiar a nadie.

Eso era el cumplimiento de lo que había dicho Jesús dando a entender cómo iba a morir.

Entonces Pilato volvió a entrar a su cuartel general, llamó a Jesús y Le preguntó:

-¿Eres Tú el «Rey de los Judíos»?

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