18.13 Anás y Caifás fueron sumos sacerdotes. Anás fue el sumo sacerdote de Israel desde 6 a 15 d.C., cuando los gobernadores romanos lo depusieron. A Caifás, yerno de Anás, lo nombraron sumo sacerdote y permaneció en el cargo desde 18 a 36/37 d.C. De acuerdo con la ley judía, esta posición era vitalicia. Por lo tanto, muchos judíos seguían considerando a Anás como sumo sacerdote y lo seguían llamando por ese título. Pero, aunque Anás seguía teniendo mucha autoridad entre los judíos, Caifás tomaba las decisiones finales.
Tanto Caifás como Anás se interesaban más por sus ambiciones políticas que por su responsabilidad de guiar al pueblo hacia Dios. A pesar de ser líderes religiosos, se volvieron malvados. En su condición de líderes espirituales, debieran haber sido sensibles a la revelación de Dios. Debieran haber sabido que Jesús era el Mesías del cual hablaban las Escrituras y debieran haber conducido al pueblo hacia El. Pero cuando hombres y mujeres engañosos buscan hacer el mal, desean eliminar toda oposición. En lugar de hacer una evaluación sincera de las declaraciones de Jesús basándose en su conocimiento de las Escrituras, estos líderes religiosos procuraron satisfacer sus propias ambiciones egoístas e incluso estuvieron dispuestos a matar al Hijo de Dios, si era eso lo que hacía falta para lograrlas.
18.15, 16 El otro discípulo quizás era Juan, el autor de este Evangelio. Conocía al sumo sacerdote y se dio a conocer a la criada que estaba a la entrada. A causa de sus relaciones, Juan logró entrar junto con Pedro al patio. Pero este no quiso identificarse como seguidor de Jesús. Las experiencias de Pedro en las horas subsiguientes le cambiarían la vida. Si desea más información sobre Pedro, véase su perfil en Mateo 27.
18.19ss Durante la noche, Jesús tuvo una audiencia previa al juicio ante Anás antes de que lo llevaran a Caifás y a todo el Sanedrín (Mar_14:53-65). Los líderes religiosos sabían que no tenían de qué acusar a Jesús, así que trataron de acumular evidencias en su contra mediante el uso de falsos testigos (Mar_14:55-59).
18.22-27 Fácilmente podemos enojarnos con el concilio por su injusticia al condenar a Jesús, pero debemos recordar que Pedro y los demás discípulos también contribuyeron al dolor de Jesús al abandonarlo y negarlo (Mat_26:56, Mat_26:75). A pesar de que muchos no somos como los líderes religiosos, todos somos como los discípulos, pues a veces hemos negado que Cristo es el Señor en aspectos muy vitales de nuestras vidas o hemos mantenido en secreto nuestra identidad como creyentes en tiempos de presión. No se disculpe señalando a otros cuyos pecados parecen ser peores que los suyos. Más bien, acuda a Jesús en busca de perdón y sanidad.
18.25-27 Imagínese que usted está parado afuera mientras interrogan a Jesús, su Señor y Maestro. Imagínese también mirando a ese hombre, el cual ha llegado a creer que es el Mesías tan esperado, mientras abusan de El y lo golpean. Naturalmente, Pedro estaba confundido y asustado. Es un pecado serio negar a Cristo, pero Jesús perdonó a Pedro (21.15-17). Ningún pecado es demasiado grande para que Jesús lo perdone si usted está en verdad arrepentido. El perdonará incluso su peor pecado si deja de cometerlo y pide perdón.
18.25 Los otros Evangelios dicen que las tres negaciones de Pedro ocurrieron cerca de un fuego en el patio exterior del palacio de Caifás. En el relato de Juan la primera negación aparece afuera de la casa de Anás y las otras dos afuera de la casa de Caifás. Es probable que hayan ocurrido en el mismo patio. La residencia del sumo sacerdote era grande y Anás y Caifás sin duda vivían cerca.
18.27 Este hecho cumplió las palabras que Jesús dijo a Pedro después que él prometiese que jamás lo negaría (Mar_14:31; Joh_13:38).
18.28 Según la ley judía, entrar a la casa de un gentil convertía al judío en una persona ceremonialmente contaminada. Como resultado, dicha persona no podía participar del culto en el templo ni celebrar las fiestas mientras no se restaurase a un estado de «limpieza». Por temor a contaminarse, estos hombres permanecieron fuera de la casa donde llevaron a Jesús para ser juzgado. Respetaron los requisitos del ceremonial de su religión mientras que en su corazón albergaban homicidio y traición.
18.29 Este gobernador romano, Pilato, tuvo a su cargo a Judea (la región donde estaba localizada Jerusalén) desde 26 a 36 d.C. Pilato no era popular entre los judíos porque saqueó el tesoro del templo buscando dinero para construir un acueducto. No le agradaban los judíos, pero cuando Jesús, el Rey de los judíos, estuvo de pie ante él, Pilato lo halló inocente.
18.30 Pilato sabía lo que ocurría; sabía que los líderes religiosos odiaban a Jesús y no quería servirles de verdugo. No podían condenarlo a muerte, el permiso debía venir de un líder romano. Pero Pilato en un inicio se negó a sentenciar a Jesús sin evidencia suficiente. La vida de Jesús pasó a ser un peón en la lucha del poder político.
18.31ss Pilato intentó cuatro veces llegar a una solución con Jesús: (1) trató de hacer que otro cargase con la responsabilidad (18.31); (2) trató de encontrar una vía de escape para liberar a Jesús (18.39); (3) trató de llegar a un arreglo haciendo que azotasen a Jesús en lugar de entregarlo a la muerte (19.1-3); y (4) trató de apelar directamente a la simpatía de los acusadores (19.15). Todos deben decidir qué hacer con Cristo. Pilato intentó dejar que los demás decidiesen por él y al final salió perdiendo.