Juan 15: Yo soy la auténtica Vid, y Mi Padre es el Viñador

15.26 Una vez más Jesús ofrece esperanza. El Espíritu Santo da fortaleza para soportar el odio y la maldad irracionales de nuestro mundo y la hostilidad que muchos tienen para con Cristo. Esto resulta muy consolador para los que deben enfrentar la persecución.

15.26 Jesús usa dos nombres para referirse al Espíritu Santo: Consolador y Espíritu de verdad. La palabra Consolador trasmite el concepto de la ayuda, aliento y fortalecimiento que recibimos del Espíritu. Espíritu de verdad señala hacia la obra de enseñanza, iluminación y rememoración. El Espíritu Santo ministra a la mente y al corazón, y ambas dimensiones son importantes.

Juan 15:1-6

Menester es tener en cuenta que estos versículos contienen una parábola, que debemos interpretar según la regla aplicable a todas las parábolas de nuestro Señor. Esa regla es que lo que principalmente ha de notarse es la lección general que cada una enseña, sin estirar y torcer los detalles indebidamente para exprimirles un significado que tal vez no entraña. Los errores en que han incurrido los cristianos por haber descuidado esta regla han sido numerosos y graves.

De estos versículos se infiere, primeramente, que la unión entre Jesucristo y los creyentes es muy estrecha. El es la «Vid» y ellos los « sarmientos..

La unión que existe entre el ramo de la vid y el tronco principal es de lo más estrecha que puede concebirse. De ella depende la vida, la fuerza, el vigor, la lozanía y la fertilidad del ramo. Separado este de aquella se marchita y se seca. La savia que afluye del tronco es lo que alimenta las hojas, los botones, las flores y la fruta.

Tan estrecha y tan real como esta unión es la que existe entre Jesucristo y los creyentes. Por sí mismos estos no tienen ni vida, ni vigor, ni fuerza espirituales.

La fuente de su actividad religiosa es Jesucristo. Lo que son, lo que sienten, lo que hacen–todo es debido a la gracia y el poder que él les comunica. Unidos al Señor por medio de la fe y ligados a él misteriosamente por el Espíritu, hacen su peregrinación en este mundo y lidian, don buen éxito contra todos sus enemigos.

De estos versículos se desprende, en segundo lugar, que así como hay cristianos verdaderos, los hay también falsos. Hay sarmientos en la vid que parecen ligados a la cepa, y que sin embargo no producen fruto alguno. Hay hombres que parecen ser miembros del cuerpo de Cristo, y no obstante en el postrero día tal vez resultará que su unión no había sido vital.

En todas las iglesias hay cristianos que han hecho profesión de fe y cuya unión con Jesucristo es, sin embargo, solamente aparente. Algunos de ellos se han unido por medio del bautismo; otros han ido más allá y comulgan con regularidad y discurren en voz alta sobre materias religiosas; mas todos ellos carecen del único elemento esencial. A pesar de todos los oficios divinos a que han concurrido, de los sermones que han oído, de los sacramentos de que han participado, en su corazón no ha penetrado ni la gracia divina, ni la fe, ni el influjo del Espíritu Santo. Es que no están unificados con Jesucristo; es que parecen vivir, pero en realidad están muertos.

Con mucha propiedad se simboliza a los cristianos de esta laya por medio de los sarmientos de una vid que no produce fruto alguno. Inútiles y feos como son, lo que puede hacerse con esos sarmientos es cortarlos y arrojarlos al fuego. Nada absorben del tronco, y nada producen por el lugar que ocupan. Así sucederá en el último día con los pseudo-cristianos. Su fin, si no se arrepienten, será terrible. Serán separados de los verdaderos creyentes, y arrojados, como ramos marchitos e inútiles, en el fuego eterno. Cualesquiera que hayan sido sus ideas en esta vida, en la otra se apercibirán de que hay un gusano que nunca muere y un fuego que nunca se apaga.

De estos versículos so colige, en tercer lugar, que los frutos del Espíritu ofrecen la única prueba satisfactoria de que un hombre dado sea verdadero cristiano.

El discípulo que «permanece» en Jesucristo, como el pámpano que permanece en la vid, siempre producirá fruto.

El que desee saber lo que fruto significa en este caso obtendrá prontamente una respuesta. El arrepentimiento ante Dios, la fe en nuestro Señor Jesucristo, la santidad de vida–he aquí lo que en el Nuevo Testamento se llama fruto, he aquí lo que distingue al que es vástago viviente de la verdadera vid. Donde eso falta es en vano querer encontrar gracia latente o vida espiritual. En donde no hay fruto no hay vida.

La verdadera gracia nunca está ociosa, nunca permanece indiferente o se amortece. Es un engaño suponer que somos miembros vivientes de Jesucristo, si no imitamos el ejemplo que él nos legara. El Espíritu de vida en Cristo Jesús se dará a conocer en la conducta diaria de aquellos que están penetrados de su influjo. El Maestro mismo dijo: «Todo árbol se conoce por su fruto..

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