Juan 16: Advertencia y desafío

-Os he dicho todo esta por si os hacen tropezar en el camino. Os excomulgarán de la sinagoga; sí, y hasta llegará el momento cuando cualquiera que os mate creerá que Le está haciendo un servicio a Dios. Y todo eso lo harán porque no han reconocido ni al Padre ni a Mí. Pero os he dicho esto para que, cuando llegue el momento, os acordéis de que ya os lo había dicho Yo.

Para cuando estaba escribiendo Juan era inevitable que algunos cristianos se hubieran apartado, porque la persecución ya se había desencadenado sobre la Iglesia. El Apocalipsis condena a los cobardes entre otros muchos culpables de diversos pecados (Rev_21:8 ). Cuando Plinio, el gobernador romano de Bitinia, estaba interrogando a algunos para ver si eran cristianos o no, escribió al emperador Trajano para decirle que algunos reconocían «que habían sido cristianos, pero que habían dejado de serlo hacía muchos años, algunos hacía veinte años.» Hasta en medio del heroísmo de la Iglesia Primitiva hubo algunos que no tuvieron bastante fe para resistir la persecución, ni aguante para mantenerse fieles.

Jesús lo previó todo, y lo advirtió de antemano. No quería que nadie pudiera decir que no sabía lo que le podía esperar si se hacía cristiano. Cuando a Tyndale le estaban persiguiendo y sus enemigos iban a por su vida porque él quería darle a su pueblo la Biblia en inglés, dijo tranquilamente: «Jamás esperé otra cosa.» Jesús ofrecía la gloria, pero también la cruz.

Jesús habló de dos maneras en que perseguirían a Sus seguidores.

Serían excomulgados de la sinagoga. Eso era algo terrible para un judío. La sinagoga ocupaba un lugar clave en la vida judía. Algunos de los rabinos llegaban hasta a decir que la oración no era eficaz a menos que se ofreciera en la sinagoga. Pero aún había más. Puede que algún gran erudito o teólogo se pudiera pasar sin compañía humana, viviendo solo en compañía de sus pensamientos y aventuras intelectuales; pero los discípulos de Jesús eran gente normal y corriente; necesitaban compañía. Necesitaban la sinagoga y su culto. Sería terrible para ellos que los expulsaran y les cerraran todas las puertas. Algunas veces tenemos que aprender, como dijo Juana de Arco, que «es mejor estar solo, con Dios.» Algunas veces, la soledad en la sociedad es el precio de la compañía con Dios.

Jesús también dijo que no faltarían quienes creyeran que Le estaban prestando un servicio a Dios matando a Sus seguidores. La palabra que se usa aquí es latreía, que se suele referir al ministerio del sacerdote en el templo. Una de las tragedias de la religión ha sido que muchos creían que estaban sirviendo a Dios cuando perseguían a los que consideraban herejes. Probablemente ninguno estuvo más convencido de que estaba sirviendo a Dios que Saulo, cuando estaba haciendo todo lo posible para acabar con los seguidores de Jesús Act_26:9-11 ). Los Jueces y torturadores de la Inquisición protagonizaron un capítulo vergonzoso de la Historia de España, pero estaban seguros de que estaban sirviendo a Dios cuando torturaban a los protestantes para que aceptaran lo que ellos consideraban la fe verdadera. Creían que estaban tratando de salvar del infierno a aquellos condenados. «¡Oh Libertad -decía madame Roland-, qué de crímenes se cometen en tu nombre!» Y eso se puede decir también de la religión.

Eso sucede, como dijo Jesús, porque no reconocen a Dios. La tragedia de la Iglesia es que muchos se han afanado en propagar su idea de la religión; muchas veces se han creído que ellos tenían el monopolio de la verdad y de la gracia de Dios. Y lo desesperante es que sigue pasando; esa es la barrera que impide la unión y la unidad entre las iglesias. Siempre existirá la persecución -aunque no necesariamente matando y torturando, pero sí excluyendo de la Casa de Dios- mientras haya quienes crean que sólo hay un camino a Dios, que es, desde luego, el de ellos.

Jesús sabía tratar con las personas. De hecho, estaba diciendo: «Os ofrezco la tarea más difícil y arriesgada del mundo. Os ofrezco algo que os lacerará el cuerpo y os rasgará el corazón. ¿Sois lo bastante valientes para aceptarlo?» Todo el mundo conoce la proclama de Garibaldi en el asedio de Roma de 1849, cuando pedía reclutas diciendo: «No os ofrezco soldada, ni cuartel, ni provisiones; os ofrezco hambre, sed, marchas agotadoras, batallas y muerte. ¡El que ame a su país de corazón y no de labios, que me siga!» Y le siguieron a millares. Cuando los españoles estaban conquistando Sudamérica, Pizarro presentó a sus hombres una alternativa: Podían tener la riqueza de Perú con sus peligros, o la relativa pobreza de Panamá con su seguridad. Hizo una raya con la espada en la arena y dijo: «Camaradas: a este lado el esfuerzo, el hambre, la falta de ropa, la tormenta, la deserción y la muerte; a este otro, la tranquilidad. Allí está Perú con sus riquezas; allí, Panamá con su pobreza. Que escoja cada hombre lo que le corresponde a un valiente castellano. En cuanto a mí, yo voy al Sur.» Se produjo un silencio y una vacilación; y luego, un viejo piloto y doce soldados («los trece de la fama») cruzaron al lado de Pizarro. Fue con ellos con los que empezó el descubrimiento y la conquista de Perú.

Jesús ofreció, y todavía ofrece, no un camino fácil, sino el camino de la gloria. Quiere personas que estén dispuestas y con los ojos abiertos a aventurarlo todo por y con El.

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