(v) Jesús nos escogió como Sus embajadores. «Yo os he escogido d ijo- para enviaros.» No nos ha escogido para que vivamos una vida retirada del mundo, sino para que Le representemos en el mundo. Cuando venía un caballero a la corte del rey Arturo de la leyenda, no venía a pasar el resto de su vida en fiestas y banquetes, sino que se llegaba al rey y le decía: «Envíame a alguna gran empresa que pueda hacer por la caballería y por ti.» Jesús nos escogió, primero, para que viniéramos a Él, y luego, para que saliéramos al mundo. Y ese debe ser el esquema y ritmo diario de nuestra vida.
(vi) Jesús nos escogió para que fuéramos Su publicidad. Nos escogió para que nos pusiéramos a dar fruto, y un fruto que resistiera la prueba del tiempo. La manera de extender el Cristianismo es siendo cristianos. La manera de traer a otros a la fe cristiana es mostrarles el fruto de la vida cristiana. Jesús nos envía, no a hacer cristianos a base de discutir, y menos a base de meter miedo, sino atrayéndolos con nuestro ejemplo; viviendo de tal manera que el fruto sea tan maravilloso que otros lo quieran para sí mismos.
(vü) Jesús nos escogió para que fuéramos miembros privilegiados de la familia de Dios. Nos escogió para que el Padre nos diera todo lo que Le pidiéramos en Su nombre. Aquí nos encontramos otra vez ante uno de esos grandes dichos acerca de la oración que debemos entender rectamente. Si lo pensamos superficialmente, suena como si el cristiano pudiera pedir lo que le diera la gana, y recibirlo. Ya hemos pensado en esto; pero no nos vendrá mal hacerlo otra vez. El Nuevo Testamento establece ciertas leyes sobre la oración.
(a) La oración tiene que hacerse con fe (Jam_5:15 ). Está claro que Dios no se compromete a contestar cuando la oración no es más que un formulismo, una repetición rutinaria de cosas que no se sienten, un cumplimiento -«cumplo y miento»religioso. Cuando la oración es de pena no puede ser efectiva. No tiene sentido pedirle a Dios que nos cambie si no creemos que es posible cambiar. Para pedir con efectividad hay que tener una fe inalterable en el amor todopoderoso de Dios.
(b) La oración tiene que hacerse en el nombre de Cristo. No podemos pedir cosas que sabemos que Jesús no aprueba. No podemos pedir que se nos entregue alguna persona o cosa prohibida; no podemos pedir que se haga realidad alguna ambición personal cuando eso supone que alguien tenga que sufrir por ello. No podemos pedir la venganza de nuestros enemigos en el nombre de Uno Que es amor. Siempre que tratemos de convertir la oración en algo que nos permita realizar nuestras ambiciones y satisfacer nuestros deseos tiene que ser ineficaz por fuerza, porque no es oración.
(c) La oración debe incluir siempre: «Hágase Tu voluntad.» Cuando oramos debemos empezar por darnos cuenta de que nunca sabemos más que Dios. La esencia de la oración no es pedirle a Dios: «Cambia Tu voluntad», sino «Haz Tu voluntad.» A menudo, la oración auténtica debe ser, no que Dios nos envíe las cosas que nosotros queremos, sino que nos capacite para aceptar lo que Él quiera enviarnos.
(d) La oración nunca debe ser egoísta. Casi de pasada, Jesús dijo una cosa muy esclarecedora. Dijo que, si dos personas estuvieran de acuerdo en pedir algo en Su nombre, se les concedería (Mat_18:19 ). No debemos tomar esto con un literalismo mecánico, porque entonces querría decir que, si podemos hacer que muchas personas se pongan de acuerdo en lo que van a pedir, lo conseguirían. Lo que quiere decir es que nadie debe orar pensando exclusivamente en sus propias necesidades y preferencias. Para poner un ejemplo muy simple: el que va de vacaciones puede que pida que no llueva, cuando el granjero está pidiendo lluvia. Cuando oramos, debemos preguntarnos, no sólo si lo que pedimos es para nuestro bien, sino si lo es también para los demás. La tentación que nos puede asaltar cuando oramos es no tener en cuenta absolutamente a nadie más que a nosotros mismos.
Jesús nos ha escogido para que seamos miembros privilegiados de la familia de Dios. Podemos y debemos llevarle todo a Dios en oración; pero, cuando lo hayamos hecho, debemos aceptar la respuesta que Dios nos envíe en Su perfecta sabiduría y perfecto amor. Y cuanto más amemos a Dios, tanto más fácil nos resultará.
EL ODIO DEL MUNDO
Juan 15:18-21
-Si el mundo os odia, daos cuenta de que a Mí Me odió antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero os odia porque no sois del mundo, sino que Yo os he escogido sacándoos del mundo. Tened presente lo que os he dicho: el siervo no es más que su señor; si Me persiguieron a Mi; también os perseguirán a vosotros; y si recibieron Mi palabra, también recibirán la vuestra. Pero todo esto os lo harán por causa de Mi nombre, porque no conocen al Que Me ha enviado.