Pero Jesús no quería decir eso cuando hablaba de ser glorificado. Ellos entendían que los reinos de la Tierra serían sojuzgados y hollados bajo los pies del Conquistador; pero por glorificado Jesús entendía crucificado. Cuando se mencionó al Hijo del Hombre glorificado, ellos entendieron la conquista llevada a cabo por los ejércitos de Dios; pero Jesús se refería a la conquista de la Cruz.
La primera frase de Jesús inflamaría los corazones de los oyentes; a continuación siguió una serie de dichos que los dejarían confusos y perdidos, porque les resultarían incomprensibles o increíbles; porque hablaban, no en términos de conquista, sino de sacrificio y muerte. Nunca entenderemos a Jesús, ni la actitud de los judíos hacia Él, hasta que nos demos cuenta de que Jesús puso al revés todas las ideas que ellos tenían, cambiando un sueño de conquista en la visión de la Cruz. No nos sorprende que no le entendieran; la tragedia fue que se negaran a intentarlo.
¿Cuál era la sorprendente paradoja que Jesús estaba enseñando? Estaba diciendo tres cosas, que son variantes de una verdad central de la fe y de la vida cristiana.
(i) Estaba diciendo que sólo por medio de la muerte viene la vida. El grano de trigo es ineficaz e improductivo mientras se conserve, como si dijéramos, seguro y a salvo. Es cuando se arroja a la tierra y se entierra como en una tumba cuando lleva fruto. Fue la muerte de los mártires lo que hizo que la Iglesia creciera. Es verdad la famosa frase: «La sangre de los mártires es la semilla de la Iglesia.»
Todas las grandes empresas han vivido porque ha habido personas dispuestas a dar la vida por ellas. Pero aún hay algo más personal. A veces es sólo cuando sepultamos los intereses y las ambiciones personales cuando empezamos a serle útiles a Dios para algo. Cosmo Lang llegó a ser arzobispo de Canterbury. En un tiempo había tenido grandes ambiciones mundanas. La influencia de un amigo piadoso le guió a abandonarlas y entrar en la Iglesia de Inglaterra. Cuando estaba estudiando para el ministerio en Cuddesdon, orando en la capilla un día oyó inconfundiblemente una voz que le decía: «¡Se te necesita!» Fue después de enterrar sus ambiciones personales cuando empezó a serle útil a Dios.
Por la muerte viene la vida. Por una lealtad hasta la muerte han nacido y se han conservado las cosas más preciosas que posee la humanidad. Por la muerte al deseo y a la ambición personal se llega a estar disponible para Dios.
(ii) Estaba diciendo que la única manera de no perder la vida es darla. El que ama su propia vida está movido por dos motivos: el egoísmo y el deseo de seguridad. No una ni dos, sino muchas veces insistió Jesús en que el que atesora su vida acaba por perderla, y el que la entrega es el que al final la conserva. Hubo un famoso evangelista que se llamó Christmas Evans, que siempre estaba lanzado predicando a Cristo. Sus amigos le suplicaban que tomara las cosas con un poco de calma, pero él siempre contestaba: «Es mejor consumirse que enmohecerse.» Cuando Juana de Arco supo que sus enemigos eran muy fuertes y que le quedaba poco tiempo, Le dijo a Dios: «No voy a durar más que un año. Úsame todo lo que puedas.» Una y otra vez Jesús estableció esta ley (Mar_8:35 ; Mat_16:25 ; Luk_9:24 ; Mat_10:39 ; Luk_17:33 ).
No tenemos más que pensar en lo que este mundo habría perdido si no hubiera habido personas dispuestas a olvidar su seguridad, bienestar, ganancia y promoción personal. El mundo se lo debe todo a los que se consumieron entregándose a sí mismos sin reservas a Dios y a sus semejantes. Probablemente existiremos algo más de tiempo si nos tomamos las cosas con calma, si nos evitamos las tensiones, si nos sentamos cómodamente y nos cuidamos de nosotros mismos. Puede que así existiéramos más tiempo pero no viviríamos.
(III) Estaba diciendo que la grandeza no se obtiene más que mediante el servicio. Las personas que el mundo recuerda con amor son las que han servido a los demás. Una cierta señora Berwick había sido muy activa en el trabajo del Ejército de Salvación en Liverpool. Cuando se jubiló, se mudó a Londres. Entonces vino la guerra, con sus bombardeos. A la gente se le ocurrían ideas extrañas, y una de ellas fue que, por lo que fuera, la pobre casa de la señora Berwick y su refugio eran especialmente seguros. Ella era ya muy anciana, y sus días de servicio en Liverpool eran ya un pasado bastante lejano; pero se dio cuenta de que todavía podía ser útil. Se hizo con una caja sencilla de primeros auxilios, y puso un anuncio en la ventana: «Si necesitas ayuda, llama aquí.» Esa es la actitud cristiana hacia nuestros semejantes.
Una vez le preguntaron a un chico en la escuela qué parte de la gramática eran las palabras mí y mío. Contestó -mejor de lo que pensaba- que eran pronombres agresivos. Desgraciadamente es muy cierto que la idea del servicio corre peligro de perderse en el mundo moderno. Hay muchos comerciantes, industriales y políticos que lo son sólo por lo que pueden sacar, sin pensar jamás en lo que pueden aportar a los demás, a la sociedad y a la patria. Puede que se hagan ricos; pero una cosa es verdad, y es que nunca se los amará, y el amor es la verdadera riqueza de la vida.
Jesús vino a los judíos y al mundo con una nueva visión de la vida. Ellos consideraban la gloria como conquista, adquisición y poder; como el derecho a mandar. Él la veía como una Cruz. El le enseñó a la humanidad que la vida sólo viene mediante la muerte; que sólo cuando la entregamos conservamos la vida; que la verdadera grandeza está en el servicio. Y lo más sorprendente es que, cuando nos ponemos a pensarlo un poco, la paradoja de Cristo no es, en el fondo, más que la verdad del sentido común.