Los judíos hablaban mucho del camino por el que había que andar, y de los caminos de Dios. Moisés le dijo al pueblo de parte de Dios: «No os apartéis a diestra ni a siniestra. Andad en todo el camino que el Señor vuestro Dios os ha mandado» (Deu_5:32-33 ). Y Moisés le dijo al pueblo: «Porque yo sé que después de mi muerte ciertamente os corromperéis y os apartaréis del camino que os he mandado» (Deu_31:29 ). También había dicho Isaías: «Entonces tus oídos oirán a tus espaldas palabra que diga: Este es el camino, andad por él» (Isa_30:21 ). En el glorioso nuevo mundo habría una calzada y camino que se llamaría Camino de Santidad, por la que no irían los inmundos, y el mismo Señor estaría con ellos; y los viandantes, aunque fueran sencillos, no se perderían, ni los atacarían las fieras (Isa_35:8 ). La oración del salmista era: «Enséñame, oh Señor, Tu camino» (Psa_27:11 ). Los judíos hablaban del camino de Dios por el que hay que ir. Jesús dijo: «Yo soy el Camino.»
¿Qué quería decir? Figuraos que nos encontramos en un pueblo desconocido y preguntamos por unas señas. Supongamos que la persona a la que hemos preguntado nos dice: «Tome la primera a la derecha, y la segunda a la izquierda; cruce la plaza, pase la iglesia, tome la tercera a la derecha y la carretera que usted busca es la cuarta de la izquierda.» Lo más probable es que nos perdamos a mitad de camino. Pero supongamos que esa persona nos dice: «Vengan ustedes. Yo los llevaré.» En ese caso, esa persona es para nosotros el camino, y no nos podemos perder. Eso es lo que Jesús hace por nosotros. No Se limita a darnos consejos y direcciones, sino que nos lleva de la mano, y nos fortalece y nos guía cada día. No se limita a indicarnos el camino; Él es el camino.
Jesús dijo también: «Yo soy la Verdad.» El salmista había dicho: «Enséñame, oh Señor, Tu camino; caminaré yo en Tu verdad» (Psa_86:11 ). «Porque Tu misericordia está delante de mis ojos, y ando en Tu verdad» (Psa_26:3 ). «Escogí el camino de la verdad» (Psa_119:30 ). Muchos nos habían dicho la verdad, pero ninguno llegó a encarnarla.
Hay una cosa de suprema importancia acerca de la verdad moral. El carácter de un profesor no afecta a su enseñanza de geometría o de gramática latina. Pero si se trata de un profesor de ética, su carácter influye decisivamente. Un adúltero que enseñara la necesidad de la fidelidad conyugal, un avaro que tratara del valor de la generosidad, un orgulloso que hablara de la belleza de la humildad, un violento que defendiera la calma, un sádico que exhortara al amor… no tendrían mucho éxito. La verdad moral no se transmite sólo con palabras; tiene que mostrarse en el ejemplo. Y es ahí donde el mejor maestro humano se quedará corto. Ningún maestro ha sido la perso- nificación de la verdad que enseñaba -más que Jesús. Muchos podrán decir: «Yo os enseño la verdad;» pero sólo Jesús pudo decir: «Yo soy la verdad.» Lo más tremendo de Jesús es que la verdad moral no encuentra en Él simplemente su mejor expositor, sino su mejor realizador.
Jesús dijo también: «Yo soy la vida.» El autor de Proverbios había dicho: «Porque el mandamiento es lámpara, y la enseñanza es luz; y camino de vida las reprensiones que te instruyen» (Pro_6:23 ). «Camino a la vida es guardar la instrucción» (Pro_10:17 ). «Me mostrarás la senda de la vida» (Psa_16:11 ). En último análisis, lo que la humanidad está siempre buscando es la vida. No busca tanto el conocimiento en sí, sino lo que hace que la vida valga la pena. Cierto novelista pone en boca de uno de sus personajes, que está enamorado: «Yo no sabía lo que era la vida hasta que la vi en tus ojos.» El amor le había descubierto la vida. Eso es lo que hace Jesús. La vida con Jesús es la auténtica.
Hay una manera de decir todo esto que incluye todas estas verdades. Jesús dijo: «No se puede llegar al Padre nada más que pasando por Mí.» Él es el único Camino que conduce al Padre. Solamente en Jesús podemos ver cómo es Dios; y Él es el único que puede conducirnos a la presencia de Dios sin vergüenza ni temor.
LA VISIÓN DE DIOS
Juan 14:7-11
Jesús continuó diciéndoles:
-Si me hubierais reconocido a Mí habríais conocido también a Mi Padre. Desde ahora en adelante estáis empezando a conocerle, porque Le habéis visto.
-Señor -Le dijo Felipe-, déjanos ver al Padre, y ya no Te pedimos nada más.
-Con todo el tiempo que llevo con vosotros, ¿y todavía no Me has reconocido, Felipe? -le contestó Jesús-. ¡El que Me ha visto a Mí ha visto al Padre! ¿Cómo puedes decir: Muéstranos al Padre? ¿Es que no crees que Yo estoy en el Padre y el Padre en Mí? Las palabras que Yo os hablo no tienen en Mí su origen, sino que es el Padre Que está en Mí el Que hace Sus propias obras. Creedme que Yo estoy en el Padre, y el Padre en Mí. Y si no lo podéis creer porque Yo os lo digo, creedlo por las mismas obras.
Bien puede ser que para el mundo antiguo esto fuera lo más alucinante que dijo Jesús. Para los griegos, Dios era esencialmente El Invisible; y los judíos estaban seguros de que a Dios nadie Le había visto jamás. Pero Jesús les dijo: «Si me hubierais reconocido a Mí habríais-conocido también a Mi Padre.»